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Erin Hills: el sueño de Bob Lang

15 de junio de 2017 Deja un comentario

Semana de US Open. Por primera vez el torneo más sádico del circuito se juega en Wisconsin, un estado interior rural, muy frío en invierno y con escaso pedigree golfístico. (No es el primer major: Whisting Straits ha acogido 3 torneos del PGA; es ese campo tan salvaje donde Dustin Johnson perdió un PGA ante Martin Kaymer en 2010.)

La historia más curiosa que he leído estos días es sobre un individuo llamado Bob Lang. Un empresario local dueño de una empresa de calendarios (relativamente pequeña, llego a facturar 65 millones al año) y con una cartera de propiedades inmobiliarias que se enamoró de una finca rural en Wisconsin y soñó con transformarla en un campo de golf sede del US Open.

Atraer el US Open no es tarea sencilla. Muchos millonarios han comprado y gestionado campos de golf sin conseguirlo, entre ellos un tal Donald Trump. Pero la USGA prefiere campos públicos clásicos con historia, tipo Pebble Beach o Pinehurst. Se requieren campos con capacidad para acoger una infraestructura fuerte: tiendas, hospitalidad…

Lang compró la mayor parte del terreno en 2001 por 2,7 millones de dólares. En 2004 le mostró el terreno a Mike Davis, director del US Open. Davis se maravilló con la finca y le transmitió su entusiasmo. Y Lang pidió un préstamo de 11 millones de dólares para comenzar las obras. En 2006 se abrió al público, con greenfees a 150 dólares. Se gastó 5 millones adicionales en comprar fincas adyacentes, para que nadie construyera en los límites y estropeara las vistas.

En 2008 la USGA le premió con el US Amateur. Lang decidió gastar 2 millones adicionales para construir nuevos bunkers.

Después de gastarse 26 millones de dólares en su campo, Lang se arruinó: tuvo que venderlo todo para pagar sus deudas, incluso el propio campo en 2009, a un tal Andy Ziegler, por 10 millones. Lang hoy vive de la Seguridad Social y de la generosidad de Ziegler, que le empleó como «consultor del campo».

Los arquitectos de Erin Hills, por cierto, son Michael Hurdzan, Dana Fry y Ron Whitten. Hurdzan es el quinto arquitecto de la historia, con Jack Nicklaus, Arnold Palmer, Byron Nelson y Robert Trent Jones, Sr. en haber ganado el «gran slam» de los diseñadores de campos: el Donald Ross Award (otorgado por la Asociación Americana de Arquitectos de campos de golf), el Old Tom Morris Award (de la Asociación de Superintendentes Americana) y el Don A. Rossi Award (de los Constructores americanos). Dana Fry trabajó con Tom Fazio antes de establecerse por su cuenta, y ha trabajado mucho en Estados Unidos sobre todo. Ron Whitten ha sido editor de Golf Digest desde 1985.

Quinta do Lago South (Portugal)

11 de junio de 2017 1 comentario

El Algarve es lo que muchas zonas de España deberían haber sido pero no son. Un destino turístico de calidad que apuesta por campos de primer nivel, muy bien presentados y mantenidos. En mi último viaje tuve oportunidad de conocer los campos de Quinta do Lago, un complejo de lujo que, junto a Vilamoura y Vale do Lobo, forman el Triángulo de Oro del Algarve. Una zona tomada por británicos con alto poder adquisitivo. Alguno se ha traído hasta la cabina de teléfono, que en el tee del hoyo 18 sirve para pedir la comida.

Quinta do Lago fue fundado en 1971 por un visionario emprendedor brasileño-polaco, André Jordan, tres años después del fin del régimen de Salazar. Inspirado en Punta del Este, el proyecto no fue ajeno a las turbulencias políticas de la época: fue expropiado en 1975 y devuelto a sus dueños en 1981. El complejo es propiedad del millonario irlandés Denis O’Brien, aunque está  a la venta por unos 220 millones de euros.

El arquitecto americano William F. Mitchell diseñó 27 hoyos, que hoy son los 18 del campo South y los mejores 9 hoyos del campo North. Bill Mitchell importó la construcción americana de campos y sus greenes. Defendía un estilo arquitecónico más clásico con calles anchas, greenes grandes y muchos bunkers estratégicamente situados. Un estilo cuyo máximo exponente es Arnold Palmer, y alejado a cómo se hacen los campos hoy.

El Quinta do Lago South (cuyo nombre en inglés ya nos indica a qué público va dirigido el campo) es el más famoso de los tres campos del complejo. Seguramente el más caro de jugar, pero creo que a todos nos decepcionó un poco. Incluso el nuevo campo del Laranjal es mucho más interesante, aunque seguramente menos escénico. En la foto el hoyo 14 que es el más cercano a la playa.

Abundan las cuestas, las salidas en alto y los greenes elevados. El recorrido es una montaña rusa que exige estar en forma o, en su defecto, jugar en buggie (algo que me parece muy molesto). Abundan los tees en alto y greenes en alto, o bien hoyos ascendentes como el magnífico hoyo 17, un par 5 en subida precioso donde se sobrevuela el agua desde el tee de salida. Contra viento es un hueso.

El mantenimiento es impecable, con unos bunkers perfectos y greenes muy nobles. Los greenes son extraordinarios, sin caidas dramáticas pero todos con caídas sutiles que complican mucho el putt. En la imagen el green del hoyo 12, un par 5 extraordinario.

El campo es un jardín botánico y partes del mismo son reserva natural, y eso se nota por la cantidad de pájaros. Abundan las mansiones gigantescas. En el 4, además, hay una pequeña laguna que no se ve desde el tee y a la que te puedes ir si la pegas fuerte. Afortunadamente el rough está alto en esa zona.

El hoyo 1 es un par 4 relativamente ancho y en bajada. Ojo con los bunkers de la derecha. El green recibe con caídas de fondo a frente considerables por lo que mejor quedarse corto de bandera.

El hoyo 3 es un gran par 4 de 390 metros. La entrada está bien protegida por dos bunkers preciosos.

El 5 es un par 5 relativamente recto y que discurre entre pinos y mansiones. Otro green elevado con caídas sutiles y ojo a los dos bunkers protegiendo su entrada.

