Estatuas de golf
A veces ir a un campo de golf es como ir a un museo. Y no me refiero a los venerados links. Una de las cosas que más solera da a un campo es vestirlo con una placa conmemorativa, un cartel o incluso una estatua; en esta generación selfie, donde todo el mundo tiene un móvil en el bolsillo, las estatuas son mucho más fotogénicas que un prado verde con una bandera al fondo. Así que, señores responsables de campos, pongan una estatua junto al green del 18.
Por ejemplo, en Tralee, un gran links irlandés, ¿Quiere usted que se sepa bien claro que Arnold Palmer ha diseñado el campo de golf? Nada mejor que una estatua en tamaño real, para dar la oportunidad del selfie de turno.
En Ballybunion, otro links de los mejores, se recuerda la partida de un gran jugador, un caballero dentro y fuera del campo y que falleció trágicamente y se convirtió en una leyenda.
Waterville, un campo links muy activo en esto del marketing, es un festival de placas y estatuas. ¿Se muere usted por comunicar que en su campo también jugaba regularmente Payne Stewart? Una placa sería poca cosa: estatua al canto.
La más famosa estatua de Payne Stewart, recreando la celebración de un putt, es la que preside la entrada en el campo de Pinehurst, que fue donde ganó su US Open en 1999.
Sigamos en Waterville: ¿Y que pasa con el diseñador del campo? ¿Acaso no merece otra estatua? Pues se pone otra y punto.
¿Cómo se puede hacer recordar al jugador que pisa un terreno sagrado? Explicando la historia del hoyo más famoso del campo. La historia es estremecedora.
¿Hay proezas que deben ser recordadas? No hay problema: otra placa más.
Y otra placa más recordando el punto más escénico del campo.
En Killeen Castle hay una estatua icónica del diseñador del campo haciendo un swing.
Aunque el gesto más recordado de Jack Nicklaus lo podemos ver inmortalizado en el Salón de la Fama de Georgia.
O en Muirfield, Ohio, el campo del Oso Dorado, enseñando a un niño.
O en Valhalla, en Louisville, Kentucky, como diseñador, con Dwight Gahm, el fundador del campo.
La estatua más fea que he visto nunca es la de Pete Dye en la entrada del Teeth of the Dog, en República Dominicana. La verdad es que él nunca fue un adonis.
En España, obviamente rendimos homenaje a Seve Ballesteros con dos estatuas: Una en Santa Marina que recrea su swing.
Y otra en Pedreña donde se recrea, quizá con menor fortuna, su triunfo en el Open Championship.
Añado la estatua más fea, extravagante y ridícula que he visto nunca. Está en el campo de golf de Las Matas (el Nuevo Club de Campo). Un tipo sin ropa haciendo un swing.
Un amigo me envía una placa del Glen Abbey Golf Club, en Ontario, Canada, con la hazaña del jugador más ilustre que ha pisado sus calles.
Lo curioso de la placa es que no recree el golpe con el que ganó el torneo, uno de los más famosos de su carrera, golpe del año en el PGA Tour del 2000; desde un bunker de calle Tiger dispara un hierro 6 de 195 metros.
K-Club Palmer Ryder Cup Course, Irlanda
A menos de una hora de Dublín y en medio de una idílica campiña del condado de Kildare se enclava el resort más lujoso de Irlanda. Hay que preparar la cartera para poder disfrutar de una ronda en cualquiera de los dos campos del Kildare Hotel, Spa & Country Club, o como se le conoce el K-Club. Uno de los recorridos luce el nombre de su promotor, Smurfit, el millonario más rico de la isla. El otro, el Palmer Course, que comento aquí en este post, fue diseñado para albergar la Ryder Cup del 2006. Y obviamente está firmado por el rey, Arnold Palmer.
Y como buen campo diseñado para albergar un match play, el recorrido ofrece una serie completa de hoyos extraordinarios, difíciles, retadores, golf de muchos quilates, donde la posibilidad de liarse es más que real en cada hoyo. Mucha agua por todo el recorrido. No hay un hoyo débil o de transición: estamos en un parkland soberbio, precioso, con un recorrido muy estratégico. Hay que elegir bien las barras, porque desde profesionales el campo es muy largo y muy difícil.
