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Erin Hills: el sueño de Bob Lang

15 de junio de 2017 Deja un comentario

Semana de US Open. Por primera vez el torneo más sádico del circuito se juega en Wisconsin, un estado interior rural, muy frío en invierno y con escaso pedigree golfístico. (No es el primer major: Whisting Straits ha acogido 3 torneos del PGA; es ese campo tan salvaje donde Dustin Johnson perdió un PGA ante Martin Kaymer en 2010.)

La historia más curiosa que he leído estos días es sobre un individuo llamado Bob Lang. Un empresario local dueño de una empresa de calendarios (relativamente pequeña, llego a facturar 65 millones al año) y con una cartera de propiedades inmobiliarias que se enamoró de una finca rural en Wisconsin y soñó con transformarla en un campo de golf sede del US Open.

Atraer el US Open no es tarea sencilla. Muchos millonarios han comprado y gestionado campos de golf sin conseguirlo, entre ellos un tal Donald Trump. Pero la USGA prefiere campos públicos clásicos con historia, tipo Pebble Beach o Pinehurst. Se requieren campos con capacidad para acoger una infraestructura fuerte: tiendas, hospitalidad…

Lang compró la mayor parte del terreno en 2001 por 2,7 millones de dólares. En 2004 le mostró el terreno a Mike Davis, director del US Open. Davis se maravilló con la finca y le transmitió su entusiasmo. Y Lang pidió un préstamo de 11 millones de dólares para comenzar las obras. En 2006 se abrió al público, con greenfees a 150 dólares. Se gastó 5 millones adicionales en comprar fincas adyacentes, para que nadie construyera en los límites y estropeara las vistas.

En 2008 la USGA le premió con el US Amateur. Lang decidió gastar 2 millones adicionales para construir nuevos bunkers.

Después de gastarse 26 millones de dólares en su campo, Lang se arruinó: tuvo que venderlo todo para pagar sus deudas, incluso el propio campo en 2009, a un tal Andy Ziegler, por 10 millones. Lang hoy vive de la Seguridad Social y de la generosidad de Ziegler, que le empleó como «consultor del campo».

Los arquitectos de Erin Hills, por cierto, son Michael Hurdzan, Dana Fry y Ron Whitten. Hurdzan es el quinto arquitecto de la historia, con Jack Nicklaus, Arnold Palmer, Byron Nelson y Robert Trent Jones, Sr. en haber ganado el «gran slam» de los diseñadores de campos: el Donald Ross Award (otorgado por la Asociación Americana de Arquitectos de campos de golf), el Old Tom Morris Award (de la Asociación de Superintendentes Americana) y el Don A. Rossi Award (de los Constructores americanos). Dana Fry trabajó con Tom Fazio antes de establecerse por su cuenta, y ha trabajado mucho en Estados Unidos sobre todo. Ron Whitten ha sido editor de Golf Digest desde 1985.

The Preserve at Verdae, Greenville (Carolina del Sur)

11 de abril de 2017 1 comentario

En la semana del Masters de Sergio, obligaciones profesionales me llevan a una pequeña ciudad en el estado de Carolina del Sur, en Estados Unidos. Con un vuelo de vuelta a las 3 de la tarde, hay tiempo más que suficiente para una ronda de golf. A las 7.40 hay luz suficiente, como se ve en esta fotografía del tee del 10.

Carolina del Sur es uno de los estados más golfísticos de Estados Unidos: Myrtle Beach inventó el supermercado del golf: hoy, desde Georgetown hasta Little River, se extienden 60 millas de playas en lo que se conoce como el Grand Strand, y en ellas hay más de 100 campos públicos firmados por todos los arquitectos de prestigio. En Charleston, hay un campo Ryder, el Ocean Course at Kiawah Island Resort. Hilton Head, con su icónico faro rojiblanco, acoge en el campo de Pete Dye el RBC Heritage.

A 400 km de la costa Greenville es la sexta ciudad del estado, con medio millón de personas en su área metropolitana (y bastantes más ardillas). Todo parece un inmenso bosque salpicado de casas. Sólo en Greenville hay 11 campos de golf públicos (y muchos privados que no permiten jugar más que con invitación). Me decidí por este precioso parkland, antes llamado Verdae Greens Golf Club, que acoge desde hace varios años un torneo del Web.com, el segundo circuito americano.

El cambio de nombre responde a que el campo es de facto una reserva natural, y durante el recorrido uno se cruza con todo tipo de aves.

En este artículo explican que otorgar parte del campo a la naturaleza no sólo ha beneficiado a los animales: también el coste del mantenimiento del campo se ha reducido sustancialmente.

Excepto calles y rough todo tiene un aspecto de naturalidad salvaje. Todo el campo está recorrido por multitud de arroyos, lagos y peligros que hacen que el jugador menos atinado pueda sufrir una pérdida sustancial de bolas. En la foto, el green del 11, para el que hay que volar 170 metros de lago.