El 7 es un par 4 también en subida. Son una maravilla los greenes y sus defensas.

El 8 es un par 4 en dogleg hacia la derecha. Una salida muy complicada porque la calle se estrecha mucho y hay que tener una buena posición para tener tiro a un green en alto.

Incluso la calle no puede ser buen sitio si tenemos árboles en nuestro camino al green.

El hoyo 9 es un par 4 muy duro con salida y green en alto. La calle gira mucho hacia la izquierda. La casa club y el bar están literalmente pegados al restaurante bar por lo que este debería ser un duro hoyo 18 para terminar.

El hoyo 10 es un par 4 complicado. Un dogleg hacia la derecha con una calle que desciende y luego asciende bruscamente hacia un green elevado y grande. El green cae de fondo a frente.

El 11 es un par 3 con salida muy alta a un green que está a 190m, el clásico green himalaya que pide un palo menos.

El 13 es un par 4 en ligero dogleg a la izquierda. Cualquier bola que no esté en calle puede sufrir la influencia de los árboles.

El hoyo 15 es un par 3 relativamente largo y con agua en todo su frente. Un espectáculo mucho mejor si cogemos el green.

Arnold Palmer, un diseñador prolífico

12 de octubre de 2016 Deja un comentario

Hace algunos días fallecía a los 87 años Arnold Palmer, el Rey, uno de los grandes iconos del golf, caballero del golf, un héroe americano, el hombre que introdujo el golf en las pantallas de TV americanas.

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Arnold Palmer ha sido también un muy activo diseñador de campos. Más de 300 diseños en más de 25 países. Entre los más destacados están dos campos que comenté en este blog: Tralee, en Irlanda, posiblemente sea su obra maestra. Y el Palmer Course del K-Club, sede de la Ryder del 2006, otra maravilla. También tuve la suerte de conocer un campo que nunca sale en los rankings de sus mejores campos, aunque también me encantó: el Cherokee Run Golf Club de Georgia. En la foto el hoyo 15 del Newport Dunes, en Texas.

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La realidad es que Palmer no está en la cima de los grandes diseñadores de golf: ningún campo de Arnie está en el Top 100 de campos de golf del mundo. Y que Arnold nunca tuvo muchos conocimientos de topografía o ingeniería de paisaje. Sabía de golf y tenía una imagen tan inmaculada que su nombre daba un glamour enorme al campo. Lo cierto es que supo rodearse de buenos profesionales y supervisar todos sus proyectos. Aquí vemos a Arnold Palmer en su diseño de Península Papagayo en Costa Rica.

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Su conexión con el golf proviene de su padre, greenkeeper y profesional del campo de golf de Latrobe Country Club en Pennsylvania. Durante sus años de juventud ayudó a su padre a mover máquinas, cortadoras de césped y otras tareas ligadas con el mantenimiento de campos. Posteriormente, en sus años universitarios Arnold y sus compañeros crearon un campo de golf cerca del campus para practicar. Posteriormente se alistó en la Guardia Costera en Cape May, New Jersey, donde también construyó un campo de 9 hoyos junto a la base. Un trazado rudimentario y complejo que hizo prácticamente con un rastrillo, una pala y una cortadora de césped.

Durante su carrera profesional fue el primer golfista en dedicar tiempo a las tareas de diseño de campos. En 1972 se asoción a Ed Seay para crear Palmer Course Design Company, con sede en Ponte Vedra Beach, donde está la sede del PGA Tour. Hoy su compañía emplea a los arquitectos Thad Layton y Brandon Johnson.

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Palmer admiró siempre los campos clásicos, donde la longitud de los hoyos no fuera el factor determinante de su dificultad. De hecho abogaba por una reducción obligatoria de la velocidad de la bola de golf para evitar tener que construir campos tan largos como se juegan hoy. Le gustaban los campos estratégicos, en los que no es lo mismo ir a un lado u otro de la calle para acceder al green.  Esta foto ilustra uno de sus diseños en China, el Pure Scene de Kumming.

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En cuanto a su estilo, le gustaba decir que no tenía un sello propio y fácil de diferenciar: le gustaba hacer campos diferentes en estilo y estructura y probar elementos nuevos que añadieran tiros de golf diferente: en definitiva hacer campos más divertidos.

Arnold Palmer recibió el ASGCA Donald Ross Award en 1999, la más alta distinción que otorgan los arquitectos americanos a sus colegas.

Estatuas de golf

11 de noviembre de 2015 Deja un comentario

A veces ir a un campo de golf es como ir a un museo. Y no me refiero a los venerados links. Una de las cosas que más solera da a un campo es vestirlo con una placa conmemorativa, un cartel o incluso una estatua; en esta generación selfie, donde todo el mundo tiene un móvil en el bolsillo, las estatuas son mucho más fotogénicas que un prado verde con una bandera al fondo. Así que, señores responsables de campos, pongan una estatua junto al green del 18.

Por ejemplo, en Tralee, un gran links irlandés, ¿Quiere usted que se sepa bien claro que Arnold Palmer ha diseñado el campo de golf? Nada mejor que una estatua en tamaño real, para dar la oportunidad del selfie de turno.

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En Ballybunion, otro links de los mejores, se recuerda la partida de un gran jugador, un caballero dentro y fuera del campo y que falleció trágicamente y se convirtió en una leyenda.

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Waterville, un campo links muy activo en esto del marketing, es un festival de placas y estatuas. ¿Se muere usted por comunicar que en su campo también jugaba regularmente Payne Stewart? Una placa sería poca cosa: estatua al canto.

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La más famosa estatua de Payne Stewart, recreando la celebración de un putt, es la que preside la entrada en el campo de Pinehurst, que fue donde ganó su US Open en 1999.

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Sigamos en Waterville: ¿Y que pasa con el diseñador del campo? ¿Acaso no merece otra estatua? Pues se pone otra y punto.

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¿Cómo se puede hacer recordar al jugador que pisa un terreno sagrado? Explicando la historia del hoyo más famoso del campo. La historia es estremecedora.

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¿Hay proezas que deben ser recordadas? No hay problema: otra placa más.

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Y otra placa más recordando el punto más escénico del campo.

