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¿Nos tocarán las bolas?

20 de noviembre de 2017 1 comentario

Por fin los que mandan en el mundo del golf se han despertado, han saltado las alarmas ante el evidente declive del golf y van a afrontar el cambio más necesario en este deporte: bolas diferentes para distintos niveles de juego. Así lo asegura Brian Costa, en este artículo.

Ya lo avisaba el doctor Alister MacKenzie en 1934 en su libro The Spirit of St Andrews. Y lo recordaba de manera magistral Pablo Martín en este grandioso artículo «El suicidio del golf». El problema es evidente: para albergar hoy un campo competitivo para los profesionales necesitas una cantidad enorme de terreno, lo que encarece los campos, tanto en construcción como mantenimiento. El juego se ralentiza. El golf como deporte se encarece. Y al final el golfista se quedan en casa. Hasta el propio Tiger Woods lo admitía hace algunas semanas en este podcast.

Cuando Tiger empezó en 1996, ningún jugador del PGA Tour hacía 300 yardas (274 metros) de media con el driver. Esta temporada han habido 43 jugadores con una media superior a estas 300 yardas. El US Open de 1896 se jugó en Shinnecok Hills, un campo cerca de Nueva York cuyo recorrido medía 4.044 metros. El Open vuelve a Shinnecok Hills en 2018, y el campo (no sé si se puede decir que es el mismo recorrido) tendrá  6.802 metros. Hoy cualquier campo del PGA Tour tiene que medir más de 6.600 metros. Si esto sigue así, ¿veremos campos de 7.000 metros?

Mike Davis, el Director Ejecutivo de la USGA, lanzó la idea en un simposio en marzo de 2017 de que hay que cambiar la bola «acorde con el nivel de juego». Esto significaría bolas diferentes para los profesionales. Y en seguida se pusieron a trabajar con el Royal & Ancient para estudiar como bolas de menor distancia pueden afectar al golf. El R&A piensa que no es tan necesario. En los links, los campos se protegen bien con otras cosas que la distancia. Pero en breve veremos a alguien bajar de 60 en el Old Course. Y la realidad es que otros desportes han restringido los materiales sin mucho drama: el tenis, el beisball o el atletismo por ejemplo. Las jabalinas tuvieron que ser rediseñadas varias veces cuando los atletas se salían del campo. Y no pasa nada.

Hay mucha gente en contra de este cambio tan necesario. «No nos toquen las bolas», dicen. De entrada, los rectores de Augusta, que van por libre, no quieren oir hablar de cambios, aunque Augusta sea ya irreconocible. Los fabricantes, los menos interesados en estos cambios, aunque el CEO de Bridgestone aboga por que todos jueguen la misma bola en torneos (naturalmente una suya). No entiendo porqué, todos los jugadores podrían jugar ProV1s si esto fuese diferencial. Otros sugieren limitar a los pros los palos que pueden emplear por vuelta, a los 6 -7 palos. Otros dicen que se cambia la bola para todos, amateurs y profesionales (cosa que a mi me parece evidente). Otras soluciones son todavía más ridículas: calles más estrechas, roughs más duros, más bunkers. Otros abogan por prohibir los drivers de titanio. Racismo metalúrgico: encontrarán otro material que conseguirá más distancias.

Para mi el cáncer del golf siempre ha sido el juego lento, las rondas de más de 4 horas y media. Es posible que bolas más cortas reduzcan el tiempo de búsqueda de bolas, o quizá el juego se ralentice. No lo tengo claro. Pero sí, para los pros, sin duda y por el bien de los campos hay que hacer algo para evitar distancias tan salvajes. Y si en lugar de pegar 220 metros pegamos 200, pues bienvenidos sean.

 

 

Erin Hills: el sueño de Bob Lang

15 de junio de 2017 Deja un comentario

Semana de US Open. Por primera vez el torneo más sádico del circuito se juega en Wisconsin, un estado interior rural, muy frío en invierno y con escaso pedigree golfístico. (No es el primer major: Whisting Straits ha acogido 3 torneos del PGA; es ese campo tan salvaje donde Dustin Johnson perdió un PGA ante Martin Kaymer en 2010.)

La historia más curiosa que he leído estos días es sobre un individuo llamado Bob Lang. Un empresario local dueño de una empresa de calendarios (relativamente pequeña, llego a facturar 65 millones al año) y con una cartera de propiedades inmobiliarias que se enamoró de una finca rural en Wisconsin y soñó con transformarla en un campo de golf sede del US Open.

Atraer el US Open no es tarea sencilla. Muchos millonarios han comprado y gestionado campos de golf sin conseguirlo, entre ellos un tal Donald Trump. Pero la USGA prefiere campos públicos clásicos con historia, tipo Pebble Beach o Pinehurst. Se requieren campos con capacidad para acoger una infraestructura fuerte: tiendas, hospitalidad…

Lang compró la mayor parte del terreno en 2001 por 2,7 millones de dólares. En 2004 le mostró el terreno a Mike Davis, director del US Open. Davis se maravilló con la finca y le transmitió su entusiasmo. Y Lang pidió un préstamo de 11 millones de dólares para comenzar las obras. En 2006 se abrió al público, con greenfees a 150 dólares. Se gastó 5 millones adicionales en comprar fincas adyacentes, para que nadie construyera en los límites y estropeara las vistas.