El campo es una maravilla diseñada por Willard Byrd (1919-2004), un arquitecto que ha trabajado con intensidad en el suroeste de Estados Unidos firmando más de 100 campos, incluyendo 10 en Mytle Beach. Este es uno de los tiros más espectaculares, en el hoyo 8 a un green en vaguada.

Como siempre en todos los campos americanos, hasta 5 tees diferentes para cada nivel de juego. El starter te pregunta el hándicap y te dice desde qué tee salir. Elegir un tee muy retrasado es absurdo por la longitud brutal a la que te enfrentas.

Este par 4, el hoyo 3, muy similar al hoyo 11 de Druids Glenn, exige cruzar un arroyo dos veces para llegar a un green muy escondido en la parte derecha. No tiene sentido tener que jugarlo como un par 5 si uno se va a las 458 yardas de los tees negros.

Lo que más llama la atención son los greenes, unas plataformas enormes y que jamás te darán un putt recto. Greenes con muchísimo movimiento, en ocasiones con pianos, o simplemente con caídas diagonales, no te dejan un putt para respirar aliviado. En la foto el green del 9, con tres pianos.

Otro ejemplo de green enorme y movido, el del 18, con su bandera americana.

En la calle las estacas marcan las 150 yardas al centro de green. A pesar del aspecto amarillento, la hierba bermuda se comporta perfectamente. Los campos de esta zona no admiten otra hierba que aguante el calor veraniego.

En definitiva un precioso y extenso campo de golf de los que seguramente hay miles en ese país.

 

 

 

Un nuevo campo de golf en Nueva York

11 de marzo de 2015 2 comentarios

El 1 de abril se inaugura en Nueva York el primer campo de golf en 52 años. Desde hoy pueden ustedes hacer sus reservas por internet. El campo es público y se llama Trump Golf Links at Ferry Point. El diseñador: Jack Nicklaus. El promotor: Donald Trump. 0W8A0174 El campo está localizado en el Bronx, sobre un antiguo vertedero. Reconvertirlo en campo de golf ha costado la friolera de 269 millones de dólares. Esto hace que sea el campo público más caro de la historia de Estados Unidos. Donald Trump se está creando una colección de campos impresionante, muchos sedes futuras (o pasadas) de Grandes: Trump National Bedminster en New Jersey (sede del PGA de 2022), Doral en Miami (sede del Cadillac Championship), Trump International Golf Links en Aberdeen… Su penúltima adquisición: Turnberry en Escocia (4 Opens). Trump significa lujo y calidad golfística. Pronto veremos un torneo del PGA Tour en este nuevo campo neoyorkino. 0W8A0115 Disfrutar de las vistas del skyline de Manhattan no será excesivamente caro, para lo que es el golf en Estados Unidos: lo más barato será 141 dólares para residentes entre semana. Para no residentes en fin de semana, habrá que pagar 215 dólares.

La increíble hazaña de Catherine Lacoste

7 de octubre de 2014 3 comentarios

En la preciosa casa club de Chantaco, y en un lugar preferente, se puede contemplar la fotografía de una chica francesa muy sonriente con el US Open de 1967. Su nombre, Catherine Lacoste. Estuve leyendo por casualidad un relato de su hazaña de Georges Jeanneau, publicado en una revista de historiadores y coleccionista de golf, Golfinka. La historia no tiene desperdicio.

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Junio de 1967. Jack Nicklaus acaba de ganar a Arnold Palmer en Baltusrol su séptimo grande. Un amateur, Marty Fleckman, marcha líder hasta la última jornada, pero se hunde estrepitosamente el domingo y firma 80 golpes. Al final termina en el puesto 18.

Al otro lado del charco se prepara el equipo amateur Francés para disputar el European Ladies Team Championship en Portugal. Catherine, la jugadora más joven del equipo, es hija del famoso tenista Rene Lacoste y de la campeona del British Ladies Amateur Simone de la Chaume, y nieta de René Thion, fundador del campo de golf de Chantaco. Ha pasado todos los veranos de su infancia en el club de su abuelo, en San Juan de Luz. Hasta los 13 años no sabe que es la TV. Juega al golf, al tenis y hace deporte con intensidad. Es una jugadora notable, hábil con el hierro 2 y la madera 2, palos que la mayoría de chicas no usan.

Catherine anuncia a su federación que se borra del equipo. Ha decidido apuntarse al US Open. Una decisión que parecía absurda: medirse contra las mejores jugadoras profesionales era una temeridad. Los franceses apelan a su espíritu patriótico, en vano. Tampoco funciona su evidente inexperiencia: Catherine afronta su tercer torneo profesional, y su segundo US Open. Había ya disputado el US Open de 1965, quedando en el puesto 14 y segunda mejor amateur. En aquella ocasión sus padres la acompañan. Pese a todo, la decisión es firme.