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En Killeen Castle hay una estatua icónica del diseñador del campo haciendo un swing.

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Aunque el gesto más recordado de Jack Nicklaus lo podemos ver inmortalizado en el Salón de la Fama de Georgia.

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O en Muirfield, Ohio, el campo del Oso Dorado, enseñando a un niño.

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O en Valhalla, en Louisville, Kentucky, como diseñador, con Dwight Gahm, el fundador del campo.

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La estatua más fea que he visto nunca es la de Pete Dye en la entrada del Teeth of the Dog, en República Dominicana. La verdad es que él nunca fue un adonis.

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En España, obviamente rendimos homenaje a Seve Ballesteros con dos estatuas: Una en Santa Marina que recrea su swing.

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Y otra en Pedreña donde se recrea, quizá con menor fortuna, su triunfo en el Open Championship.

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Añado la estatua más fea, extravagante y ridícula que he visto nunca. Está en el campo de golf de Las Matas (el Nuevo Club de Campo). Un tipo sin ropa haciendo un swing.

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Un amigo me envía una placa del Glen Abbey Golf Club, en Ontario, Canada, con la hazaña del jugador más ilustre que ha pisado sus calles.

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Lo curioso de la placa es que no recree el golpe con el que ganó el torneo, uno de los más famosos de su carrera, golpe del año en el PGA Tour del 2000; desde un bunker de calle Tiger dispara un hierro 6 de 195 metros.

 

 

K-Club Palmer Ryder Cup Course, Irlanda

27 de octubre de 2015 5 comentarios

A menos de una hora de Dublín y en medio de una idílica campiña del condado de Kildare se enclava el resort más lujoso de Irlanda. Hay que preparar la cartera para poder disfrutar de una ronda en cualquiera de los dos campos del Kildare Hotel, Spa & Country Club, o como se le conoce el K-Club. Uno de los recorridos luce el nombre de su promotor, Smurfit, el millonario más rico de la isla. El otro, el Palmer Course, que comento aquí en este post, fue diseñado para albergar la Ryder Cup del 2006. Y obviamente está firmado por el rey, Arnold Palmer.

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Y como buen campo diseñado para albergar un match play, el recorrido ofrece una serie completa de hoyos extraordinarios, difíciles, retadores, golf de muchos quilates, donde la posibilidad de liarse es más que real en cada hoyo. Mucha agua por todo el recorrido. No hay un hoyo débil o de transición: estamos en un parkland soberbio, precioso, con un recorrido muy estratégico. Hay que elegir bien las barras, porque desde profesionales el campo es muy largo y muy difícil.

Los primeros hoyos son realmente buenos. No hay hoyos iniciales de calentamiento: el festival empieza desde el hoyo 1. No es nada fácil empezar así, pero en un Ryder no se regala nada. Estamos ante un dogleg hacia la izquierda estupendo, con un green ciego y muy expuesto. Hay que intentar ir por la parte derecha para tener el mejor approach al green semioculto.

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El hoyo 2, un par 4 recto y ascendente, es un tubo estrecho natural que cada vez se estrecha más. Y además es largo por lo que no queda otro remedio que ir recto como una vela.

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El campo tuvo muchos problemas de drenaje en sus inicios, aunque cuando jugamos no era el barrizal que esperaba. Este es el tiro a green.

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El hoyo 3 es un par 3 a un green metido en una vaguada. Greenes también interesantes y que cuentan con caídas importantes. Supongo que cortados rápidos serían un festival.

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Un precioso par 5 continúa, el que lleva la firma del creador. La salida es semiciega, obstruida por un conjunto de bunkers que marcan la línea de tiro. El hoyo exige un estudio concienzudo del plano del mismo.

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Desde lo alto de una escalera se puede bien el hoyo completo. Hay que sobrevolar los bunkers para aterrizar en una calle descendente y tener buen ángulo a green. Hay agua aunque no debe entrar en juego.

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El siguiente par 4 es largo y ascendente, y requiere un drive potente para poder tener opciones de tener tiro claro al green.

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Todo el campo es un auténtico jardín botánico que irá mejorando con el paso del tiempo.

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El hoyo 6 nos enfrenta a un par 4 elevado, y la dificultad, además del viento, están en la pendiente de la calle que recibe la bola.

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El hoyo 7, quizá de los más notables del campo, es un hueso no apto para novatos. Desde el tee sólo vemos una calle estrecha y rodeada por agua, que va girando hacia el green. Hay que jugar fuerte porque si no no tendremos tiro a un green en isla. No es lo mismo enfrentarte a un sello de correos rodeado de agua desde 170 metros que desde 120 metros. Sacar el par o mejor es una delicia.

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Un par 3 corto continúa. El green bien protegido por bunkers cuenta con un piano espectacular que cae de derecha a izquierda.

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Para terminar la primera vuelta, un par 4 en dogleg. Para tener tiro en el segundo golpe hay que ir por la izquierda de la calle hacia el árbol en medio de la calle.

 

 

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La segunda vuelta comienza con un par 5 relativamente asequible, aunque como siempre hay que coger calle desde el tee. La entrada del green está bien protegida por bunkers y desnivel.

 

 

 

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La segunda vuelta también destaca por la abundancia de hoyos con agua. El 11 te enfrenta de nuevo a un tiro donde ser agresivo puede compensar, aunque con riesgo de irse al agua: un dogleg hacia la izquierda con agua por este lado. No es un hoyo excesivamente largo así que se puede jugar conservador.

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El siguiente hoyo 12 es un par 3 con agua, aunque realmente no entra en juego. Un green con mucha caída hacia el agua es la máxima dificultad.

 

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El hoyo 13 vuelve a ser una preciosidad. Después de una salida semiciega, tenemos un tiro a un green protegido por agua por la parte derecha y en una vaguada.

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El hoyo 14 es un par 3 relativamente largo y enmarcado en una escénica cascada. El green es un espectáculo: cuenta con caídas importantes en todas las direcciones.

 

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El hoyo 15 tiene la particularidad de contar con un green muy escondido en una loma, y protegido por bunkers.

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Este es el clásico bunker que juega con el novato: parece que rodea al green pero desde su pared al green hay todavía mucho rough que salvar.

