El caso Phil Mickelson y sus asombrosas consecuencias
Desde el 2014 el golfista americano Phil Mickelson está siendo investigado por un caso de información privilegiada en la compra venta de acciones. El caso criminal se ha anunciado esta semana con resultados alucinantes.
En realidad el imputado es su amigo Billy Walters, el más famoso apostante en deportes de Estados Unidos, un tipo que gana 15 millones de dólares al año en apuestas deportivas. Walters, según la SEC (la autoridad bursátil americana) había estado comprando y vendiendo acciones durante varios años con información privilegiada proporcionada por un ex banquero de inversión, Thomas C. Davis, que era presidente del consejo de administración de Dean Foods. Por ejemplo, Davis le enseño hasta 6 estados financieros de la empresa antes de ser publicados. Davis se ha declarado culpable y está colaborando con el gobierno, supongo que a cambio de una pena más reducida. Al parecer Davis le debía un dineral a Walters por sus apuestas.
Durante la primera parte del 2012 el consejo de administración de Dean Foods había estado en conversaciones para vender su división de comida orgánica, WhiteWave, una venta que reclamaban varios analistas de Wall Street. Davis se lo iba contando a su amigo Walters, y éste invertía fuertemente en la empresa.
En esa época Mickelson le debía a Walters dinero por apuestas deportivas. Mickelson, al que le gusta apostar, no suele invertir mucho en el mercado financiero (tenía sólo 250,000 dólares). Parece mucho, pero Mickelson ha ganado en su carrera más de 500 millones de dólares. Los días 30 y 31 de julio de 2012 Mickelson, después de hablar por teléfono y de varios mensajes cruzados con Walters, compró 2,4 millones de dólares en acciones de Dean Foods, en parte con dinero prestado.
Una semana después Dean Foods anunció la venta de su división. La acción subió un 40% con el anuncio.(Por lo que se ve en el gráfico de la acción, recuperando una caída similar en días anteriores). Al día siguiente, Mickelson vendió sus acciones, consiguiendo un beneficio de 931,000 dólares.
Para mi sorpresa, Mickelson, por ahora, evitará cualquier responsabilidad penal, simplemente aceptando devolver el dinero que ganó más intereses (1,03 millones de dólares). No está claro que el caso esté cerrado.
¿Por qué un comportamiento tan obviamente criminal puede salirle gratis? No soy experto en derecho americano, pero por lo que he leído, para que te encierren por información privilegiada, el que te aporta la información tiene que haber recibido un beneficio personal por ofrecerte esta información. Además la persona que recibe esta información tiene que saber que este beneficio existe.
Mickelson empleó las ganancias para pagar las deudas de juego con Walters. Pero Mickelson no sabía si Davis iba a recibir un beneficio por ofrecer esta información. Y como no lo sabía, es inocente.
Varias cosas me sorprenden de este caso:
- Cómo una persona que se embolsa entre 30 y 50 millones de dólares al año en patrocinios, más sus ganancias en el circuito, tenga que pedir un préstamo para comprar unas acciones.
- Que alguien que tenga deudas de juego tenga que realizar una operación bursátil fraudulenta para poder pagarlas.
- Que un golfista profesional realice apuestas de juego. ¿Apostaría contra sí mismo? ¿Las Mickelsonadas son fallos suyos a propósito?
- Que el PGA Tour, con un código ético interno, no haya actuado contra el zurdo de California.
- Que alguien con este juego corto no sea algo más inteligente a la hora de gestionar su patrimonio y su imagen.
- Que ninguno de sus patrocinadores haya abandonado a este personaje; máxime cuando muchos patrocinadores se pusieron de perfil cuando otro golfista americano famoso, Tiger Woods, engañó a su mujer.
El Apple Watch para el golf
Este bloguero celebró recientemente su cumpleaños (un día especial: el mismo día que Phil Mickelson y Old Tom Morris). Mi mujer me regaló el esperado Apple Watch. Concretamente, el más económico de los tres modelos, el Apple Watch Sport (aunque de económico no tiene nada).