Los primeros hoyos son realmente buenos. No hay hoyos iniciales de calentamiento: el festival empieza desde el hoyo 1. No es nada fácil empezar así, pero en un Ryder no se regala nada. Estamos ante un dogleg hacia la izquierda estupendo, con un green ciego y muy expuesto. Hay que intentar ir por la parte derecha para tener el mejor approach al green semioculto.
El hoyo 2, un par 4 recto y ascendente, es un tubo estrecho natural que cada vez se estrecha más. Y además es largo por lo que no queda otro remedio que ir recto como una vela.
El campo tuvo muchos problemas de drenaje en sus inicios, aunque cuando jugamos no era el barrizal que esperaba. Este es el tiro a green.
El hoyo 3 es un par 3 a un green metido en una vaguada. Greenes también interesantes y que cuentan con caídas importantes. Supongo que cortados rápidos serían un festival.
Un precioso par 5 continúa, el que lleva la firma del creador. La salida es semiciega, obstruida por un conjunto de bunkers que marcan la línea de tiro. El hoyo exige un estudio concienzudo del plano del mismo.
Desde lo alto de una escalera se puede bien el hoyo completo. Hay que sobrevolar los bunkers para aterrizar en una calle descendente y tener buen ángulo a green. Hay agua aunque no debe entrar en juego.
El siguiente par 4 es largo y ascendente, y requiere un drive potente para poder tener opciones de tener tiro claro al green.
Todo el campo es un auténtico jardín botánico que irá mejorando con el paso del tiempo.
El hoyo 6 nos enfrenta a un par 4 elevado, y la dificultad, además del viento, están en la pendiente de la calle que recibe la bola.
El hoyo 7, quizá de los más notables del campo, es un hueso no apto para novatos. Desde el tee sólo vemos una calle estrecha y rodeada por agua, que va girando hacia el green. Hay que jugar fuerte porque si no no tendremos tiro a un green en isla. No es lo mismo enfrentarte a un sello de correos rodeado de agua desde 170 metros que desde 120 metros. Sacar el par o mejor es una delicia.
Un par 3 corto continúa. El green bien protegido por bunkers cuenta con un piano espectacular que cae de derecha a izquierda.
Para terminar la primera vuelta, un par 4 en dogleg. Para tener tiro en el segundo golpe hay que ir por la izquierda de la calle hacia el árbol en medio de la calle.
La segunda vuelta comienza con un par 5 relativamente asequible, aunque como siempre hay que coger calle desde el tee. La entrada del green está bien protegida por bunkers y desnivel.
La segunda vuelta también destaca por la abundancia de hoyos con agua. El 11 te enfrenta de nuevo a un tiro donde ser agresivo puede compensar, aunque con riesgo de irse al agua: un dogleg hacia la izquierda con agua por este lado. No es un hoyo excesivamente largo así que se puede jugar conservador.
El siguiente hoyo 12 es un par 3 con agua, aunque realmente no entra en juego. Un green con mucha caída hacia el agua es la máxima dificultad.
El hoyo 13 vuelve a ser una preciosidad. Después de una salida semiciega, tenemos un tiro a un green protegido por agua por la parte derecha y en una vaguada.
El hoyo 14 es un par 3 relativamente largo y enmarcado en una escénica cascada. El green es un espectáculo: cuenta con caídas importantes en todas las direcciones.
El hoyo 15 tiene la particularidad de contar con un green muy escondido en una loma, y protegido por bunkers.
Este es el clásico bunker que juega con el novato: parece que rodea al green pero desde su pared al green hay todavía mucho rough que salvar.
Otro hoyo milagroso es el hoyo 16, un enorme par 5: desde el tee de salida sólo hay una inmensa calle que recibe hasta el drive más dudoso. El segundo tiro, ligeramente por la derecha, debe acercarse lo más posible a la zona del green, que es donde se esconden las emociones fuertes.
No se aprecia bien en la foto, pero el green está literalmente separado de la zona de la calle, en la parte izquierda, por un canal de agua. Hay que sacar escuadra y cartabón y apuntar con precisión milimétrica. Al fondo, la señorial casa que enclava al hotel de superlujo.
El hoyo 17 es un maravilloso par 4 con agua por toda la parte izquierda del hoyo. Muchos árboles por la derecha nos disuaden de seguir una ruta más conservadora. Hay que cerrar la bola bien, con control, para dejarse un pitch suave al green.
Para terminar un par 5 muy escénico y que zizaguea a un green rodeado de gradas naturales y de un lago. El green es simplemente enorme.