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Otro hoyo milagroso es el hoyo 16, un enorme par 5: desde el tee de salida sólo hay una inmensa calle que recibe hasta el drive más dudoso. El segundo tiro, ligeramente por la derecha, debe acercarse lo más posible a la zona del green, que es donde se esconden las emociones fuertes.

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No se aprecia bien en la foto, pero el green está literalmente separado de la zona de la calle, en la parte izquierda, por un canal de agua. Hay que sacar escuadra y cartabón y apuntar con precisión milimétrica. Al fondo, la señorial casa que enclava al hotel de superlujo.

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El hoyo 17 es un maravilloso par 4 con agua por toda la parte izquierda del hoyo. Muchos árboles por la derecha nos disuaden de seguir una ruta más conservadora. Hay que cerrar la bola bien, con control, para dejarse un pitch suave al green.

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Para terminar un par 5 muy escénico y que zizaguea a un green rodeado de gradas naturales y de un lago. El green es simplemente enorme.

 

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Tralee Golf Links, Irlanda

19 de junio de 2015 4 comentarios

Tralee es una bonita ciudad del condado de Kerry, al oeste de Irlanda. A unos 20 minutos de su centro, y junto al mar, accesible por una ridícula carretera de un sentido (y medio), está el links de Tralee. El club data de 1896, pero el campo actual es de 1984 y está diseñado por el rey, el insigne Arnold Palmer.

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Estamos ante dos vueltas de 9 hoyos links de extraordinario nivel, ambas de un carácter muy diferentes. Los primeros 9 hoyos bajan y ascienden por una suave pendiente hacia el mar; más que de links parece un campo tipo acantilados. Los segundos nueve (gloriosos del 11 al 17) serpentean por unas dunas enormes, en un routing increíble, con hoyos imposibles, y muy divertido. Como es costumbre en Palmer, nos enfrentamos además a greenes muy grandes y sinuosos, como éste del hoyo 1.

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El hoyo 1 apunta directamente hacia el mar y contra el viento predominante. Ante nosotros se extiende un par 4 descendente, enmarcado por unas vistas espléndidas con la roca de Mucklough en la lejanía. La calle es ancha y no debe dar problemas. Un hoyo precioso para empezar.

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Y muy pronto llega un hoyo 2 par 5 estratosférico, creo que uno de los mejores del mundo. Un dogleg brutal hacia la derecha sorteando acantilados. No es sólo vistas; la calle es un pasillo que ofrece muchas posibilidades hasta llegar a un green enorme y colgado del acantilado. Ignoro si alguien como Bubba Watson puede acortar el acantilado: para los mortales, no es una opción.

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Bordeando el dogleg se baja a una playa deliciosa (aunque nadie se bañe jamás).

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Es la famosa playa donde David Lean rodó en la película «La hija de Ryan«.

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Sin tiempo para reponerse, el hoyo 3 es un par 3 de postal. Con un torreón del siglo XI en la lejanía, enmarcado en las montañas de la bahía de Tralee y la isla de Fenit, hay que superar un amenazador acantilado de piedras. Un par 3 no muy largo para disfrutar.

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Continúa un par4 con una salida semiciega en sentido ascendente. El green está bien escoltado por varios pot bunkers.

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El hoyo 6 es un par 4 con una salida a una calle ascendente y que gira en dogleg hacia la derecha. El green está en bajada y cuenta con escapatorias onduladas y fuertes caídas de derecha a izquierda. La foto, desde el rough.

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El hoyo 7 parece un par 3 al revés, ya que el tee está en una ubicación espectacular, en un pequeño cabo rodeado de la bahía de Tralee, y el green más interior, sobre una duna gigante. Aunque seguramente el green está donde tiene que estar por el viento huracanado. El vendaval exige dos o tres palos más para llegar. El green es estrecho, en subida y está bien protegido por pot bunkers.

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El hoyo 8 es un excelente par 4 que bordea el canal de Barrow, la lengua de agua que lleva al puerto y, al parecer, uno de los mejores lugares de Europa para avistar pájaros. Un par 4 clásico tipo Cape.

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El green está escoltado por el torreón de piedra. Pero no debe distraer: es una superficie enorme y que esconde casi una cordillera de montículos.

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El hoyo que cierra la primera vuelta está en restauración, por lo que se debe jugar con una especie de alfombrilla de plástico para no dañar la calle. Una muestra de la fragilidad de las dunas y de su vegetación. Un par 5 ascendente y con muchos bunkers en medio y bordes de la calle.

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El hoyo 10 es un hoyo absurdamente largo y difícil, un par 4 en ligero dogleg a la izquierda. Mi caddie me explicó que el diseño fue modificado recientemente; leí que por Tom MacKenzie: en este hoy no estuvo muy lúcido. Lo que era un precioso par 4 en dogleg ha sido «americanizado», es decir, ha alargando el tee de salida 50 metros. Antes el tee estaba más cerca del green del 18. Ahora los bunkers de calle no entran en juego y tenemos un segundo tiro con un hierro largo a un green muy movido.

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Lo que sigue son una serie de hoyos impresionante. El 11 es un par 5 brutal, que asciende una duna montañosa enorme hacia un green lejano en las alturas.

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Un segundo tiro ciego debe ir fuerte y recto para tener opciones de alcanzar el green de tercer golpe.

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El hoyo 12 es el hándicap 1 del campo, y es un señor hoyazo de los que quedan en la memoria para siempre y que justifican el viaje. La salida es ligeramente descendente hacia una calle que serpentea hacia la izquierda. Un buen drive llevará la bola muy abajo en la duna.

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El green, en lugar de estar donde uno esperaría que estuviese, está colgado en alto de una duna gigante a la que se accede por una calle que parece un pasillo.

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El 13 es un par tres también inverosímil: entre el tee y el green en alto hay un barranco que parece el Gran Cañón.

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El 14 es otro gran par 4 recto. Desde un tee elevado podemos admirar una vista espectacular. Al fondo, la playa donde Roger Casement, el nacionalista irlandés protagonista del libro de Mario Vargas Llosa «El sueño del Celta«, desembarcó el viernes Santo de 1916. Ahí fue detenido, trasladado a Londres y ejecutado.