Catherine Lacoste viaja sola en avión a Nueva York 10 días antes del torneo, que se jugaría del 29 de junio al 2 de julio de 1967 en el Cascades Course de The Homestead, en Hot Springs, Virginia. Allí se siente terriblemente sola, nadie presta atención a esta dulce amateur sin posibilidades.

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Catherine juega siete rondas de prácticas. El campo le gusta, le recuerda a Chantaco; no excesivamente largo, ligeramente ondulado, con árboles pero sin excesiva frondosidad. Durante las rondas celebra su 22 cumpleaños. Llena de confianza afronta la competición con un objetivo en mente: quedar como la mejor amateur. Sus rivales son lo más granado del golf femenino profesional: un grupo de jugadoras agresivas como víboras. Sandra Spuzich, la actual campeona, declara: «ningún amateur puede ganar este torneo, y lo saben».

La primera jornada juega con Murle Lindstrom, americana campeona en 1962 y que es encantadora con Catherine. Firma una tarjeta de 71 golpes, el par del campo, impresionando al público con la distancia de sus maderas y la precisión de su putt. Termina la jornada como segunda clasificada a un golpe de la líder Sandra Haynie.

La segunda jornada resulta excepcional para Catherine. Única jugadora en entregar una tarjeta bajo par, consigue una ventaja de 5 golpes sobre la australiana Margie Master, rookie del año en el circuito americano. «Jugué mucho mejor de lo que dice la tarjeta. A falta de 4 hoyos iba 4 bajo par. Tuve 7 putts de menos de cuatro metros y fallé 6. Tres tripateos y cometí un bogey y un doble bogey». Al final 70 golpes, uno bajo par.

La tercera jornada se disputa bajo un axfisiante clima pre-tormentoso. Todo el mundo espera que la pequeña francesa naufrague bajo la presión. Sin tomar muchos riesgos, sin jugar tampoco demasiado mal, Catherine perpetra 40 golpes en los primeros 9 hoyos. Pero se rehace y consigue enderezar la vuelta haciendo 34 en los segundos nueve. Mantiene su ventaja de 5 golpes sobre Margie Masters. Lo tiene más cerca.

Durante la noche del sábado al domingo llueve violentamente sobre el campo. Calles y rough están completamente encharcados. Las condiciones son durísimas. Después del primer hoyo, aumenta su ventaja a 7 golpes. Esto otorga confianza y nerviosismo a partes iguales. En el hoyo 6 cae un chaparrón y cuando llegan al green encuentra un lago. Tiene que esperar 15 minutos a que se pueda jugar. La velocidad de los greenes cambia completamente. Finalmente firma 39 golpes en los primeros 9, manteniendo una ventaja de 4 golpes.

Los nervios empiezan a atacar: comienza a fallar calles, visitar bunkers y comete tres tripateos. 5 bogeys consecutivos del 10 al 14 y parece que el cocodrilo se ahoga. Pero sigue mantenido una exigua ventaja de 2 golpes. En el 15 hace el par con un putt de 60 centímetros. En el 16, un par 5 con lago, hace un socket y comete bogey. Un golpe de ventaja. El público americano se anima, aparca sus modales y empieza a aplaudir los fallos de la francesa e incluso algunos profesionales exigen una penalidad por practicar el putt al terminar el hoyo 15, algo que la USGA permite para este torneo. Que una francesa se lleve «su» torneo es una afrenta demasiado grave.

Catherine recuerda el hundimiento de Marty Fleckman en el US masculino ese año; tal evento le obsesiona. Sabe que para ganar tiene que jugar sólido, duro, valiente, casi con actitud carnívora. Los valores del cocodrilo. Afronta el hoyo 17, un dogleg de 255 yardas con agua delante del Green. Madera 2, hierro 8 con una trayectoria alta “a la Nicklaus” y deja la bola a tres metros del hoyo. Birdie salvador. “Es aquí donde gané el US Open”, relata Catherine. “El 18 era un par 3. Con mi hierro 2 dejo la bola a 10 metros del hoyo. Tres putts me sirven para ganar. El primer putt se queda a medio metro. El segundo lo juego con suavidad, pero entra. El putt más largo de mi vida”.

Ha ganado. A las mejores. A la lluvia, a la presión, a los 5 bogeys seguidos, incluso firmando un 79. Con 10 sobre par en el total, pero dos golpes de ventaja sobre Suzie Maxwell y Beth Stone, que se reparten su premio monetario, 3600 dólares a cada una.

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Antes de recibir el trofeo, corre hacia una cabina. Llama a San Juan de Luz. Es más de medianoche en Francia. “Fue mamá quien cogió el teléfono. No la dejé ni hablar. Por primera vez en mi vida, se quedó sin palabras.” Felicita también a su padre por su cumpleaños. Rene Lacoste sólo dice una palabra a su hija: “Bravo”.