Adare Manor Hotel and Golf Resort, Irlanda
Empezamos con una aclaración necesaria: hay dos campos que se llaman Adare: el de Adare Manor, municipal (en la foto, uno de sus tees de salida, con castillo en ruinas al fondo), y el Adare Golf Club, que es el que comentamos hoy. Ambos campos, de hecho, se tocan en un punto, en el hoyo 15.
Para entrar en el lujosísimo Adare Golf atravesamos una valla señorial custodiada por un guarda uniformado, accediendo a un jardín manicurado. Estamos en uno de esos castillos góticos y espectaculares propiedad de una familia inglesa milenaria y millonaria, y que cuenta con un vergel idílico que ha sido transformado, con la firma de Robert Trent Jones, en un campo de golf majestuoso, un jardín que representa el ideal de la perfección, el triunfo de la civilización sobre la naturaleza salvaje. El hotel y sus 700 acres han sido comprados recientemente por el millonario irlandés JP McManus por una cantidad cercana a los 30 millones de euros.
El campo es un parkland que destaca por su estética, precioso, muy ancho, abierto, perfectamente manicurado, y cuajado de elementos encantadores: unas ruinas medievales, un caudaloso río de truchas, unos árboles majestuosos, impresionantes; hasta un cementerio para mascotas. No es extraño que haya sido votado el mejor parkland de Irlanda por Golf Digest 7 años seguidos, superando a joyas como Druids Glen, Carton House, Kileen Castle o el mismísimo K-Club (para mi, el K-Club está en un nivel golfístico superior). En la foto, el green del hoyo 13, el más bonito del campo
Trent Jones, en lo que es su último gran campo, diseña un recorrido con mucho dogleg, calles muy anchas, y greenes muy grandes y movidos. Muchos tees de salida para endurecer el recorrido. Un campo relativamente plano y cómodo de caminar, precioso y que mejora hoyo a hoyo. La segunda vuelta es un espectáculo natural. El servicio es impecable, el starter, atento y amable, no dejará de aparecer para evitar juego lento.
El hoyo 1 es un par 4 franco, ancho, en ligero dogleg hacia la derecha. El driver tiene que ir por la izquierda para tener opción de alcanzar un green con mucha caída y protegido por un pequeño arroyo.
Tralee Golf Links, Irlanda
Tralee es una bonita ciudad del condado de Kerry, al oeste de Irlanda. A unos 20 minutos de su centro, y junto al mar, accesible por una ridícula carretera de un sentido (y medio), está el links de Tralee. El club data de 1896, pero el campo actual es de 1984 y está diseñado por el rey, el insigne Arnold Palmer.
Estamos ante dos vueltas de 9 hoyos links de extraordinario nivel, ambas de un carácter muy diferentes. Los primeros 9 hoyos bajan y ascienden por una suave pendiente hacia el mar; más que de links parece un campo tipo acantilados. Los segundos nueve (gloriosos del 11 al 17) serpentean por unas dunas enormes, en un routing increíble, con hoyos imposibles, y muy divertido. Como es costumbre en Palmer, nos enfrentamos además a greenes muy grandes y sinuosos, como éste del hoyo 1.
El hoyo 1 apunta directamente hacia el mar y contra el viento predominante. Ante nosotros se extiende un par 4 descendente, enmarcado por unas vistas espléndidas con la roca de Mucklough en la lejanía. La calle es ancha y no debe dar problemas. Un hoyo precioso para empezar.
Y muy pronto llega un hoyo 2 par 5 estratosférico, creo que uno de los mejores del mundo. Un dogleg brutal hacia la derecha sorteando acantilados. No es sólo vistas; la calle es un pasillo que ofrece muchas posibilidades hasta llegar a un green enorme y colgado del acantilado. Ignoro si alguien como Bubba Watson puede acortar el acantilado: para los mortales, no es una opción.
Bordeando el dogleg se baja a una playa deliciosa (aunque nadie se bañe jamás).
Es la famosa playa donde David Lean rodó en la película «La hija de Ryan«.
Sin tiempo para reponerse, el hoyo 3 es un par 3 de postal. Con un torreón del siglo XI en la lejanía, enmarcado en las montañas de la bahía de Tralee y la isla de Fenit, hay que superar un amenazador acantilado de piedras. Un par 3 no muy largo para disfrutar.