En 2008 la USGA le premió con el US Amateur. Lang decidió gastar 2 millones adicionales para construir nuevos bunkers.

Después de gastarse 26 millones de dólares en su campo, Lang se arruinó: tuvo que venderlo todo para pagar sus deudas, incluso el propio campo en 2009, a un tal Andy Ziegler, por 10 millones. Lang hoy vive de la Seguridad Social y de la generosidad de Ziegler, que le empleó como «consultor del campo».

Los arquitectos de Erin Hills, por cierto, son Michael Hurdzan, Dana Fry y Ron Whitten. Hurdzan es el quinto arquitecto de la historia, con Jack Nicklaus, Arnold Palmer, Byron Nelson y Robert Trent Jones, Sr. en haber ganado el «gran slam» de los diseñadores de campos: el Donald Ross Award (otorgado por la Asociación Americana de Arquitectos de campos de golf), el Old Tom Morris Award (de la Asociación de Superintendentes Americana) y el Don A. Rossi Award (de los Constructores americanos). Dana Fry trabajó con Tom Fazio antes de establecerse por su cuenta, y ha trabajado mucho en Estados Unidos sobre todo. Ron Whitten ha sido editor de Golf Digest desde 1985.

La increíble hazaña de Catherine Lacoste

7 de octubre de 2014 3 comentarios

En la preciosa casa club de Chantaco, y en un lugar preferente, se puede contemplar la fotografía de una chica francesa muy sonriente con el US Open de 1967. Su nombre, Catherine Lacoste. Estuve leyendo por casualidad un relato de su hazaña de Georges Jeanneau, publicado en una revista de historiadores y coleccionista de golf, Golfinka. La historia no tiene desperdicio.

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Junio de 1967. Jack Nicklaus acaba de ganar a Arnold Palmer en Baltusrol su séptimo grande. Un amateur, Marty Fleckman, marcha líder hasta la última jornada, pero se hunde estrepitosamente el domingo y firma 80 golpes. Al final termina en el puesto 18.

Al otro lado del charco se prepara el equipo amateur Francés para disputar el European Ladies Team Championship en Portugal. Catherine, la jugadora más joven del equipo, es hija del famoso tenista Rene Lacoste y de la campeona del British Ladies Amateur Simone de la Chaume, y nieta de René Thion, fundador del campo de golf de Chantaco. Ha pasado todos los veranos de su infancia en el club de su abuelo, en San Juan de Luz. Hasta los 13 años no sabe que es la TV. Juega al golf, al tenis y hace deporte con intensidad. Es una jugadora notable, hábil con el hierro 2 y la madera 2, palos que la mayoría de chicas no usan.

Catherine anuncia a su federación que se borra del equipo. Ha decidido apuntarse al US Open. Una decisión que parecía absurda: medirse contra las mejores jugadoras profesionales era una temeridad. Los franceses apelan a su espíritu patriótico, en vano. Tampoco funciona su evidente inexperiencia: Catherine afronta su tercer torneo profesional, y su segundo US Open. Había ya disputado el US Open de 1965, quedando en el puesto 14 y segunda mejor amateur. En aquella ocasión sus padres la acompañan. Pese a todo, la decisión es firme.

Catherine Lacoste viaja sola en avión a Nueva York 10 días antes del torneo, que se jugaría del 29 de junio al 2 de julio de 1967 en el Cascades Course de The Homestead, en Hot Springs, Virginia. Allí se siente terriblemente sola, nadie presta atención a esta dulce amateur sin posibilidades.

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Catherine juega siete rondas de prácticas. El campo le gusta, le recuerda a Chantaco; no excesivamente largo, ligeramente ondulado, con árboles pero sin excesiva frondosidad. Durante las rondas celebra su 22 cumpleaños. Llena de confianza afronta la competición con un objetivo en mente: quedar como la mejor amateur. Sus rivales son lo más granado del golf femenino profesional: un grupo de jugadoras agresivas como víboras. Sandra Spuzich, la actual campeona, declara: «ningún amateur puede ganar este torneo, y lo saben».

La primera jornada juega con Murle Lindstrom, americana campeona en 1962 y que es encantadora con Catherine. Firma una tarjeta de 71 golpes, el par del campo, impresionando al público con la distancia de sus maderas y la precisión de su putt. Termina la jornada como segunda clasificada a un golpe de la líder Sandra Haynie.

La segunda jornada resulta excepcional para Catherine. Única jugadora en entregar una tarjeta bajo par, consigue una ventaja de 5 golpes sobre la australiana Margie Master, rookie del año en el circuito americano. «Jugué mucho mejor de lo que dice la tarjeta. A falta de 4 hoyos iba 4 bajo par. Tuve 7 putts de menos de cuatro metros y fallé 6. Tres tripateos y cometí un bogey y un doble bogey». Al final 70 golpes, uno bajo par.