El triunfo de Catherine Lacoste revoluciona el mundo golfístico. “Cocodrile Kid”, “la hija del Cocodrilo”, “La dama asesina”, “La gran Catherine”, “Catherine se construye su propio nombre”. Todos los titulares perpetúan la leyenda de Lacoste. Es la primera amateur en ganar un US Open. La primera jugadora no americana en ganar el US Open. Y la ganadora más joven hasta 1998 cuando Se Ri Pak, una coreana, bate su record de precocidad.

Lo que parece difícil de batir es su condición de amateur campeona.

 

Cherokee Run Golf Club, Georgia (USA)

15 de May de 2014 3 comentarios

«Si piensas en algo parecido a Augusta y el desarrollo del golf en estos años… creo firmemente que Cherokee Run es uno de los mejores campos de golf del mundo .»  – Arnold Palmer

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Abro este post con estas laudatorias palabras, recogidas en la web del campo, del rey Arnold Palmer sobre de este campo situado en Conyers, a unos 40 minutos de Atlanta. Tales elogios no son gratuitos: Arnold Palmer Design Company diseñó este magnífico campo sobre una finca enorme, preciosa poblada de robles y cornejos y relativamente montañosa. El rey construye un campo muy movido, con muchas subidas y bajadas pero nunca pendientes excesivas. En una finca ocupada durante siglos por los indios Cherokees, estamos en plena naturaleza, sólo veremos la casa club y una casa aislada entre los árboles. Calles más o menos anchas aunque bien protegidas por bunkers, tiros a green muy bien protegidos, Palmer es de los diseñadores que cree que el golf se juega, sobre todo, con la cabeza. Aquí hay qué pensar donde ir para atacar cada hoyo porque hay muchas trampas. Los greenes son enormes, muy generosos y con caídas interesantes pero no dramáticas. En la foto, la amplia salida del hoyo 14.

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El campo data de 1995, y fue rescatado de la bancarrota en 2010 por la ciudad de Conyers. Tras pagar la irrisoria cifra de 27 dólares por un greenfee y 10 dólares por alquiler de palos (Titleist AP2), salgo a caminar el campo. El starter no se cree que pueda atreverme a andar (aquí en América lo normal es que la gente vaya en buggie). Para ellos esto debe ser el Himalaya, pero es un campo perfectamente andable y muy agradable.

El hoyo 1 es una salida en alto que sobrevuela uno de los muchos arroyos que surcan la finca. La calle se abre hacia la izquierda a un green en alto bien protegido por bunkers. Una salida espectacular. Llama la atención el tamaño inmenso de los greenes y bunkers, una constante en todo el campo. Esto es lo que Arnold Palmer imitó de Augusta National.

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Un muy buen par 3 continúa. Desde lo alto tenemos un green enorme y con bunkers frontal y lateral. Otro peligro son las escapatorias que tiene el green, con forma de flan. La hierba de bermuda tiene un tono marrón que no supone absolutamente ningún problema. Los greenes, eso sí, perfectos.

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Y después del par 3 el primero de los impresionantes pares 5 que tiene este recorrido. Palmer es famoso por sus pares 5, y éste no es una excepción. La salida es relativamente ciega a una calle que cae de izquierda a derecha. La calle va cayendo hacia la derecha con forma aplatanada y uno espera el green al final de esta calle. Pero Palmer coloca el green bien escondido en la parte derecha a una distancia más que relevante, y protegido por altos pinos. Un tiro precioso.

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Otro hoyo impresionante sigue. Un par 4 descendente en dogleg hacia la izquierda, con una calle ancha, y a la que hay que atacar sin miedo. El segundo tiro es de los que conceden la gloria eterna si la bola corona el green. Un lago antes del green supone una amenaza no apta para golfistas cobardes. El bunker trasero de green por la parte izquierda está muy bien puesto para recoger bolas abiertas largas. Y de nuevo un green con muchas curvas.

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El hoyo 6 es un largo par 3 en una zona baja del campo. El acceso a la misma está decorado por curiosas construcciones de madera: esta finca acogió las pruebas hípicas, la primera competición del Mountain Bike y los dos eventos finales del Pentatlon Moderno de los Juegos Olímpicos de Atlanta.

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Otro hoyo extraordinario es el 8, el par 5 más largo del recorrido. Una salida en alto hacia una calle estrecha que gira hacia la izquierda. Un enorme estanque apantanado enfrente del green hace desaconsejable a los pros llegar al green de dos (a mi me costó llegar de 3). Como curiosidad, un cartel nos explica que el hoyo está sponsorizado por el Juez Irwin. Muchas gracias, señoría.