Continúa un par4 con una salida semiciega en sentido ascendente. El green está bien escoltado por varios pot bunkers.
El hoyo 6 es un par 4 con una salida a una calle ascendente y que gira en dogleg hacia la derecha. El green está en bajada y cuenta con escapatorias onduladas y fuertes caídas de derecha a izquierda. La foto, desde el rough.
El hoyo 7 parece un par 3 al revés, ya que el tee está en una ubicación espectacular, en un pequeño cabo rodeado de la bahía de Tralee, y el green más interior, sobre una duna gigante. Aunque seguramente el green está donde tiene que estar por el viento huracanado. El vendaval exige dos o tres palos más para llegar. El green es estrecho, en subida y está bien protegido por pot bunkers.
El hoyo 8 es un excelente par 4 que bordea el canal de Barrow, la lengua de agua que lleva al puerto y, al parecer, uno de los mejores lugares de Europa para avistar pájaros. Un par 4 clásico tipo Cape.
El green está escoltado por el torreón de piedra. Pero no debe distraer: es una superficie enorme y que esconde casi una cordillera de montículos.
El hoyo que cierra la primera vuelta está en restauración, por lo que se debe jugar con una especie de alfombrilla de plástico para no dañar la calle. Una muestra de la fragilidad de las dunas y de su vegetación. Un par 5 ascendente y con muchos bunkers en medio y bordes de la calle.
El hoyo 10 es un hoyo absurdamente largo y difícil, un par 4 en ligero dogleg a la izquierda. Mi caddie me explicó que el diseño fue modificado recientemente; leí que por Tom MacKenzie: en este hoy no estuvo muy lúcido. Lo que era un precioso par 4 en dogleg ha sido «americanizado», es decir, ha alargando el tee de salida 50 metros. Antes el tee estaba más cerca del green del 18. Ahora los bunkers de calle no entran en juego y tenemos un segundo tiro con un hierro largo a un green muy movido.
Lo que sigue son una serie de hoyos impresionante. El 11 es un par 5 brutal, que asciende una duna montañosa enorme hacia un green lejano en las alturas.
Un segundo tiro ciego debe ir fuerte y recto para tener opciones de alcanzar el green de tercer golpe.
El hoyo 12 es el hándicap 1 del campo, y es un señor hoyazo de los que quedan en la memoria para siempre y que justifican el viaje. La salida es ligeramente descendente hacia una calle que serpentea hacia la izquierda. Un buen drive llevará la bola muy abajo en la duna.
El green, en lugar de estar donde uno esperaría que estuviese, está colgado en alto de una duna gigante a la que se accede por una calle que parece un pasillo.
El 13 es un par tres también inverosímil: entre el tee y el green en alto hay un barranco que parece el Gran Cañón.
El 14 es otro gran par 4 recto. Desde un tee elevado podemos admirar una vista espectacular. Al fondo, la playa donde Roger Casement, el nacionalista irlandés protagonista del libro de Mario Vargas Llosa «El sueño del Celta«, desembarcó el viernes Santo de 1916. Ahí fue detenido, trasladado a Londres y ejecutado.
Otro green amplio y con pianos, bien visible desde el tee del 12, con una sensación de naturalidad espectacular.
El 15 es un hoyo curioso. El tee de salida está bien aislado, junto a un barranco temible. Es un par 4 muy corto; basta poner la bola en una pequeña plataforma y desde ahí atacar a un green escondido entre dunas.
El 16 es un par tres escénico, excelente, como todos los pares tres de este recorrido. Desde 200 yardas, un barranco nos aleja del green guardado por el viento y por los pot bunkers. La costa guarda, al parecer, los restos de muchos barcos españoles de la Armada invencible.
Un magnífico par 4 paralelo a la playa antes mencionada nos dejará sin aliento. Desde un tee en alto tenemos una calle que serpentea hacia un green elevado entre dunas.
El green en alto es grande y con escapatorias singulares. Un gran par 4.
Para terminar, un par 5 hacia la casa club, relativamente corto. Hay que evitar los 13 bunkers que protegen el acceso al green. Un buen hoyo final para terminar este gran links.