La tercera jornada se disputa bajo un axfisiante clima pre-tormentoso. Todo el mundo espera que la pequeña francesa naufrague bajo la presión. Sin tomar muchos riesgos, sin jugar tampoco demasiado mal, Catherine perpetra 40 golpes en los primeros 9 hoyos. Pero se rehace y consigue enderezar la vuelta haciendo 34 en los segundos nueve. Mantiene su ventaja de 5 golpes sobre Margie Masters. Lo tiene más cerca.

Durante la noche del sábado al domingo llueve violentamente sobre el campo. Calles y rough están completamente encharcados. Las condiciones son durísimas. Después del primer hoyo, aumenta su ventaja a 7 golpes. Esto otorga confianza y nerviosismo a partes iguales. En el hoyo 6 cae un chaparrón y cuando llegan al green encuentra un lago. Tiene que esperar 15 minutos a que se pueda jugar. La velocidad de los greenes cambia completamente. Finalmente firma 39 golpes en los primeros 9, manteniendo una ventaja de 4 golpes.

Los nervios empiezan a atacar: comienza a fallar calles, visitar bunkers y comete tres tripateos. 5 bogeys consecutivos del 10 al 14 y parece que el cocodrilo se ahoga. Pero sigue mantenido una exigua ventaja de 2 golpes. En el 15 hace el par con un putt de 60 centímetros. En el 16, un par 5 con lago, hace un socket y comete bogey. Un golpe de ventaja. El público americano se anima, aparca sus modales y empieza a aplaudir los fallos de la francesa e incluso algunos profesionales exigen una penalidad por practicar el putt al terminar el hoyo 15, algo que la USGA permite para este torneo. Que una francesa se lleve «su» torneo es una afrenta demasiado grave.

Catherine recuerda el hundimiento de Marty Fleckman en el US masculino ese año; tal evento le obsesiona. Sabe que para ganar tiene que jugar sólido, duro, valiente, casi con actitud carnívora. Los valores del cocodrilo. Afronta el hoyo 17, un dogleg de 255 yardas con agua delante del Green. Madera 2, hierro 8 con una trayectoria alta “a la Nicklaus” y deja la bola a tres metros del hoyo. Birdie salvador. “Es aquí donde gané el US Open”, relata Catherine. “El 18 era un par 3. Con mi hierro 2 dejo la bola a 10 metros del hoyo. Tres putts me sirven para ganar. El primer putt se queda a medio metro. El segundo lo juego con suavidad, pero entra. El putt más largo de mi vida”.

Ha ganado. A las mejores. A la lluvia, a la presión, a los 5 bogeys seguidos, incluso firmando un 79. Con 10 sobre par en el total, pero dos golpes de ventaja sobre Suzie Maxwell y Beth Stone, que se reparten su premio monetario, 3600 dólares a cada una.

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Antes de recibir el trofeo, corre hacia una cabina. Llama a San Juan de Luz. Es más de medianoche en Francia. “Fue mamá quien cogió el teléfono. No la dejé ni hablar. Por primera vez en mi vida, se quedó sin palabras.” Felicita también a su padre por su cumpleaños. Rene Lacoste sólo dice una palabra a su hija: “Bravo”.

El triunfo de Catherine Lacoste revoluciona el mundo golfístico. “Cocodrile Kid”, “la hija del Cocodrilo”, “La dama asesina”, “La gran Catherine”, “Catherine se construye su propio nombre”. Todos los titulares perpetúan la leyenda de Lacoste. Es la primera amateur en ganar un US Open. La primera jugadora no americana en ganar el US Open. Y la ganadora más joven hasta 1998 cuando Se Ri Pak, una coreana, bate su record de precocidad.

Lo que parece difícil de batir es su condición de amateur campeona.

 

Golf de Chantaco, San Juan de Luz (Francia)

29 de septiembre de 2014 3 comentarios

No muy lejos de la frontera franco-española, en la localidad francesa de San Juan de Luz, se encuentra el golf de Chantaco: un campo clásico, muy bien conservado y un ejemplo de la excelencia de Harry S. Colt, quizá el más grande de los arquitectos clásicos.

Inaugurado en 1928, el campo está muy ligado al apellido Lacoste. Thion de la Chaume fue su primer presidente, seguido de su hija Madame René Lacoste, 13 veces campeona de Francia. Ella aseguró la supervivencia del club durante la guerra y su restauración en 1945. Su hija Catherine Lacoste, ganadora del US Open de 1967, también fue presidenta del club en 1974. Hoy la presidencia está en manos de Veronique Smondack, hija de Catherine.