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Otro green amplio y con pianos, bien visible desde el tee del 12, con una sensación de naturalidad espectacular.

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El 15 es un hoyo curioso. El tee de salida está bien aislado, junto a un barranco temible. Es un par 4 muy corto; basta poner la bola en una pequeña plataforma y desde ahí atacar a un green escondido entre dunas.

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El 16 es un par tres escénico, excelente, como todos los pares tres de este recorrido. Desde 200 yardas, un barranco nos aleja del green guardado por el viento y por los pot bunkers. La costa guarda, al parecer, los restos de muchos barcos españoles de la Armada invencible.

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Un magnífico par 4 paralelo a la playa antes mencionada nos dejará sin aliento. Desde un tee en alto tenemos una calle que serpentea hacia un green elevado entre dunas.

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El green en alto es grande y con escapatorias singulares. Un gran par 4.

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Para terminar, un par 5 hacia la casa club, relativamente corto. Hay que evitar los 13 bunkers que protegen el acceso al green. Un buen hoyo final para terminar este gran links.

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La increíble hazaña de Catherine Lacoste

7 de octubre de 2014 3 comentarios

En la preciosa casa club de Chantaco, y en un lugar preferente, se puede contemplar la fotografía de una chica francesa muy sonriente con el US Open de 1967. Su nombre, Catherine Lacoste. Estuve leyendo por casualidad un relato de su hazaña de Georges Jeanneau, publicado en una revista de historiadores y coleccionista de golf, Golfinka. La historia no tiene desperdicio.

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Junio de 1967. Jack Nicklaus acaba de ganar a Arnold Palmer en Baltusrol su séptimo grande. Un amateur, Marty Fleckman, marcha líder hasta la última jornada, pero se hunde estrepitosamente el domingo y firma 80 golpes. Al final termina en el puesto 18.

Al otro lado del charco se prepara el equipo amateur Francés para disputar el European Ladies Team Championship en Portugal. Catherine, la jugadora más joven del equipo, es hija del famoso tenista Rene Lacoste y de la campeona del British Ladies Amateur Simone de la Chaume, y nieta de René Thion, fundador del campo de golf de Chantaco. Ha pasado todos los veranos de su infancia en el club de su abuelo, en San Juan de Luz. Hasta los 13 años no sabe que es la TV. Juega al golf, al tenis y hace deporte con intensidad. Es una jugadora notable, hábil con el hierro 2 y la madera 2, palos que la mayoría de chicas no usan.

Catherine anuncia a su federación que se borra del equipo. Ha decidido apuntarse al US Open. Una decisión que parecía absurda: medirse contra las mejores jugadoras profesionales era una temeridad. Los franceses apelan a su espíritu patriótico, en vano. Tampoco funciona su evidente inexperiencia: Catherine afronta su tercer torneo profesional, y su segundo US Open. Había ya disputado el US Open de 1965, quedando en el puesto 14 y segunda mejor amateur. En aquella ocasión sus padres la acompañan. Pese a todo, la decisión es firme.

Catherine Lacoste viaja sola en avión a Nueva York 10 días antes del torneo, que se jugaría del 29 de junio al 2 de julio de 1967 en el Cascades Course de The Homestead, en Hot Springs, Virginia. Allí se siente terriblemente sola, nadie presta atención a esta dulce amateur sin posibilidades.

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Catherine juega siete rondas de prácticas. El campo le gusta, le recuerda a Chantaco; no excesivamente largo, ligeramente ondulado, con árboles pero sin excesiva frondosidad. Durante las rondas celebra su 22 cumpleaños. Llena de confianza afronta la competición con un objetivo en mente: quedar como la mejor amateur. Sus rivales son lo más granado del golf femenino profesional: un grupo de jugadoras agresivas como víboras. Sandra Spuzich, la actual campeona, declara: «ningún amateur puede ganar este torneo, y lo saben».

La primera jornada juega con Murle Lindstrom, americana campeona en 1962 y que es encantadora con Catherine. Firma una tarjeta de 71 golpes, el par del campo, impresionando al público con la distancia de sus maderas y la precisión de su putt. Termina la jornada como segunda clasificada a un golpe de la líder Sandra Haynie.

La segunda jornada resulta excepcional para Catherine. Única jugadora en entregar una tarjeta bajo par, consigue una ventaja de 5 golpes sobre la australiana Margie Master, rookie del año en el circuito americano. «Jugué mucho mejor de lo que dice la tarjeta. A falta de 4 hoyos iba 4 bajo par. Tuve 7 putts de menos de cuatro metros y fallé 6. Tres tripateos y cometí un bogey y un doble bogey». Al final 70 golpes, uno bajo par.

La tercera jornada se disputa bajo un axfisiante clima pre-tormentoso. Todo el mundo espera que la pequeña francesa naufrague bajo la presión. Sin tomar muchos riesgos, sin jugar tampoco demasiado mal, Catherine perpetra 40 golpes en los primeros 9 hoyos. Pero se rehace y consigue enderezar la vuelta haciendo 34 en los segundos nueve. Mantiene su ventaja de 5 golpes sobre Margie Masters. Lo tiene más cerca.

Durante la noche del sábado al domingo llueve violentamente sobre el campo. Calles y rough están completamente encharcados. Las condiciones son durísimas. Después del primer hoyo, aumenta su ventaja a 7 golpes. Esto otorga confianza y nerviosismo a partes iguales. En el hoyo 6 cae un chaparrón y cuando llegan al green encuentra un lago. Tiene que esperar 15 minutos a que se pueda jugar. La velocidad de los greenes cambia completamente. Finalmente firma 39 golpes en los primeros 9, manteniendo una ventaja de 4 golpes.

Los nervios empiezan a atacar: comienza a fallar calles, visitar bunkers y comete tres tripateos. 5 bogeys consecutivos del 10 al 14 y parece que el cocodrilo se ahoga. Pero sigue mantenido una exigua ventaja de 2 golpes. En el 15 hace el par con un putt de 60 centímetros. En el 16, un par 5 con lago, hace un socket y comete bogey. Un golpe de ventaja. El público americano se anima, aparca sus modales y empieza a aplaudir los fallos de la francesa e incluso algunos profesionales exigen una penalidad por practicar el putt al terminar el hoyo 15, algo que la USGA permite para este torneo. Que una francesa se lleve «su» torneo es una afrenta demasiado grave.