Ballybunion (Old Course), Irlanda
En esta semana del Irish Open en Royal County Down, parece idóneo comentar otro campo mítico sede del torneo. Requiere una enorme determinación llegar hasta este icónico links en el suroeste de Irlanda. Las carreteras son estrechas y peligrosas, diseñadas para acoger un coche y medio en los dos sentidos. Y el campo, totalmente abierto al viento del océano, puede convertir la vuelta en un infierno. Pero merece realmente la pena el esfuerzo para jugar este campo y su hermano menos conocido, el Cashen Course. Si el tiempo acompaña, disfrutaremos un enorme día de dunas gigantes, viento huracanado, naturaleza salvaje y golf. En la panorámica, la calle y el green del 17 y del 18, con la casa club al fondo.
El campo, siendo un links espectacular, data de 1893, aunque inicialmente fue considerado como «una madriguera de conejos bajo el pueblo, donde un golfista requiere de paciencia infinita y de un innumerable conjunto de bolas de golf». El routing actual data de 1982, cuando se construyó la casa club y el nuevo campo Cashen, diseño de Robert Trent Jones. El Old Course exhibe hoy una primera parte más floja, en especial los dos pares 5 seguidos hoyos 4 y 5 que se juegan al costado de unas horribles casas prefabricadas de veraneantes. (Palabra curiosa aquí, donde los veranos duran 5 minutos y van seguidos de fuertes inviernos, lluviosos otoños y siempre ventosas primaveras.) Pero el campo va mejorando hoyo a hoyo y en cuanto entramos en las enormes dunas y los greenes contorneados empiezan a castigarnos, conseguiremos gozar de un espectáculo inigualable de links puro, con unos greenes excelsos ubidados en los lugares más insospechados entre dunas enormes. Un ejemplo: el green del 11, encajonado entre un pasillo de dunas.
La casa club no impresiona por su aspecto tradicional: estamos ante un inmenso edificio de hormigón que más parece un ministerio del este. Eso sí, bien equipada y repleta de fotos icónicas y de recuerdos que dan fe de su historia. Tom Watson aparece como el gran referente de estos links. El hoyo 1 no puede ser más funesto: un ligero dogleg hacia la izquierda que debe apuntar a la derecha de los pot bunkers de la calle para no visitar un cementerio, que es (obviamente) fuera de límites.
Un letrero nos indica que uno no debe entrar en el camposanto a buscar bolas perdidas. Un incentivo para los locales para visitar a sus parientes…
El hoyo 2 nos entrega de lleno en el terreno de la excelencia más absoluta. Un enorme par 4 en dogleg hacia la izquierda y con un green simplemente impresionante, en las alturas de una duna espectacular. Desde el tee se intuye el green elevado en los cielos; aterroriza su lejanía. Hay que conseguir un gran drive para tener opciones de tiro a green razonables. El par es un gran resultado.
El par 3 que continua es largo (más de 200 metros) y precioso. El green parece un flan desde las alturas de la duna, un l por lo que plantea muchas opciones de ataque. La parte derecha es la opción más segura. Una placa en el tee recuerda un hoyo en uno de Payne Stewart.
Los dos pares 5 que continúan tienen la particularidad de volar los greenes anteriores desde el tiro de salida. Una decisión muy inteligente para ahorrar metros en el diseño del campo. El fuera de límites de la derecha no puede ser más feo. En la foto, la salida del 5 sobre el green del 4. Ojo con un bunker escondido en medio de la calle.
El hoyo 6 es un dogleg precioso y descendente hacia un green junto al mar. El green recibe alargado y con forma de flan. Como casi todos los greenes, está en un plano distinto del de la calle. Esto hace que los approaches con viento sean complejos y que sea necesario ser creativo en los approaches. O estar muy fino con el putter. A derecha e izquierda de green no es muy recomendable ir.
El tee del 7, otro gran par 4, está totalmente expuesto al huracán del mar. La línea más agresiva va por encima de la playa para aterrizar en calle. El green es alargado y estrecho. Para dar una idea del infierno meteorológico que puede ser este campo, hay un green de invierno para cuando hay tanto viento que se hace imposible patear en el green.
El hoyo 8 es un par 3 muy corto, de menos de 120 metros. Pero el viento azota por la espalda y el green tiene más curvas que una silla de montar, con escapatorias terroríficas a la derecha. Varios pot bunkers cavernosos amenazan. Un grandísimo par 3, que da idea de la excelencia en aprovechar unas dunas salvajes.
El hoyo 9 es un reto infernal. Es un hoyo largo, con una salida en alto, un agujero extraño en medio de la calle y un green elevado y estrecho que resulta infernal. Sufrí un auténtico partido de tenis entre los dos lados de la calle. Algo parecido le pasó a Sergio García en el Irish Open del 2000, donde se hizo 9 golpes.