Es un campo maduro, relativamente fácil, no muy largo (cosa comprensible por su edad) y muy, muy agradable de jugar. Un campo con cierto perfil movido, aunque sin pendientes excesivas. Colt aprovecha esta orografía para diseñar alguna gloriosa salida en alto, como en el hoyo 7. No hay demasiados bunkers; hay varios bunkers de hierba, una solución más benigna para el amateur que la arena. La segunda vuelta cuenta con obstáculos de agua aunque no obligan a tiros heroicos; siempre hay una ruta segura que evita el agua. Muchos elementos típicos de su diseño: calles movidas, doglegs, algún tiro ciego, greenes con falsos frentes, pares 3 extraordinarios… Aún así ignoro qué queda de Colt en este campo: el paso del tiempo y los comités suelen desvirtuar bastante el trabajo de los arquitectos.

Cuenta con instalaciones de prácticas para el honrado y honorable golfista: después de pagar en la casa club, te sirves los cubos de bolas que has pagado, sin control de nadie. Sospecho que en algún otro país eso sea sinónimo de bolas gratis… Otra curiosidad es que el caddy master exhibe una colección de insignias de todos los grandes clubes de golf del mundo (y desde mi visita cuenta con una más, la de mi club actual, la RSHECC).

El hoyo 1 es un par 4 totalmente plano de unos 350 metros de longitud. Estamos en un escenario muy similar al hoyo 1 del Old Course de St Andrews: una pradera anchísima que incluye las calles del 1 y del 9 y donde podemos pegar el driver a conciencia. Sólo un par de bunkers planos de calle nos puede molestar. Aquí no habrá colas para buscar bolas. Me parece el hoyo 1 modélico para acelerar un campo.

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El hoyo 2 es un par 4 en ascenso ya dentro del bosque a un green elevado y grande. Estamos en pleno bosque, por lo que sólo hay una opción: la calle.

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Una entrada a green que me recordó mucho a los greenes de Pedreña o de Sant Cugat, otros campos españoles de Colt: además de un bunker frontal protector, el frente del green es falso y que las bolas cortas caerán como en un tobogán. El green además está dividido por un nervio y con una pendiente constante hacia la entrada que implica putts con caídas francamente emocionantes.

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Otra de las señas de identidad de Colt son su serie de pares 3. En este caso, Colt ubica el green en lo alto de una pequeña colina. El tee está en otra colina adyacente, lo que obliga a llegar a green. Otro green con caída constante en toda su superficie.

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Después del un par 4 recto, el hoyo 5 es una maravilla de movimiento. Tras una salida semiciega, la calle desciende abruptamente hacia una vaguada. El green está en lo alto de la vaguada por el extremo contrario. El tiro es una maravilla.

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Espectacular salida la del hoyo 6 desde lo alto. Un par 5 para masacrar el driver. La calle gira ligeramente hacia la parte  izquierda. Un pequeño bunker de calle en la parte derecha de la calle y otro más grande en la derecha del green. El tiro de approach al green tiene su gracia porque la calle desciende hacia el mismo, y hay que botar bastante antes si queremos parar la bola en green.

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El hoyo 7 es un par 3 espléndido. Green en alto, con superficie inclinada y escoltado por dos bunkers en la derecha y mucho árbol en la izquierda. Posteriormente el 8 discurre en sentido contrario hacia un green alargado guardado por obstáculo de agua.

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Para terminar la primera vuelta, volvemos a la pradera del hoyo 1. Un par 4 sin mayor problema que los dos bunkers en la parte central de la pradera y las mansiones por la parte derecha.

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La segunda vuelta es más abierta, más sencilla, menos encerrada entre bosques, quizá con menos carácter que la primera. Tras un par 3 sencillo, el hoyo 11 es un curioso y discutible par 4 con una calle estrechísima que serpentea entre dos colinas. El green está en la parte derecha al fondo.

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Un par 3 corto continúa en una zona más abierta. El obstáculo de agua no debería entrar en juego salvo para los que piensen demasiado «no la tires al agua…».

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El hoyo 13 nos enfrenta a un par 5 recto y plano como una pista de aterrizaje y con obstáculo de agua por la parte derecha. Varios bunkers salpican el borde izquierdo de la calle. Es un hoyo para atacar el birdie.

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Ascendemos a un tee elevado para disfrutar de un grandioso par 3. El pequeño estanque en frente del green seguro que almacena infinidad de bolas. También hay bunkers rodeando el green.

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Otra preciosa salida en el 15, un par 4 en ligero dogleg y con calle ligeramente inclinada de derecha a izquierda. El green está guardado por un bunker en pendiente por la parte superior que impide el ataque por ese lado.

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El hoyo 16 es el último par 5 del recorrido. Una calle ancha, generosa donde el único problema es el pequeño estanque y arroyo que cruzan la calle antes del green. Este arroyo ofrece un interesante dilema estratégico: ¿intentamos llegar a green de dos o aseguramos el tiro antes del estanque para dejarnos 120 metros?

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Cruzamos la carretera para terminar el recorrido en los hoyos 17 y 18, junto al campo de prácticas. Son dos hoyos algo sosos, bonitos pero lejos de la altura de los de la primera vuelta. Enmarcado en las montañas del Pirineo, el 17 es un gran par 4 relativamente largo y con un green pequeño y bien guardado por bunkers y lomas. El 18 nos dibuja un pequeño dogleg hacia la izquierda a un green también pequeño y protegido por pequeñas lomas.