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La primera vuelta culmina con un par 4 recto, aunque con un desnivel importante que impide ver el green desde el tee de salida. El green está bien guardado por un arroyo que lo bordea. Al fondo la casa club.

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El hoyo 12 es otro curioso par 3, con un green muy protegido por muros de piedra.

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El hoyo 13 cuenta con una salida en alto a una calle ascendente. Es importante reposar en calle para  alcanzar con garantías este enorme green, que cuenta con una caída de arriba a abajo tremendamente pronunciada. La foto es desde detrás del green, y no se aprecian los dos bunkers lateral y trasero que lo protegen.

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Otro extraordinario par 5 nos espera en el hoyo 14. El plano del strokesaver da una idea de lo fantástico que es el hoyo.

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La calle bordea una zona arbolada y rocosa que podremos sobrevolar si queremos llegar a green por una ruta alternativa. Nuevamente el arroyo que da nombre al club serpentea por la calle, que además está salpicada de bunkers.

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El hoyo 15 es un par 3 muy bonito donde se ve perfectamente la tipología rocosa del terreno. Otro green enorme y lleno de caídas.

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Los dos últimos hoyos son heroicos. Siempre en match play encaja muy bien un par 3 en el hoyo 17 para permitir cambiar partidos. Lo que hace Palmer es diseñar un precioso par 3 y medio. Un fácil par 4 pero que tienta al jugador a llegar de drive a green desde una salida en alto para intentar el eagle (son 245 metros desde barras verdes, y 274 metros desde barras negras). Un green enorme y protegido frontalmente por un arroyo.

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El hoyo final es otro trazado espectacular. La salida sobrevuela un pequeño arroyo que anticipa la calle ascendente.

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El hoyo gira hacia la derecha hasta llegar a un green en alto y protegido por un lago frontal. O vamos por la calle y tenemos un tiro más largo o acortamos, teniendo una serie larga de bunkers y árboles que negociar. Un gran hoyo final de un gran campo público.

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Dónde jugar al golf en Atlanta

16 de abril de 2014 Deja un comentario

Jugar al golf en Estados Unidos puede ser una cosa muy fácil o muy frustrante, según se mire.

Fácil porque hay millones de campos de golf a precios muy asequibles repartidos por todos los estados. La oferta es abrumadora, y en los rankings de los mejores campos del mundo siempre más de la mitad están en suelo americano. Frustrante porque prácticamente todos los buenos y famosos, esos que figuran en las listas de mejores campos de golf del mundo, muchos de los que vemos albergar torneos o majors, son campos privados. Uno puede jugar en todas las sedes del Open Championship, pero en America los campos privados son del tipo «cerrado a cal y canto para visitantes»: sólo admiten a socios o a amigos de socios. Así que para jugar en Augusta National (en la foto) tienes que ser periodista deportivo, conocer a algún chaqueta verde o jugarlo en la PlayStation. También hay campos en los que se puede jugar muy conocidos (Pebble Beach, Bethpage Black, etc) pero o son muy caros (Pebble Beach, por ejemplo) o para jugar hay que, literalmente, dormir en el parking del campo para coger sitio (es lo que hay que hacer para jugar en Bethpage Black, en Nueva York).

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Estando por trabajo algunos días en Atlanta, estuve buscando en qué campo jugar. El primero de la lista es un campo que está en la ciudad: East Lake, la sede del Tour Championship, el campo de Bobby Jones, uno de los mejores campos del país. Escribí un correo para reservar un tee time. No hubo respuesta. Escribí otro más. Nada. Al final, gracias a mi insistencia, conseguí una respuesta: «No.» Campo sólo para socios o amigos de socios.

Un jugador local me aconsejó acercarme a las instalaciones del club, para explicar mi caso. No me dejaron ni entrar en las instalaciones. Esta verja sólo la cruzan los socios, amigo.

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Fui a un campo de 9 hoyos adyacente a East Lake para matar dos horas. El campo es obra de Rees Jones. Jugué con un caddie de East Lake, y me contó que el acceso al campo es prácticamente imposible. Ni siquiera admiten a nuevos socios. La gran mayoría de los socios son empresas, ejecutivos de las grandes corporaciones de Atlanta (CNN, UPS, Coca Cola, Delta…) y muchos despachos de abogados, consultores, etc. La verdad es que desde fuera, East Lake no parece gran cosa.

Bueno, pues quizá podamos probar en Peach Tree, otro mítico campo de la ciudad, obra de Bobby Jones y Robert Trent Jones. También privado. Cerrado.

Peach Tree

Lo intenté con Hawks Ridge, un ejemplo de arquitectura clásica obra de  Bob Cupp. Muy amablemente me dijeron que no. Y así con varios de los campos de la ciudad privados.