La salida del hoyo 10 es semiciega, hacia una plataforma en una duna cercana. La calle girará ligeramente hacia la izquierda.
Desde ahi un wedge bastará para un green también movido.
El hoyo 11 es un impresionante par 4. Paralelo al mar, azotado por el viento, con una calle escalonada y serpenteante que vas descendiendo hacia un valle natural. La vista desde el tee de salida es gloriosa.
El green está elevado y oculto entre dunas, una preciosidad natural.
El par 3 hoyo 12 nos vuelve a enfrentar a un green enclavado en una duna elevada.
Otro gran hoyo continúa, un par 5 espectacular. El río Kitty cruza por delante del green planteando la duda de si tirar a green o quedarse corto. Otro green elevado respecto de la calle recibe con mucha superficie. La foto está desde una duna gigantesca que tapa parcialmente la calle.
Dos pares tres seguidos continúan. El primero no es muy largo, pero tiene un green con fuertes pendientes en ambos lados.
El siguiente es mucho más largo y serio y además se hace casi contra el viento del mar. El green cuenta con dos partes muy diferenciadas.
Y para terminar tres hoyos memorables. El primero es un par 5 en dogleg tremendo hacia la izquierda desde una salida en alto. Una colina-duna marca el borde de la calle.
El segundo tiro se juega en un valle precioso entre dunas, y con el viento soplando con fuerza de cola.
El 17 es un par 4 con una salida espectacular. La calle desciende majestuosa y natural hacia la izquierda. Las dunas son de un tamaño increíble.
El green entre dunas es bastante plano y cuenta con los contornos en barranco de este campo. También destaca un pot bunker frontal temible.
El 18 se suele despreciar como hoyo final, pero a mi me pareció un gran final de golf. La calle gira hacia la derecha desde un tee que casi sobrevuela el green del 17. Un gran bunker espera al jugador al final de la calle. El green está tras la dunas en la línea del bunker y es alargado y estrecho. Otro hoyo muy especial para terminar.
Portmarnock Golf Links, Irlanda
Decir Portmarnock es nombrar un lugar mítico en Irlanda para el golf, aunque hay dos campos con este nombre. Portmarnock Golf Club es un campo de 1894, con una mística especial por su historia y por ser considerado uno de los mejores links de Irlanda. Hoy comento el otro campo, Portmarnock Golf Links, un links moderno (abierto en 1995) y diseñado por un golfista famoso pero poco ligado a Irlanda o los links: el alemán Bernhard Langer. El campo está asociado a un hotel, y es el lugar ideal para cerrar un viaje de golf por Irlanda: su localización a 20 minutos del aeropuerto lo hace perfecto para cenar en su buen restaurante, dormir, disfrutar de una vuelta tempranito, darse una ducha, comer y volar. Y todo por menos dinero de lo que piden en el Portmarnock viejo y famoso por un green fee.
En la foto, la calle del hoyo 1 con el único árbol del recorrido. Más a la derecha yace un cementerio, en el que reposan los restos de John Jameson IV, un gran hombre ligado a la destilería de whisky dueña del club.
El campo es un links y como tal da la sensación de haber estado años ahí. Es asombrosa la sensación de naturalidad que existe. Se nota un cierto orden en la colocación en los bunkers, más que nada por su ubicación estratégica y su construcción. Nos encontraremos dunas, desniveles, el mismo tipo de calle dura y ondulada y greenes con muchas caídas y a un gran nivel. Este es el green del 1.
Algunas casas salpican la vista del hoyo 2, aunque su ubicación no supone ningún peligro para sus habitantes, no como ocurre en demasiados campos españoles, nacidos en pleno boom inmobiliario. Este es el approach al green del 2, donde como vemos tenemos bunkers para elegir.
El hoyo 3 es un par 3 de unos 150 metros. Dependiendo del viento podemos pegar desde un hierro 7 hasta una madera 3. Esta es la gracia de los links. Al fondo, el hotel del golf.
Los siguientes dos hoyos discurren en el mismo sentido. El hoyo 4 es un par 5 de casi 500 metros, por lo que si el viento sopla en contra el reto puede ser brutal. Por lo demás es una calle bastante ancha y recta con 8 bunkers cerca del green.