Por poner un símil golfístico, creo que Apple es el Masters de Augusta de las marcas tecnológicas. Un icono cultural. Una marca con el aura de la perfección en el diseño inmaculado y sin fallos. El amor por el detalle, incluso por lo que no se ve. La consistencia en el diseño. La uniformidad. La calidad. La comunicación excelente, como era el app del Master, la mejor de los majors. También un coto cerrado, exclusivo, opaco.
Por ello es posible que la legión de fieles a Apple van a comprar cualquier cosa que haga la marca: va a ser bello, estar bien diseñado, ser última tecnología. Si Apple decide vender un retrete, venderá millones.
Veamos el reloj: El envoltorio, extraordinario. El reloj es precioso. Un montón de «faces». Es una ventana al iPhone. Sustituye a las pulseras de medición de actividad física tipo Jawbone, Withings, Fitbit o Nike Fuelband. Pero, después de la novedad, ¿qué queda para el golfista? Por ahora el veredicto es que el aparato es muy decepcionante, y tiene errores garrafales increíbles que, sospecho, provocarían los míticos exabruptos de Steve Jobs.
De entre todas las apps que hay para el reloj y el golf, he estado probando una que se llama Hole19. (Otras:Golfshot, GolfNow, Arccos Golf). Durante la ronda trabaja como GPS ofreciendo distancias al green (con el iPhone en la bolsa). Y también sirve para ir apuntando el resultado de la ronda. El funcionamiento en el campo es correcto, aunque a veces las distancias no sean muy ajustadas. Abajo, dos pantallazos de lo que vemos en el reloj. Conviene cargar los campos de casa, eso sí, porque si no puedes estas un par de hoyos sin poder emplear el app porque se está cargando el recorrido. Las apps ofrecen las estadísticas más típicas de la ronda y permiten comparar tarjetas y medir la evolución en el juego.
No he encontrado apps que aprovechen los acelerómetros para medir velocidad de swing (tipo Zepp Golf). Espero que lleguen.
La batería del reloj sufre demasiado. Ayer tras una vuelta de golf de 18 hoyos y empleando un app para distancias y puntuación el reloj no llegó a las 9 de noche vivo. Y eso que por la tarde casi ni lo usé. El resto de días (sin tanta actividad) ha aguantado perfectamente, pero es el iPhone el que sufre: tanta conexión por bluetooth con el reloj acaba secando su vida útil antes de que llegue la noche. No señor Cook, no es verdad:
Con todo, el error fundamental es la ausencia del GPS interno: para cualquier app deportiva el reloj obliga a tener un iPhone cerca para funcionar con mapas. No tener GPS, ¡qué error! Seguramente puede funcionar como un podómetro inteligente, pero apps como Strava o Runkeeper son mucho más atractivas cuando funcionan los mapas. Cualquier Garmin con GPS le da mil vueltas pues a este modelo para las aplicaciones deportivas: para correr, andar en bici, nadar o jugar al golf. No sé alguien haría una media maratón con un Apple Watch, francamente.
El reloj lleva incorporado un medidor de pulsaciones (útil para deportistas sin duda) pero no comparte estos datos con ningún app externa. Ignoro la razón, pero es un gran error porque hay un montón de apps deportivas que llevan ya tiempo siendo usadas por los usuarios. Y casi todas son mejores que la de Apple, Workout.
Aunque sea un regalo, el reloj es muy caro. Vendido con dos tamaños (38mm y 42mm; hablo aquí del grande; el de 38mm para mi es demasiado pequeño) el Apple Watch Sport es el más barato de la gama (469 euros nada menos). El Apple Watch sube a 719 euros. Con un par de correas, la factura puede superar los 1.000 euros. Luego hay uno de oro por 18.400 euros. ¿Habrá comprado alguien ese modelo?
En definitiva, y a la espera de mejoras o modelos futuros, el Apple Watch es un producto poco recomendable. (Si alguien ha encontrado apps mejores o trucos para sacarle partido, dejadme comentarios al post).
ACTUALIZACION: Apple ha anunciado su Apple Watch 2, con GPS incorporado. Tarde para los que nos hemos pasado a Garmin / Bushnell…
Hoyos Clásicos: el hoyo Redan
«Toma una superficie de tierra estrecha, inclínala ligeramente de derecha a izquierda, construye un bunker profundo en la parte frontal, ubica el tee de forma que el green se juegue en diagonal, y ya tienes el Redan.» -C.B. MacDonald.