Así que uno se desanima porque piensa que no poder jugar estos campos con tanto nombre. Craso error. La oferta de campos, incluso públicos, es más que apetecible. Este fue el resultado de mi investigación:

  • Cuscowilla. Un diseño espectacular de Ben Crenshaw y Bill Core. Enclavado en un hotel de lujo, lo malo es que está a  1 hora y 20 minutos de la ciudad.
  • Bear’s Best: Una colección de los mejores hoyos diseñados por el Oso Dorado, Jack Nicklaus, en más de 200 campos por todo el mundo. Este sí es un campo público, relativamente barato (80 dólares) y situado a 45 minutos de la ciudad. Cuando llamé estaba completo.
  • The Frog at the Georgian, diseño de Tom Fazio, uno de los diseñadores más importantes de la ciudad. A 45 minutos.
  • Cobblestone: Considerado como uno de los mejores campos para jugar por la revista Golf Digest en la zona. A 35 minutos de la ciudad.
  • Stone Mountain: Muy cerca del centro, el complejo cuenta con dos campos de golf: El Stonemont (obra de Robert Trent Jones) y el Lakemont.  Ambos son dos campos preciosos, con esos altísimos pinos georgianos tan característicos de la zona (y que podemos ver en Augusta).
  • Rivermont: Otro campo precioso cerca de la ciudad

Al final me decidí por un campo diseño del rey, Arnold Palmer: Cherokee Run, situado a 40 minutos de Atlanta. Pero eso será en otro post.

 

The Charlie Yates Golf Course at East Lake, Atlanta (USA)

4 de abril de 2014 1 comentario

Jugar en East Lake (Atlanta) está al alcance de pocos humanos. Es un campo privado exclusivamente para socios o invitados de socios, así que si no conoces a algún afortunado jugador local, lo tienes crudo. Incluso muchos profesionales no han jugado nunca en este campo de Bobby Jones. East Lake es la sede del Tour Championship, quizá el torneo más exclusivo del PGA Tour (con permiso del Hyundai Tournament of Championship). En este torneo patrocinado por Coca Cola, se decide cada año la Fedex Cup y sólo juegan los 30 mejores jugadores del año.

Muy cerca del campo se ubica el campo público de 9 hoyos Charlie Yates. Evidentemente no es el mismo diseño, pero el terreno y arbolado nos da una idea de lo que puede ser su rico campo hermano. Originalmente con 18 hoyos, se ha reducido su recorrido para construir una escuela infantil sobre los segundos 9 hoyos. Tras un invierno duro, la hierba bermuda presentaba un aspecto marrón muy poco estético, aunque el campo se disfruta perfectamente.

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En el Charlie Yates destacan los greenes, a un buen nivel para ser un campo público. Me contaron que están mantenidos por los mismos greenkeepers que luego operan en East Lake. Greenes enormes, con una combinación de muchas caídas sutiles o abruptas. En la foto, el green del hoyo 9, con el campo de prácticas al fondo y la casa club.

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Estamos ante un recorrido par 30, con 6 pares 3 y 3 pares 4. Diseño de Rees Jones, el hijo de Robert Trent Jones, y autor, entre otros, del Golf Santader, Charle Yates es un campo bonito con varios obstáculos de agua en su recorrido. Este es el lago que hay que superar para alcanzar la calle del hoyo 6.

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Charlie Yates fue un jugador contemporáneo de Bobby Jones, del que aprendió a jugar al golf, y que ganó un British Amateur. También jugó en el primer Masters en Augusta en 1934, y asistió a todos los Masters, como socio de Agusta, hasta el año 2003. Murió en el 2005.

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Un recorrido en este campo entre semana me costó 15 dólares e incluye 18 hoyos. Si queremos ir con coche (como es habitual en USA), diez dólares más. Precios más que irrisorios para una vuelta agradable de menos de dos horas.

Cómo conseguir drives de 300 metros

17 de abril de 2013 3 comentarios

Para conseguir drives de 300 metros hay una alternativa a la visita diaria al gimnasio y a la sesión de clases con trackman: jugar en el campo más alto del mundo, el La Paz Golf Club, en Bolivia. A 3.400 metros sobre el nivel del mar, el campo está situado en el borde de un estrecho cañón y rodeado por volcanes de los Andes bolivianos. Los nueve primeros hoyos del club fueron construidos en 1912 por ingenieros británicos que fueron a Bolivia para construir puentes y carreteras para la «The Bolivian Railway». Los segundos nueve hoyos se terminaron en 1948. (Foto de aquí).

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La falta de oxígeno provoca que sea casi imprescindible jugar con caddie. La ventaja es que las bolas pueden llegar a volar un 30% más de distancia.

Si lo que queremos es perder peso, nuestro campo puede ser el club más bajo del mundo: el Furnace Creek Golf Course, en el Valle de la Muerte, de California, USA. Está a 120 millas al noroeste de Las Vegas, a 66 metros bajo el nivel del mar. Las temperaturas pueden superar fácilmente los 50 grados.