Catherine recuerda el hundimiento de Marty Fleckman en el US masculino ese año; tal evento le obsesiona. Sabe que para ganar tiene que jugar sólido, duro, valiente, casi con actitud carnívora. Los valores del cocodrilo. Afronta el hoyo 17, un dogleg de 255 yardas con agua delante del Green. Madera 2, hierro 8 con una trayectoria alta “a la Nicklaus” y deja la bola a tres metros del hoyo. Birdie salvador. “Es aquí donde gané el US Open”, relata Catherine. “El 18 era un par 3. Con mi hierro 2 dejo la bola a 10 metros del hoyo. Tres putts me sirven para ganar. El primer putt se queda a medio metro. El segundo lo juego con suavidad, pero entra. El putt más largo de mi vida”.

Ha ganado. A las mejores. A la lluvia, a la presión, a los 5 bogeys seguidos, incluso firmando un 79. Con 10 sobre par en el total, pero dos golpes de ventaja sobre Suzie Maxwell y Beth Stone, que se reparten su premio monetario, 3600 dólares a cada una.

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Antes de recibir el trofeo, corre hacia una cabina. Llama a San Juan de Luz. Es más de medianoche en Francia. “Fue mamá quien cogió el teléfono. No la dejé ni hablar. Por primera vez en mi vida, se quedó sin palabras.” Felicita también a su padre por su cumpleaños. Rene Lacoste sólo dice una palabra a su hija: “Bravo”.

El triunfo de Catherine Lacoste revoluciona el mundo golfístico. “Cocodrile Kid”, “la hija del Cocodrilo”, “La dama asesina”, “La gran Catherine”, “Catherine se construye su propio nombre”. Todos los titulares perpetúan la leyenda de Lacoste. Es la primera amateur en ganar un US Open. La primera jugadora no americana en ganar el US Open. Y la ganadora más joven hasta 1998 cuando Se Ri Pak, una coreana, bate su record de precocidad.

Lo que parece difícil de batir es su condición de amateur campeona.

 

Cherokee Run Golf Club, Georgia (USA)

15 de May de 2014 3 comentarios

«Si piensas en algo parecido a Augusta y el desarrollo del golf en estos años… creo firmemente que Cherokee Run es uno de los mejores campos de golf del mundo .»  – Arnold Palmer

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Abro este post con estas laudatorias palabras, recogidas en la web del campo, del rey Arnold Palmer sobre de este campo situado en Conyers, a unos 40 minutos de Atlanta. Tales elogios no son gratuitos: Arnold Palmer Design Company diseñó este magnífico campo sobre una finca enorme, preciosa poblada de robles y cornejos y relativamente montañosa. El rey construye un campo muy movido, con muchas subidas y bajadas pero nunca pendientes excesivas. En una finca ocupada durante siglos por los indios Cherokees, estamos en plena naturaleza, sólo veremos la casa club y una casa aislada entre los árboles. Calles más o menos anchas aunque bien protegidas por bunkers, tiros a green muy bien protegidos, Palmer es de los diseñadores que cree que el golf se juega, sobre todo, con la cabeza. Aquí hay qué pensar donde ir para atacar cada hoyo porque hay muchas trampas. Los greenes son enormes, muy generosos y con caídas interesantes pero no dramáticas. En la foto, la amplia salida del hoyo 14.

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El campo data de 1995, y fue rescatado de la bancarrota en 2010 por la ciudad de Conyers. Tras pagar la irrisoria cifra de 27 dólares por un greenfee y 10 dólares por alquiler de palos (Titleist AP2), salgo a caminar el campo. El starter no se cree que pueda atreverme a andar (aquí en América lo normal es que la gente vaya en buggie). Para ellos esto debe ser el Himalaya, pero es un campo perfectamente andable y muy agradable.

El hoyo 1 es una salida en alto que sobrevuela uno de los muchos arroyos que surcan la finca. La calle se abre hacia la izquierda a un green en alto bien protegido por bunkers. Una salida espectacular. Llama la atención el tamaño inmenso de los greenes y bunkers, una constante en todo el campo. Esto es lo que Arnold Palmer imitó de Augusta National.

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Un muy buen par 3 continúa. Desde lo alto tenemos un green enorme y con bunkers frontal y lateral. Otro peligro son las escapatorias que tiene el green, con forma de flan. La hierba de bermuda tiene un tono marrón que no supone absolutamente ningún problema. Los greenes, eso sí, perfectos.

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Y después del par 3 el primero de los impresionantes pares 5 que tiene este recorrido. Palmer es famoso por sus pares 5, y éste no es una excepción. La salida es relativamente ciega a una calle que cae de izquierda a derecha. La calle va cayendo hacia la derecha con forma aplatanada y uno espera el green al final de esta calle. Pero Palmer coloca el green bien escondido en la parte derecha a una distancia más que relevante, y protegido por altos pinos. Un tiro precioso.

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Otro hoyo impresionante sigue. Un par 4 descendente en dogleg hacia la izquierda, con una calle ancha, y a la que hay que atacar sin miedo. El segundo tiro es de los que conceden la gloria eterna si la bola corona el green. Un lago antes del green supone una amenaza no apta para golfistas cobardes. El bunker trasero de green por la parte izquierda está muy bien puesto para recoger bolas abiertas largas. Y de nuevo un green con muchas curvas.

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El hoyo 6 es un largo par 3 en una zona baja del campo. El acceso a la misma está decorado por curiosas construcciones de madera: esta finca acogió las pruebas hípicas, la primera competición del Mountain Bike y los dos eventos finales del Pentatlon Moderno de los Juegos Olímpicos de Atlanta.

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Otro hoyo extraordinario es el 8, el par 5 más largo del recorrido. Una salida en alto hacia una calle estrecha que gira hacia la izquierda. Un enorme estanque apantanado enfrente del green hace desaconsejable a los pros llegar al green de dos (a mi me costó llegar de 3). Como curiosidad, un cartel nos explica que el hoyo está sponsorizado por el Juez Irwin. Muchas gracias, señoría.