Después de un par 4 recto, el hoyo 6 es otro par 5 en sentido contrario al hoyo 4. La calle gira un poco hacia la derecha. Y muchos arbustos a los lados de los que permiten la entrada de bolas, pero no la salida.
El hoyo 8 es el primer hoyo notable, un dogleg precioso entre dunas hacia la izquierda. Hay que poner la bola en calle en el sitio preciso para tener visibilidad a un green muy protegido por dunas. Los pot bunkers de calle no suelen ser excesivamente duros y permiten jugar hacia el green.
El hoyo 9 es un par 3 precioso junto al mar, donde disparamos a un green sin bunkers pero elevado.
El hoyo 11 es para mi el mejor par 3 del recorrido, un precioso tiro desde lo alto, casi desde la orilla del mar, a un green inclinado y bien protegido por bunkers.
El campo cuenta con una serie final de hoyos extraordinarios. En el hoyo 14, un par 5, Langer esconde literalmente un enorme bunker en el medio de la calle. Si sopla el viento la bola puede aterrizar mansamente en esta trampa de arena, sólo visible cuando estas junto a ella.
El hoyo 15 es un dogleg hacia la izquierda extraordinario, porque obliga a tener un segundo tiro quizá semiciego y que debe sortear muchos peligros.
El hoyo 16 es un par 4 maravilloso en dogleg, a un green bien protegido por una serie escalonada de bunkers.
Otro gran par 3 al terminar, el hoyo 17. Langer sitúa el green en alto y coloca un bunker en su parte izquierda. Cualquier bola no precisa puede terminar en las escapatorias del green.
Jugamos un par 4 paralelo a la playa y con salida en alto desde dunas a una calle que gira ligeramente. Este es el magnífico green del 18, un buen hoyo para terminar este links.
Killeen Castle, Irlanda
Killeen Castle es un parkland irlandés de primer nivel situado a media hora de Dublín y que fue construido para albergar la Solheim Cup del 2011 (ver vídeo más abajo). Jack Nicklaus diseñó personalmente este campo aprovechando una finca más o menos plana de 220 hectáreas para construir un campo enorme, amplio, con multitud de tees de salida y llena de árboles centenarios. Nicklaus aprovecha para mostrar, en todo su esplendor y desde muchos hoyos el enorme castillo de Killeen, una gigantesca construcción del siglo XII. El campo me recordó a otro parkland similar, Carton House. El club, la tienda y restaurante están en una construcción moderna y adyacente al castillo. En la foto, el green del 18.
Es un campo precioso, amplio, que puede jugarse muy largo, perfectamente manicurado, con greenes grandes y muy movidos y bunkers gigantes bien situados. El rough no es excesivamente penalizador. Encontraremos mucho obstáculo de agua por el camino. Hay espacio suficiente para apretar el driver y los peligros están bien a la vista. La web del campo cuenta con un simulador para poder jugarlo virtualmente. Pero nada como darse un paseo por este parque. No es un campo para sufrir: es un recorrido que se disfruta, que entra por los ojos y donde todo es perfecto y agradable. Aunque para los amantes de los links, será un campo soso. Desde la terraza del club se puede ver cómo el tee del 1 aprovecha la sombra de un roble centenario gigantesco. Más arriba veremos una escultura del propio Nicklaus realizando un swing. Antes las esculturas mostraban a los caballeros con la espada: ahora con el palo de golf. Algo inspirador.
El hoyo 1 es un par 4 recto con un enorme bunker en su parte izquierda. La gracia es que el bunker incluye un trébol en su centro de hierba, el símbolo de Irlanda.
El hoyo 2 es un par 5 que discurre paralelo a un lago, aunque tenemos calle más que suficiente para no mojarnos.
El tiro a un green elevado está escalonado por una sucesión preciosa de búnkers.
El hoyo 3 es un dogleg que se eleva hacia la izquierda. El tiro a green es el primero enmarcado por el castillo. Otro green muy movido.
Un paseo hasta el tee del 4, que ejemplifica bien lo que es este campo: ante nosotros se abre una extensión inmensa, llena de bosques, calle y un rough suave. Aquí las distancias entre los tees son enormes; este campo desde atrás es un monstruo de 7677 yardas.
El green del hoyo 4 es una auténtica silla de montar, con más curvas que una guitarra. No dejar la bola en el sitio puede ser garantía de tres putts. Son greenes de primer nivel, muy movidos, con caídas cruzadas que exigen estar muy fino.