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Sede del Lacoste Ladies Open de Francia, Azahara Muñoz acaba de proclamarse campeona por segundo año consecutivo. Un vídeo del resumen con imágenes del campo:

 

 

 

Hoyos Clásicos: el hoyo Redan

21 de julio de 2014 1 comentario

Redan«Toma una superficie de tierra estrecha, inclínala ligeramente de derecha a izquierda, construye un bunker profundo en la parte frontal, ubica el tee de forma que el green se juegue en diagonal, y ya tienes el Redan.» -C.B. MacDonald.

Quizá el más famoso de todos los hoyos clásicos, el Redan es un par 3 definido así por C. B. MacDonald, su descubridor y mayor valedor. La palabra Redan proviene del francés y se refiere a un tipo de fortificación con tramos que apuntan al exterior, y ésta es la función del bunker frontal: hacerle pensar en la mejor manera de atacar este green. La estrategia puede variar enormemente en función del viento, la posición de la bandera y la habilidad de cada jugador. ¿Bola abierta sobre el bunker para tratar de frenar la bola en green? ¿Bola cerrada, sorteando el bunker, pero con riesgo de no poder parar la bola? Si se juega una bola cerrada, hay que botarla en el principio de green.

El hoyo Redan original es el hoyo 6 de North Berwick (hoy el 15) y era una par 3 de 180 yardas con el green estrecho, ligeramente elevado y con una fuerte caída de frente a fondo y que forma 45 grados con respecto a la línea de juego. Cuenta con dos bunkers: uno atrás y sobre todo uno profundo en la parte frontal. Es obra del Davie Strath, greenkeeper y jugador amigo de Tom Morris hijo y con quien jugó numerosos partidos de exhibición por Escocia. (Foto de aquí)

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MacDonald copió este hoyo en su mítico y ya comentado National Golf Links of America. El hoyo 4 de este campo mejora al Redan original porque permite, desde el tee, contemplar todo el green. La caída del green entre el frente y el fondo del green es brutal, superior al metro y medio. En muchos de sus diseños adoptó este tiro a green en sus pares 4 y 5. La foto, de aquí.

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El Redan es quizá el más afamado de los hoyos clásicos. Hay hoyos inspirados en el Redan por todo el mundo. Quizá el más comentando es l hoyo 7 de Shinnecok Hills, especialmente famoso por el US Open del 2004 que ganó Retief Goosen en una de las preparaciones de campo más salvajes que se recuerdan. Es un monstruo de 183 yardas al que los socios apodan «RedMan» o «DeadMan». El 7 fue una auténtica carnicería: En la jornada del sábado sólo un 27% de los jugadores consiguieron poner la bola en green. El domingo, sólo el 15%. Retief Goosen, el campeón, lo consiguió (ver vídeo, min 5.29). Phil Mickelson, su más inmediato perseguidor, se fue al bunker frontal (min 2.40). Un hoyo con muy pocos fans entre los profesionales, como  explica este artículo.

Un ejemplo clásico en España, es el hoyo 14 del campo de Neguri, en Punta Galea, obra de Javier Arana.

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Hay muchísimos más, por si quieren aportar alguno.

Más información en este artículo de Crónica Golf, «El hoyo que hace pensar».

La Faisanera Golf (Palazuelos de Eresma), Segovia

10 de May de 2014 1 comentario

A escasos kilómetros de La Granja, en Segovia, está el campo de La Faisanera Golf, un campo joven, muy expuesto al viento y a unas vistas magníficas de toda la sierra segoviana. Al menos eso me contaron, porque tuve que jugar todo el recorrido bajo un cerrado cielo emcapotado. Llovió con intensidad durante los primeros hoyos. Y cuando dejó de llover empezó a soplar el viento de manera huracanada. En la foto el green del 18, con la enorme casa club al fondo.

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El diseño del campo es del campeón español Txema Olazábal y del  arquitecto José Luis Bastarreche. De Olazábal ya comenté otro campo en este blog, Margas Golf. En una finca más o menos plana Olazábal ha encajado un diseño muy variado, divertido, con buenos pares 5, pares 3 no demasiado largos (como es costumbre) y algún par 4 interesante. Greenes elevados protegidos por bunkers y rough, mucho rough.

A medida que voy jugando campos diferentes, me voy reafirmando en lo que creo que es una verdad universal: un campo que se defiende con rough es un mal campo. Proteger un hoyo con rough es un recurso abundante pero nunca seductor, salvo en un US Open. Y si encima el rough está en condiciones injugables, el campo pierde todo su atractivo. Entiendo que este aspecto escape la mesa de diseño de Txema Olazábal y sea más imputable a los responsables de mantenimiento de este campo. En La Faisanera encontramos mucho rough del malo: grandes mechones de hierba densa combinados con zonas de calvas y piedras, todo a escasos metros del borde de la calle. Por un metro de diferencia tu bola pasa de reposar en hierba segada al ras a estar completamente injugable. El castigo es excesivo para penalizar el error. Esto oscurece completamente cualquier consideración sobre los méritos del campo, que los tiene, y convierte la vuelta en una lotería dramática.