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La primera vuelta culmina con un par 4 recto, aunque con un desnivel importante que impide ver el green desde el tee de salida. El green está bien guardado por un arroyo que lo bordea. Al fondo la casa club.

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El hoyo 12 es otro curioso par 3, con un green muy protegido por muros de piedra.

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El hoyo 13 cuenta con una salida en alto a una calle ascendente. Es importante reposar en calle para  alcanzar con garantías este enorme green, que cuenta con una caída de arriba a abajo tremendamente pronunciada. La foto es desde detrás del green, y no se aprecian los dos bunkers lateral y trasero que lo protegen.

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Otro extraordinario par 5 nos espera en el hoyo 14. El plano del strokesaver da una idea de lo fantástico que es el hoyo.

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La calle bordea una zona arbolada y rocosa que podremos sobrevolar si queremos llegar a green por una ruta alternativa. Nuevamente el arroyo que da nombre al club serpentea por la calle, que además está salpicada de bunkers.

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El hoyo 15 es un par 3 muy bonito donde se ve perfectamente la tipología rocosa del terreno. Otro green enorme y lleno de caídas.

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Los dos últimos hoyos son heroicos. Siempre en match play encaja muy bien un par 3 en el hoyo 17 para permitir cambiar partidos. Lo que hace Palmer es diseñar un precioso par 3 y medio. Un fácil par 4 pero que tienta al jugador a llegar de drive a green desde una salida en alto para intentar el eagle (son 245 metros desde barras verdes, y 274 metros desde barras negras). Un green enorme y protegido frontalmente por un arroyo.

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El hoyo final es otro trazado espectacular. La salida sobrevuela un pequeño arroyo que anticipa la calle ascendente.

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El hoyo gira hacia la derecha hasta llegar a un green en alto y protegido por un lago frontal. O vamos por la calle y tenemos un tiro más largo o acortamos, teniendo una serie larga de bunkers y árboles que negociar. Un gran hoyo final de un gran campo público.

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Dónde jugar al golf en Atlanta

16 de abril de 2014 Deja un comentario

Jugar al golf en Estados Unidos puede ser una cosa muy fácil o muy frustrante, según se mire.

Fácil porque hay millones de campos de golf a precios muy asequibles repartidos por todos los estados. La oferta es abrumadora, y en los rankings de los mejores campos del mundo siempre más de la mitad están en suelo americano. Frustrante porque prácticamente todos los buenos y famosos, esos que figuran en las listas de mejores campos de golf del mundo, muchos de los que vemos albergar torneos o majors, son campos privados. Uno puede jugar en todas las sedes del Open Championship, pero en America los campos privados son del tipo «cerrado a cal y canto para visitantes»: sólo admiten a socios o a amigos de socios. Así que para jugar en Augusta National (en la foto) tienes que ser periodista deportivo, conocer a algún chaqueta verde o jugarlo en la PlayStation. También hay campos en los que se puede jugar muy conocidos (Pebble Beach, Bethpage Black, etc) pero o son muy caros (Pebble Beach, por ejemplo) o para jugar hay que, literalmente, dormir en el parking del campo para coger sitio (es lo que hay que hacer para jugar en Bethpage Black, en Nueva York).

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Estando por trabajo algunos días en Atlanta, estuve buscando en qué campo jugar. El primero de la lista es un campo que está en la ciudad: East Lake, la sede del Tour Championship, el campo de Bobby Jones, uno de los mejores campos del país. Escribí un correo para reservar un tee time. No hubo respuesta. Escribí otro más. Nada. Al final, gracias a mi insistencia, conseguí una respuesta: «No.» Campo sólo para socios o amigos de socios.

Un jugador local me aconsejó acercarme a las instalaciones del club, para explicar mi caso. No me dejaron ni entrar en las instalaciones. Esta verja sólo la cruzan los socios, amigo.

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Fui a un campo de 9 hoyos adyacente a East Lake para matar dos horas. El campo es obra de Rees Jones. Jugué con un caddie de East Lake, y me contó que el acceso al campo es prácticamente imposible. Ni siquiera admiten a nuevos socios. La gran mayoría de los socios son empresas, ejecutivos de las grandes corporaciones de Atlanta (CNN, UPS, Coca Cola, Delta…) y muchos despachos de abogados, consultores, etc. La verdad es que desde fuera, East Lake no parece gran cosa.

Bueno, pues quizá podamos probar en Peach Tree, otro mítico campo de la ciudad, obra de Bobby Jones y Robert Trent Jones. También privado. Cerrado.

Peach Tree

Lo intenté con Hawks Ridge, un ejemplo de arquitectura clásica obra de  Bob Cupp. Muy amablemente me dijeron que no. Y así con varios de los campos de la ciudad privados.

Así que uno se desanima porque piensa que no poder jugar estos campos con tanto nombre. Craso error. La oferta de campos, incluso públicos, es más que apetecible. Este fue el resultado de mi investigación:

  • Cuscowilla. Un diseño espectacular de Ben Crenshaw y Bill Core. Enclavado en un hotel de lujo, lo malo es que está a  1 hora y 20 minutos de la ciudad.
  • Bear’s Best: Una colección de los mejores hoyos diseñados por el Oso Dorado, Jack Nicklaus, en más de 200 campos por todo el mundo. Este sí es un campo público, relativamente barato (80 dólares) y situado a 45 minutos de la ciudad. Cuando llamé estaba completo.
  • The Frog at the Georgian, diseño de Tom Fazio, uno de los diseñadores más importantes de la ciudad. A 45 minutos.
  • Cobblestone: Considerado como uno de los mejores campos para jugar por la revista Golf Digest en la zona. A 35 minutos de la ciudad.
  • Stone Mountain: Muy cerca del centro, el complejo cuenta con dos campos de golf: El Stonemont (obra de Robert Trent Jones) y el Lakemont.  Ambos son dos campos preciosos, con esos altísimos pinos georgianos tan característicos de la zona (y que podemos ver en Augusta).
  • Rivermont: Otro campo precioso cerca de la ciudad

Al final me decidí por un campo diseño del rey, Arnold Palmer: Cherokee Run, situado a 40 minutos de Atlanta. Pero eso será en otro post.