En el hoyo 5 tendremos que negociar un obstáculo de agua que cubre la entrada de green por su parte derecha.
El primer par 3 del recorrido es el más corto, 163 yardas a un green elevado, con mucho oleaje y con muchos búnkers.
Nos encontrarmos más adelante con un par 5 con salida en dogleg. Los muy pegadores podrán tirar por encima de los árboles de la derecha para dejarse un tiro a green con hierro. Los mortales coronamos la calle y negociamos más adelante un lago que cubre la entrada del green.
El hoyo 8 es otro par 3 algo más largo, con una pequeña laguna que no entra en juego. En cualquier otro sitio estaría infestada de mosquitos, pero aquí supongo que se mueren de frío.
Para terminar la primera vuelta un par 4 duro, handicap 1. Con el castillo de fondo, dos bunkers enorme en medio de la calle y un grupo de bunkers en la entrada derecha del green obliga a que ésta serpentee hasta llegar a la pista de baile.
El hoyo 10 es paralelo al 9 pero en sentido ascendente. El 11 vuelve a descender hacia el castillo. El green está abrazado por un bunker enorme y enmarcado por otro obstáculo de agua.
El hoyo 12 es un par 5 precioso y estratégico. El hoyo discurre paralelo a un pequeño río que cubre la calle por su parte izquierda. Si conseguimos un buen drive, la decisión de tirar a green de segundo golpe exige muchas agallas, porque un riachuelo con cascadas cruza su frontal en diagonal.
El hoyo 14 es otro par 3 precioso, con un green con muchas caídas.
La parte final del recorrido es fantástica, llena de peligros y de oportunidades. Un hoyo 15 par 5 en descenso en el que tenemos una preciosa entrada a green muy defendida por muchos bunkers.
El hoyo 16 es un par 3 muy largo y exigente. Casi un hoyo isla, hay que volar 182 yardas para aterrizar la bola en green si no queremos irnos al agua.
El hoyo 17 es un par 4 precioso que discurre paralelo al mismo lago del hoyo 2. La forma aplatanada de la calle permite decidir la línea para dejar la bola más cercana al green. Pero más recompensa equivale a más riesgo.
Mi bola aterrizó más o menos en el mismo sitio desde el que Azahara Muñoz jugara su segundo golpe en la Solheim del 2011. Un tiro histórico precioso.
Aza dejó la bola para birdie y para ganar la Solheim a los americanos.
El 18 es un dogleg de derecha a izquierda que también verá recompensado un tiro por encima de los árboles.
El segundo tiro es el más franco al castillo, a un green muy ondulado y con bunkers (como todos).
Cómo conseguir que los dioses del golf te favorezcan
El golf es un deporte cruel. Horas y horas en el campo de práctica para que en el momento de la verdad los sockets, slices y putts puleados nos arruinen las vueltas. ¿Hay solución? Sí, amigos, la hay.
En muchas de sus victorias Tiger Woods ha mencionado que los dioses del golf le han sido favorables. Y muchos otros golfistas han realizado veladas referencias a estos seres. Muchos artistas han realizado variada iconografía sobre estos dioses (como esta imagen de esta web) ¿Quiénes son estos dioses y como conseguir sus favores?
En un poético libro sobre Irlanda he encontrado la respuesta. El libro es «An Emerald Odyssey. In Search of the Gods of Golf and Ireland» y es un relamido y cursi recorrido por los campos de la isla verde, con mucha mística y poca foto. El libro cuenta cómo desde la sede central en Sunnyvale, California, el «Reverendo» Mark Weeks preside la WWCG (World Wide Church of Golf), es decir la Iglesia Global del Golf. Por sólo $17,93 (más 3 dólares por gastos de envío), Weeks ofrece a su congregación la toalla oficial del WWCG, la taza oficial, un arregla-piques y marcadores de bola. Y con ellos la gracia, a través de una bendición pastoral: «Que los dioses del golf te acompañen».
La web aclarar cómo actúa esta gracia divina:
- Comunicación instantánea con el dios del golf (súbitamente la web se ha hecho monoteísta).
- Pedir por la victoria en partidos cruciales.
- Pedir perdón por sobreconfianza
- Recibir bendiciones y trato de favor
- Garantía de respuesta: todas las peticiones serán respondidas por la más poderosa web del mundo.