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En junio el club celebra el «Heatstroke Open» (Open Golpe de Calor). Dos días en pleno verano. Reglas locales: no hay que quitar la bandera, no hay que marcar bola en el green y no rastrillar bunkers. El reto no es conseguir una puntuación baja, sino conseguir llegar al hoyo 18 sin desmayarse.

He conocido la existencia de este campo a través del newsletter de Air France Fying Blue (una de las pocas compañías aéreas que se acuerdan de los golfistas y sus bolsas y no te cobran el transporte de las mismas).

Crandon Golf Key Biscayne, Miami (Florida, USA)

22 de agosto de 2012 6 comentarios

¿Dónde jugar al golf en Miami?

Como cualquier ciudad americana, Miami disfruta de una amplísima oferta de campos de golf. Quizá el mas famoso sea el complejo de Doral, cerca del aeropuerto, sede del famoso Blue Monster, donde se disputa una prueba del PGA Tour, el Cadillac Championship. Es tan caro como famoso. Los hay asequibles y buenos, como Miami Beach Golf Club. Me decidí por otro campo público del que me habían hablado muy bien. Enclavado en Key Biscane, esta diseñado por Bruce Devlin y Robert Von Hagge en 1972, y fue rediseñado por el propio Von Hagge en 1993. El diseñador es autor de los dos recorridos del Empordà Golf, comentados ya (Links y Forest), además de El Encín o los campos de la Real Sociedad Española Club de Campo (Norte y Sur). Es un campo donde se han jugado torneos del Champions Tour, el circuito senior del PGA Tour.

El mapa del campo enseña sus armas: mucha, mucha agua. Yo perdí una bola (en el lago del hoyo 3) pero un compañero de partido que no estaba en su mejor día se dejó la escalofriante cifra de 15 bolas por el campo.

El club tiene una casa club bastante funcional con vestuarios, restaurante y tienda. Hay un campo de prácticas cortito, sólo válido para hierros. Nos alquilaron unos palos Nike con varilla de acero que no están nada mal. Eso sí, a precio de oro: 55 dólares el juego. El greenfee cuesta 85 dólares, una ganga comparada con los precios de Doral. Como en todos los campos americanos, incluyen los buggies: aunque uno sea un purista del golf, jugar andando es casi suicida con el calor que aprieta en Miami en verano.

Me gustó mucho el diseño. Aunque hacía un calor brutal, siempre he pensado que más vale una vuelta de golf con calor que ninguna vuelta de golf.

El hoyo 1 ya intimida con una salida al draw donde hay agua y una calle que serpentea como una culebra hasta un green bien protegido. Esta es la salida del 1, que pide un draw para dejarla al fondo de la calle:

Una constante de este campo es que te cruzas con infinidad de especímenes de la fauna local. La foto muestra dos visitantes paseando por el green del uno. Es un espectáculo jugar junto a garzas, patos, ibis, cocodrilos, iguanas, caimanes, libélulas gigantes… Y sobre todo mosquitos. El starter guarda un spray antimosquitos con el que hay que embadurnarse si no quieres acabar devorado. Aún así alguna picadura te llevas.

Los primeros nueve hoyos son mucho más difíciles que la segunda vuelta. El hoyo 2 es un dogleg de derecha a izquierda enmarcado en una hilera de palmeras. Otro tiro que pide un draw, aunque el hoyo es francamente largo y no hay peligro de irse al bosque.

El segundo tiro desde la calle del 2 tiene dos problemas: un tiro muy largo y un green en alto protegido por bunkers. Si no recuerdo mal todos los greenes del campo son de este tipo, elevado tipo flan. Muy típicos de Von Hagge.

Todos los greenes del campo son enormes, como éste del par 3 hoyo 3. Permiten muchas banderas y pueden llegar a complicar los hoyos. Tienen bastante movimiento, aunque sin excesos.

El campo regresa hacia la salida del 1 por el 7, cuyo tee está muy cerca del starter. El hoyo 7 es un maravilloso dogleg hacia la derecha a un green invisible y bien protegido por agua.

Este es el green del 7. El tiro para cruzar el lago tiene la dificultad de la distancia. Un disparo tenso y precioso.

La segunda vuelta comienza con un hoyo cuyo plano intimida: tenemos agua a derecha e izquierda. Extraordinario diseño, aprovechando al máximo las condiciones del terreno, y permitiendo acortar el hoyo a los valientes (riesgo / recompensa). Otra cosa curiosa es la cantidad de tees diferentes desde los que podemos jugar, lo que permite atacar al campo al nivel de cada jugador.

Este es el tee de salida del 10, un tee tipo «aeropuerto», innovación de Robert Trent Jones que ya comenté en este post.

El campo lo jugamos con algo de viento, que se agradece para combatir el calor y la humedad, y que añade algo de diversión a los tiros a calle y green.