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Greenes semielevados, defendidos por varios bunkers que suelen ser mejor lugar que el temible e injusto rough que rodea a calles y greenes. En la imagen, el green del hoyo 1, un par 5 cuya calle está cortada por un pequeño arroyo invisible que entra en juego.

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El hoyo 5 también tiene un aspecto bastante discutible en su diseño. En este par 4 la parte derecha es, por alguna razón, un área protegida marcada como fuera de límites. El jugador no es consciente hasta que se acerca hasta la zona de caída de la bola. Y por la derecha de la calle hay un gran bunker en la zona de caída del drive. Por lo que es una salida francamente difícil sobre todo con viento en contra.

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El hoyo 6 es un notable par 5 en dogleg hacia la izquierda. Una salida preciosa con su riesgo recompensa.

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Otro hoyo notable es el hoyo 8. Un dogleg hacia la derecha, pero conviene salir por la parte izquierda para poder tener tiro a green sin que molesten los árboles. El green está protegido por un green temible por su parte derecha.

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El hoyo 12 es un precioso par 3 cortito y con salida en alto. Un bunker frontal protege todo el green, y un árbol que supongo en primavera pondrá más problemas. El fuera de límites amenaza por la derecha. El green es bastante más grande de lo que parece.

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El hoyo 13 es un estupendo par 5. Una salida en subida hacia una calle que gira completamente hacia la derecha. El drive ideal debe abrir al final para no caer en el bunker gigante que protege el alto de la calle. Después hay que apretar con furza para llegar a un green protegido por bunkers. Toda la parte izquierda es una tapia.

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Después de otro par 4, el hoyo 15 quizá sea el hoyo más bonito del campo. No es un par 5 largo, pero hay que ser preciso para evitar sus peligros. Después de una salida donde debemos evitar vernos bloqueados por las encinas, tenemos un segundo tiro precioso en una calle escoltada por una serie de bunkers por la parte izquierda. Cerca del green dos bunkers profundos protegen su entrada.

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El hoyo 16 enfrenta una subida ascendente, hacia una calle que gira hacia la derecha, ya en bajada: contra el viento es una salida muy tensa porque hay que apretar para tener tiro a  green.

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El green está abrazado por el mismo lago que protege al hoyo 17.

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Para terminar el campo un tremendo hoyo 18, con una ría cruzando la calle y agua protegiendo todo el costado derecho hasta el green. Incluso para los que se pasen el lago del hoyo 10 puede entrar en juego. Un hoyo de riesgo recompensa francamente bueno.

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Los mejores pares 4 cortos del PGA Tour

30 de diciembre de 2013 2 comentarios

Con el título de «El poder y la gloria» la revista GolfWorld publicó hace algunos meses una relación de los mejores pares 4 del PGA Tour alcanzables con el driver (por los pros). Con una longitud entre 250 y 300 metros aproximadamente, estos hoyos, casi siempre ubicados en los segundos nueve hoyos, suelen ofrecer una maravillosa combinación de gloria (eagle) y perdición (muchos bogeys). Por muy buenos jugadores que sean, son seres humanos, y pocos pros se resisten a la tentación del «puedo llegar…, pues nada, ¡a por el green!». Cada hoyo esconde multitud de dramáticas historias de ese jugador que malogró su vuelta por intentar alcanzar la gloria. La lista de hoyos es fantástica así que la transcribo añadiendo fotos y comentarios:

Hoyo 14 del Plantation Course en Kapalua (Hawai).  Desde barras negras son 305 yardas, es decir, 279 metros. Se dispara al green más pequeño del recorrido. El campo es famoso por ser sede del torneo de los campeones, el Hyundai Tournament of Champions, el torneo que inaugura el año. Ojo al glorioso hoyo 18 final en bajada. Stuart Appleby ganó el torneo a pesar de cometer 2 de sus 7 bogeys en el SBS Championship del 2004 en este hoyo «fácil».

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El hoyo 10 del Waialae Country Club, Honolulu, sede del Sony Open in Hawaii. Es el hoyo 1 del campo para socios, que se juega como 10 en el Sony Open. El torneo se celebra la semana posterior al Hyundai Tournament of Champions en el mes de enero. Adjunto el plano del mismo.

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El hoyo 10 de Riviera Country Club en California. Todo un clásico del calendario. Pese a sus 315 yardas, en cada edición del Northern Trust Open este famoso hoyo causa tantos problemas que se le apoda el «par 5 más corto del mundo».

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El hoyo 17 del Stadium Course – TPC Scottsdale en Arizona. El Waste Management Phoenix Open es el torneo más ruidoso del mundo, y su hoyo 16 par 3 es un espectáculo impresionante con más de 25000 aficionados en sus gradas, alguno con demasiadas cervezas. El 17 es el hoyo de la izquierda en la foto: los bunkers de calle están suficientemente lejos para intentar llegar al green, pero si el jugador cierra la bola se bañará.