 

Pete Dye, el diseñador diabólico

15 de febrero de 2013 12 comentarios

Pete Dye golf CoursesPete Dye es un diseñador de campos americano a quien conocemos, sobre todo, por sus brutales diseños. Tuve la fortuna de jugar uno de sus campos, Pound Ridge, en Nueva York. Se dice que los campos de Dye son «dye-bolicos», es decir, retos temibles para el jugador más experimentado. Campos donde los pros sufren de verdad. Dye ha firmado muchas joyas famosas: el Ocean Course de Kiawah Island (sede de una Ryder y del PGA 2012 que ganó McIlroy), Casa de Campo (el más famoso es el Teeth of the Dog, aunque luego diseñó más en este complejo de la República Dominicana), Harbour Town (inconfundible su faro, ver foto más abajo), Whistling Straits (donde Kaymer ganó su PGA), Mission Hills en China y por supuesto el TPC de Sawgrass, con quizá el par 3 más famoso del mundo. Este hoyo es portada del libro «Pete Dye Golf Courses» que acabo de leer.

Una frase resume bien su alma de sádico torturador: «El golfista apasionado jugaría en el monte Everest si alguien pusiera una bandera en su cima… el golf no es un deporte justo, así que por qué construir un campo justo».

Para dar una idea de su dureza, la primera vez que se jugó el The Players en 1982, el TPC de Sawgrass acogió un plantel espectacular de jugadores, entre ellos 6 ganadores de grandes: Jack Nicklaus, Arnold Palmer, Lee Trevino, Johnny Miller, Lanny Wadkins y Hal Sutton sumaban 35 majors. Ninguno pasó el corte del torneo. La opinión de los jugadores tras el torneo no tiene desperdicio: «Nunca fui bueno parando un hierro 5 en el capó de un coche», dijo Nicklaus. JC Snead remató: «Este campo es un 90% estiércol de caballo y un 10% de suerte». A raíz de esta debacle, Dye suavizó el recorrido. Lo primero que hizo el ganador de aquella edición, Jerry Pate, fue tirarle al agua junto con el comisionado del PGA Tour Deane Beman. En la icónica foto, el momento en que Jerry se tira al agua.

Beman Dye Pate

Una breve reseña biográfica: nacido en 1925, lo primero que hay que decir es que Pete Dye se llama Paul D. Dye. Pero para diferenciarlo de su padre, se le llamó PD, que luego fue Pede y al final Pete. Fue un jugador amateur notable, y esto le permitió jugar el Old Course de St Andrews un British Amateur de 1963 (con 38 años). Su primera impresión del campo fue que era «un prado de cabras». Sin embargo fue progresando en el torneo y después de 7 vueltas empezó a entender la grandeza del campo. Desde ahí visitó todos los grandes campos clásicos escoceses, de donde copió muchas de sus ideas: los pot bunkers, por ejemplo, o el uso de traviesas de ferrocarril para limitar bunkers. (Pete Dye escribió un libro titulado: «Enterradme en un pot bunker«). En realidad Dye ponía bunkers de todos los colores y tamaños.

PeteDye

Pete Dye empezó su carrera profesional en el mundo del seguro, pero dejó la misma para hacerse diseñador de campos, junto a su inseparable mujer Alice (que colabora con él en todos sus diseños). Su primer campo data de 1961 (Dye tenía 37 años). Su método de trabajo es siempre el mismo: sin contratos, planos, maquetas en 3D o dibujos por ordenador. Dye trabaja con un apretón de manos y andando la finca durante innumerables días hasta que el campo se va formando en su mente. Es un artista meticuloso, con enorme atención al detalle, y que siempre presta una enorme atención a la estrategia de juego y a la estética del campo. Sus campos son un puzzle para el jugador: exigen rigor en el juego y precisión en cada golpe. Cada hoyo debe ser memorable.

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Su primer gran éxito fue Harbour Town, uno de los campos más respetados de Estados Unidos. Dye se enfrentó a una finca plana y algo sosa y diseñó un campo memorable. Utilizó las encinas para bloquear entradas al green. En una época donde el gran Robert Trent Jones diseñaba campos con tees, bunkers y greenes enormes, Dye trazó greenes pequeños y pot bunkers (aunque en el 13 el bunker abraza casi completamente al al green).

Harbour Town Golf

Desde los 60 Dye ha diseñado más de 100 campos, casi todos en Estados Unidos.

La filosofía de diseño de Dye está explicada en su web. Transcribo sus ideas.

  • Los campos deben ser jugables por todo tipo de jugadores, desde principiantes a profesionales. Hay que introducir jugadores nuevos y hay que retar a los que saben. Para ello Dye suele emplear hasta 5 tees de salida. Aunque hay que adaptarse al cliente: si el promotor quiere un campo difícil, Dye afilará el lápiz de diseño para crear un campo de pesadilla.

Indiana

  • La experiencia de golf debe ser memorable. El jugador debe ser capaz de recordar los 18 hoyos al terminar la vuelta. Hay que evitar hoyos vulgares o repetidos.

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  • Las calles deben de ser anchas. Un famoso arquitecto dijo: «Calles estrechas y hierba alta son los malos remedios a un diseño pobre». Dye sobre todo piensa en campos públicos, donde el juego lento es un problema. No basta con coger calles: hay que tirar el drive a una zona determinada de la calle para ir a por birdies.
  • El golf se juega más agradable cuando es cuesta abajo. Da una mejor perspectiva del golpe.
  • Dye también es acreditado por rediseñar de nuevo pares 4 cortos.
  • Los greenes grandes reducen el stress sobre los mismos cuando hay mucho jugador. Eso al final favorece un uso reducido de fertilizantes y pesticidas, lo que redunda en un daño menor al medio natural.

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  • Dye también dice que trabaja de cerca con  los greenkeepers y responsables de mantenimiento para que éste sea mínimo (en realidad todos los arquitectos dicen esto). Las caras de los bunkers deben poder favorecer la entrada de máquinas.
  • También Dye deja amplias áreas nativas que no exijan mantenimiento. Son muy típicas sus «waste areas».

En el año 2008 Pete Dye ingresó en el Salón de la Fama de golf.