Quizá el más famoso de todos los hoyos clásicos, el Redan es un par 3 definido así por C. B. MacDonald, su descubridor y mayor valedor. La palabra Redan proviene del francés y se refiere a un tipo de fortificación con tramos que apuntan al exterior, y ésta es la función del bunker frontal: hacerle pensar en la mejor manera de atacar este green. La estrategia puede variar enormemente en función del viento, la posición de la bandera y la habilidad de cada jugador. ¿Bola abierta sobre el bunker para tratar de frenar la bola en green? ¿Bola cerrada, sorteando el bunker, pero con riesgo de no poder parar la bola? Si se juega una bola cerrada, hay que botarla en el principio de green.
El hoyo Redan original es el hoyo 6 de North Berwick (hoy el 15) y era una par 3 de 180 yardas con el green estrecho, ligeramente elevado y con una fuerte caída de frente a fondo y que forma 45 grados con respecto a la línea de juego. Cuenta con dos bunkers: uno atrás y sobre todo uno profundo en la parte frontal. Es obra del Davie Strath, greenkeeper y jugador amigo de Tom Morris hijo y con quien jugó numerosos partidos de exhibición por Escocia. (Foto de aquí)
MacDonald copió este hoyo en su mítico y ya comentado National Golf Links of America. El hoyo 4 de este campo mejora al Redan original porque permite, desde el tee, contemplar todo el green. La caída del green entre el frente y el fondo del green es brutal, superior al metro y medio. En muchos de sus diseños adoptó este tiro a green en sus pares 4 y 5. La foto, de aquí.
El Redan es quizá el más afamado de los hoyos clásicos. Hay hoyos inspirados en el Redan por todo el mundo. Quizá el más comentando es l hoyo 7 de Shinnecok Hills, especialmente famoso por el US Open del 2004 que ganó Retief Goosen en una de las preparaciones de campo más salvajes que se recuerdan. Es un monstruo de 183 yardas al que los socios apodan «RedMan» o «DeadMan». El 7 fue una auténtica carnicería: En la jornada del sábado sólo un 27% de los jugadores consiguieron poner la bola en green. El domingo, sólo el 15%. Retief Goosen, el campeón, lo consiguió (ver vídeo, min 5.29). Phil Mickelson, su más inmediato perseguidor, se fue al bunker frontal (min 2.40). Un hoyo con muy pocos fans entre los profesionales, como explica este artículo.
Un ejemplo clásico en España, es el hoyo 14 del campo de Neguri, en Punta Galea, obra de Javier Arana.
Hay muchísimos más, por si quieren aportar alguno.
Más información en este artículo de Crónica Golf, «El hoyo que hace pensar».
Golf Platja de Pals (Gerona)
El primer campo de golf construido en la Costa Brava es un precioso recorrido envuelto en un denso bosque de pinos. Por eso sólo hay una ruta para alcanzar el green: ir muy recto y sin abusar de slice o hooks. En caso contrario nos enfrentamos ante un miserable infierno de bolas perdidas. Si además sopla el viento, como ocurre con frecuencia, el resultado puede ser sonrojante. Esta es una foto aérea del campo; pese a la cercanía con el mar, no disfrutaremos de vistas al Mediterráneo en toda la vuelta.
Las obras del campo comenzaron en 1964, bajo el proyecto y dirección del ilustre arquitecto inglés Fred Hawtree (1916-2000), autor también del Golf Vallromanes en Barcelona, y que fue Presidente de la Asociación Británica de Diseñadores de campos. Las fotos antiguas de la casa club dan fe de un terreno mucho menos arbolado que el actual, en una España en blanco y negro bastante lejana. El campo completo se inauguró en 1970, disputándose dos años más tarde un Open de España. El campo goza de un mantenimiento impecable. Los greenes, bien cuidados y regulares, pero lentos como tortugas. Campo cómodo de andar, plano, realmente bonito, como espero ilustren las fotos. Ésta es del campo de prácticas junto a la casa club.