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El hoyo 14 de Quail Hollow Club, Charlotte (North Carolina). Sede del Wells Fargo Championship, que se celebra en la primera semana de mayo. En este divertido par 4, el agua aguarda a los valientes por la izquierda, protegiendo este movido y alargado green. Este campo acogerá el PGA Championship en 2017.

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Hoyo 11 del TPC Four Seasons Resort Las Colinas en Texas. Sede del HP Byron Nelson Championship.  Con la bandera a la izquierda de este green alargado, la bola debe volar por encima del agua. Pese a su escasa longitud, el hoyo suele ofrecer una media golpes superior a 4. En la foto, el sudafricano Rory Sabatinni intentando llegar a green.

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Hoyo 15 del TPC River Highlands, Connecticut. Campo donde se juega el Travellers Championship la semana posterior al US Open. Con 296 yardas, es decir 271 metros, este es el par 4 más corto del PGA Tour. Además de multitud de bunkers a ambos lados de la calle, el hoyo se ataca desde un tee elevado a un green resguardado por agua en la izquierda y una colina de hierba altísima por la derecha. Encima de la colina hay casas, por lo que el fuera de límites entra bastante en juego. Un hoyo para ver varios eagles y muchos bogeys. La vista desde atrás da fe de la excelencia del green y de sus gloriosos contornos.

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El hoyo 4 del TPC Boston en Massachusets. Sede del primer torneo de los play-offs de la Fedex Cup, el Deutsche Bank Championship. Con 298 yardas, el hoyo presenta un aspecto muy similar al hoyo 10 de Merion. Ir a green tiene su riesgo por el enorme bunker de entrada.

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El Hoyo 15 del TPC Summerlin, Las Vegas cierra la serie. Sede del Justin Timberlake Shiners Hospitals for Children Open, que se juega después de los play-offs en octubre. Con 341 yardas,  el green elevado está bien resguardado por 5 bunkers y por el desierto de Nevada.

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Feliz 2014 a todos y que podamos disfrutar todos de muchas vueltas de golf con numerosos birdies.

Juego de Honor, o el mejor partido de la historia

22 de octubre de 2013 Deja un comentario

Hoy vamos al cine. El golf tiene la tendencia en la gran pantalla, cuando no explora la comedia algo idiota (como en Caddyshack),  a derivar hacia discursos sobre paz interior, equilibrio mental y filosofías pseudo-orientales que suelen oscilar entre lo profundo y lo ridículo. Ya comenté el estrepitoso fracaso de Siete días en Utopía, una adaptación de la clásica historia del joven impulsivo que se encuentra a sí mismo gracias al viejo y experimentado entrenador, tan manida en westerns y películas de Disney. Otra película de golf, La leyenda de Bagger Dance, también flirtea con la educación del alma, aunque con bastante más éxito.

Por eso ver Juego de Honor, una película producida por Disney, es una enorme sorpresa. Estamos ante una gran película sobre el golf porque aborda uno de sus aspectos más atractivos: la competición.

Literalmente la traducción del título debería haber sido «El mejor partido de la historia», y hace referencia a la increíble edición del US Open de 1913 en Brookline, Boston. Un amateur local, Francis Ouimet, junto con un caddie-niño con 10 años de edad, Eddie Lowry, batía en un play off a las dos grandes figuras del momento: Harry Vardon y Ted Ray. Harry Vardon ganó 6 Open Championships y es quizá el jugador inglés más exitoso de la historia. Su perfil adorna el logotipo del European Tour. Lo que hizo Ouimet es, simplemente, estratosférico. Aquí le vemos junto a sus dos contendientes:

Ouimet1913

Como buen Disney, la película cuenta con los ingredientes clásicos de esta factoría: una historia de sueños cumplidos, un héroe joven e inexperto, un villano, un niño y la princesa. Es difícil retratar a Harry Vardon o a cualquier otro oponente como villano en un juego de honor como el golf. Así que el malo es Lord Northcliffe, una especie de magnate de los medios de la época, al que el film muestra como un clasista despiadado que desprecia a Francis Ouimet (y a sus contrincantes) por no ser un caballero. La realidad es que en esa época los amateurs que jugaban al golf eran todos caballeros, y los profesionales estaban en un escalón inferior. Pero los esterotipos de clase funcionan perfectamente bien, y uno no puede sino emocionarse ante el irresistible triunfo de un pobre amateur, ayudado por un caddie con 10 años de edad y mucho carácter, ante las más grandes glorias del momento.

Esta es una de las grandezas del golf y esto lo vemos casi cada fin de semana: un deporte que en la alta competición es abierto como pocos, y donde cada año cualquier jugador puede dar la gran sorpresa e imponerse en cualquier torneo, por grande que éste sea.

La película se puede ver íntegra en este link.

Muerte en el hoyo 18

3 de abril de 2013 2 comentarios

Muerte en el hoyo 18

No conocía la obra del escritor Harlan Coben y sus novelas de misterio protagonizadas por el agente deportivo Myron Bolitar. Hace poco cayó en mis manos la cuarta novela de su serie, y su título me decidió a adentrarme en su trama. Se titula «Muerte en el hoyo 18«, una traducción algo vulgar del original «Back Spin».