Otro de los largos tees de salida, en este caso del hoyo 11, otro dogleg precioso hacia la derecha. Al fondo a la izquierda hay un bunker enorme.

Este es el tiro que queda desde la calle del 11, el agua entra en juego para los que se acercen a la orilla para acortar metros. El green está en alto y varios bunkers protegen su ataque.

La calle está protegida por este curioso bunker, típico del campo. Enorme, con muchos contornos y con alguna isla de hierba.

Un buen ejemplo de un campo americano cuasi tropical y muy cerca del centro de Miami. Y para probar la bermuda, una hierba espesa apta para estos climas, y cuya principal diferencia se nota en los greenes: aquí las bolas regatean.

Pound Ridge – New York

3 de febrero de 2012 2 comentarios

(Junio 2011)

Esta semana he tenido que viajar a Nueva York por trabajo, y me quede un dia más. Normalmente mucha gente va a NY a ver turismo y de compras, pero yo quería jugar al golf en la ciudad o alrededores. Hace tiempo empecé a buscar cómo poder jugar en algunos de los míticos nombres del golf norteamericano.

Descubrí que mayor parte de los campos más famosos (Shinnecock Hills, Winged Foot, Liberty National, National Golf Links of America, Fisher Island, Oak Hill…) son privados. Esto quiere decir que sólo puedes jugar con un socio como invitado, no puedes comprar un greenfee como cualquier mortal. Esto restringe mucho las opciones a campos públicos, aunque los hay a docenas.

Se puede intentar jugar en Bethpage Black, el campo del US Open de hace dos años, pero para jugar hay que dormir literlamente en el parking para obtener los tee times libres que se reparten a las 6 am. O pagas un pastón a una empresa que te lleva en limousina (800 USD).

Al final y después de muchas búsquedas, acabé jugando en Pound Ridge www.poundridgegolf.com, un campo creado hace 2 años y diseño de Peter Dye, el mismo diseñador que creó el campo de Whistling Straits (donde Kaymer ganó su PGA), Casa de Campo, Ocean Course at Kiawah (sede de una Ryder), TPC Sawgrass (la famosa sede del The Players) o Harbor Town. Dye tiene fama de hacer campos duros, casi sádicos.  Pound Ridge está a 1 hora de NY, en la frontera con Connecticut. Es lo más parecido a un parkland privado que se puede jugar, y ha recibido muy buenas críticas desde su creación.

Según leí en algún artículo, el campo está basado en el concepto de crear un campo publico de alta calidad para que el 70% de los greenfes los paguen las empresas que invitan a gente a jugar. Fenómeno muy popular en USA pero de escasa raigambre española, aqui se da mas la comilona o la caja de vinos en Navidad. También me contó el americano con el que jugué que el campo ha costado una fortuna considerable, y se nota. Por lo visto han necesitado 10 años de permisos y de convencer a ecologistas para construirlo.

El campo es espectacular, y parece mentira que tuviese sólo dos años de vida, porque parece que ha estado ahí desde hace siglos, en un bosque de robles centenarios. Además al parecer el terreno es muy rocoso, y en muchos hoyos ves rocas en los lados de la calle (o en medio, como en el par 5 hoyo 13). Prácticamente todos los tees son ciegos, casi nunca tienes una visión clara de la calle o de los bunkers. Hay cientos de bunkers repartidos por todo el recorrido, y cuando consigues llegar a la calle es muy raro que disfrutes de un stance plano. Los greenes, como las calles, son grandes y muy ondulados, pero sin los pianos exagerados que te encuentras en muchos campos. Nunca tienes un putt recto, siempre hay una o varias caídas sutiles.

El campo tiene 5 tees diferentes según el nivel que declares. Desde Negras es un campo de 7165 yardas, aconsejado para handicaps 0-4. Yo jugue desde «Granite», para HCP de 13 a 20, son 6261 yardas.

El servicio es buenísimo, tienes coche gratis (que no usé), tees, botellas de agua, libro de yardas… El campo cuesta 160 USD si reservas con 5 días o más de antelación, y alquilar palos sí que es caro, 70 USD. Inicialmente los greenfees eran aún más caros pero han tenido que rebajar sus pretensiones, supongo que por la crisis.

En definitiva, Muy recomendable!!!

Os adjunto algunas fotos. Si alguien va a NY y quiere jugar espero que esta referencia le sirva.

Una panorámica del 2 y el 3 con la casa club.
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Esto es el green del hoyo 1, con lago detrás.
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Una vista desde el tee del 7
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El par 3 del hoyo 15 recibe un green larguisimo y estrecho con una pared de roca detrás, hay que ajustar mucho el tiro (el tee esta en la parte izquierda de la foto)
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Esto es lo que se ve desde el tee del 18, un monton de bunkers y a la izquierda, la calle, que tampoco se ve mucho.
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