Tanto el autor como el personaje demuestran desde el principio su desconocimiento absoluto del golf. Estamos ante una novela negra ambientada en un US Open, nada menos que en Merion (la sede del US Open de este 2013), aunque lo mismo hubiera sido ubicarla en un campeonato de lucha grecorromana o en una exposición de tulipanes. El autor se despacha a gusto con una amplia gama de tópicos y prejuicios: que la ropa de golf es fea y ridícula, que si los golfistas no tienen sentido del humor, son unos «ricos repipis, con esa inflexión gangosa que prefiere mami a mamá«, que si «la palabra deporte no le hace justicia», el club privado como sinónimo de «somos elitistas y a usted no lo queremos» o «las minorías étnicas por la entrada de servicio», etcétera. «Todos los deportes tienen su jerga particular, pero la empleada para el golf era una especie de rap para ricos». Algún personaje intenta explicar al autor lo que es el golf, pero todo queda como si este juego fuese una intrascendente droga blanda para pijos.

El traductor también se apunta a la fiesta de la ignorancia y nos otorga determinados conceptos golfísticos inéditos: en este libro los jugadores «lanzan bolas» desde el campo de prácticas y cuando alguien da un buen golpe los espectadores exclaman «¡bonito estilo!». Y en el momento culminante del US Open el jugador protagonista «lanzó el putt».

El autor pasa por ser una celebridad en el mundo de la novela negra, y lo cierto es que los diálogos son ingeniosos y llenos de ironía. La novela no ganará premios ni arrancará ovaciones pero se deja leer. Quizá por ello uno aguarda al final de la novela antes de «lanzarla» al fuego.

Increíblemente el autor omite mencionar uno de los hechos más curiosos de este famoso campo de Pennsylvania. En el East Course de Merion los hoyos no tienen banderas rematando las astas, sino cestas. Esto hace que uno no sepa la dirección del viento al ver la bandera. Nos divertiremos en el US Open.

Merion-Golf-Club-East

Foto de aquí

La Ryder 2012, el mejor evento deportivo del siglo XXI

1 de octubre de 2012 5 comentarios

Existen pocas dudas de que la Ryder Cup 2012 ha sido el acontecimiento deportivo más apasionante de lo que llevamos de siglo. La Ryder Cup es una competición donde se juega algo tan importante como el honor de dos continentes. No hay dinero para el ganador. No hay publicidad en las camisetas ni en las gorras. Una batalla golfística y honorable, donde dos equipos luchan hasta la extenuación y, al final, un equipo derrotado felicita al ganador con un amistoso apretón de manos. En un juego tan técnico como el golf es un espectáculo inigualable ver luchar a veinticuatro deportistas de élite por el honor de la victoria, con un arsenal de fe, garra y corazón.

La increíble remontada del equipo europeo liderado por José María Olazábal nos mantuvo pegados al televisor muchas horas, jugó con nuestra tensión y arrancó gritos y lágrimas con el putt decisivo de Martin Kaymer. Fue un evento único y raro de los que se dan cada 100 años, uno de esos momentos deportivos que desafían la lógica y donde lo imposible se hace real.

Hay muchos instantes memorables para gozar de este Medinahzo:

La remontada brutal de Ian Poulter, con 5 birdies en los cinco hoyos finales de la jornada del sábado, y con la mirada de Poulter, una mirada que arruga hasta el acero. Poulter, durante una semana cada dos años, es el número 1 del mundo.

La vuelta impresionante del debutante Nicola Colsaerts del viernes, con 8 birdies y un eagle contra dos huesos como Tiger Woods y Steve Striker, y con Lee Westwood de privilegiado acompañante.

El paseo militar de Paul Lawrie, Chippie, que masacró a Brant Snedeker, quizá el americano más en forma en Medinah, como quien da un paseo. En la foto, el chip que embocó y que fue considerado mejor golpe de la jornada.

El partidazo de un criticado Luke Donald ante Bubba Watson, un primer punto que nos empujó a todos a creer más en la victoria.

El alucinante putt de Justin Rose en el 17 para batir a un durísimo Phil Mickelson, el mejor Mickelson que se ha visto jamás en una Ryder. Rose venía de embocar otro putt estratosférico.

Los desgraciados dos hoyos finales de Jim Furyk, al que se le aparecieron de nuevo los fantasmas del US Open y del Firestone y que vio cómo su partido ganado frente a Sergio García se tornaba en una amarga derrota con dos bogeys seguidos. Otro veterano ilustre que se marchó a casa con un rosco fue Steve Striker.

El putt de Martin Kaymer, que restituía el honor de los alemanes en la Ryder, haciendo olvidar por fin el putt de Langer en 1999.

Un diario deportivo catalán, Sport, recogía en portada el resultado de la Ryder con un titular que sobrepasa el ridículo para adentrarse en el terreno de la estulticia. Acompañado de una fotografía del ex-entrenador con sus tres hijos, la noticia es: Guardiola vibró en la Ryder.