Jugar entre tanto bosque produce dos efectos: por un lado es una vuelta muy agradable incluso en verano, porque siempre hay muchas sombras. Por el lado negativo, es un campo lento; el partido que teníamos delante nuestro afirmaba haber jugado «a buen ritmo» en el último tee, cuando sobrepasabamos las 5 horas y 20 minutos, algo que para mi es una aberración. Es un campo penal e infernal sobre todo para handicaps altos (me tocó jugar con dos novatos y entre ambos debieron perder unas 20 bolas). Hay demasiada gente buscando demasiadas bolas. Y cuando las encontraban, sorprende ver como la gente se olvida de una de las máximas del golf entre árboles: aunque veamos el green, lo normal es que las bolas vuelen por el aire. Y nunca van a atravesar las ramas de los árboles. Así que cuando nos metamos en la pinaza lo más aconsejable es buscar un tiro ratonero a la calle sin tratar de emular a Mickelson.
El hoyo 1 es un par 4 corto, donde es fundamental (como en todos los hoyos) encontrar la calle. Por la parte izquierda de la misma, la calle tiene una gran depresión, así que si tiramos por ahí la bola puede rodar hacia los pinos. Hay que salir con un hierrito recto. El segundo tiro debe sujetar la bola en el centro del green, que tiene forma de flan y hace que las bolas poco precisas salgan del mismo. Este el el hoyo desde el green.
El hoyo 2 es un par 4 con un ligero dogleg de derecha a izquierda. Un bunker recibe los tiros rectos desde el tee. La foto da hasta un poco de claustrofobia; sí, es una salida estrecha. El green, elevado sobre la calle, cuenta con tres bunkers de protección.
El hoyo 3 es otro par 4 totalmente recto y algo más ancho. Ojo con el fuera de límites a la derecha del hoyo. Es mejor ir por la izquierda de la calle, como veremos más adelante.
Un árbol en la parte derecha puede añadir tensión en nuestro segundo tiro. Destaca un gran bunker en toda la parte derecha del green, contorneado como una ameba gigante.
El hoyo 4 es un magnífico par 4 con una salida en alto desde donde se ve la silueta del Montgrí, el bisbe adormit, hacia una calle que gira muy ligeramente hacia la derecha. Un gran bunker en la parte derecha de la calle recogerá los tiros demasiado agresivos.
Jugamos después un par 5 casi recto enmarcado en el pasillo de pinos ya común de este campo, aunque a una calle algo más ancha que lo habitual. Aquí sí que podemos sacar del driver todo lo que lleva dentro.
Varios bunkers de calle dan más dificultad a la ruta de acercamiento al green, aunque no deberían molestar demasiado.
Un respiro en el siguiente hoyo, un par 3 relativamente corto a un green rodeado por bunkers.
El hoyo 7 es un precioso par 4 con una salida ciega y que gira posteriormente en ligero dogleg hacia la izquierda. La bola puede recorrer muchos metros si supera la loma que impide ver este dogleg. Nuevamente estar en calle vuelve a ser vital. Sendos bunkers en cada lado nos marcan los extremos de la calle.
El segundo tiro puede estar obstaculizado por dos pinos enormes que lucen en medio de la calle, a unos 100 metros de la entrada del green. Normalmente no entrarán en juego salvo que tengamos la mala suerte de pegar muy fuerte la salida. Ojo también con los bunkers del green en ambos lados.
El hoyo 8 es un par 5 bastante franco, con calles más anchas y bordes menos arbolados. Hay que evitar mojarse en el lago que acompaña a la calle cerca del green, por su parte izquierda. Podemos apoyarnos en la parte derecha, por donde discurre la calle del hoyo 13.
Para terminar la primera vuelta, nos topamos con un par 3 en el que la dificultad está en la mente del golfista principiante. Hay que superar un lago, pero no es un tiro excesivamente largo. El green está bien protegido por bunkers profundos.
La segunda vuelta comienza con un par 4 en dogleg hacia la izquierda, y donde la salida es muy tensa. ¿Intentamos acortar la ruta al green volando por encima de los árboles? ¿O tratamos simplemente de poner la bola en calle? Seguramente el campo ya nos habrá dado alguna bofetada, por lo que lo lógico es agachar las orejas, guardar el driver en la bolsa, poner la bola en calle e intentar el birdie desde la misma.
El hoyo 11 es un par tres corto y con salida en alto. Hay que olvidarse de que hay un montón de ramas de pinos que impiden ver con nitidez el green, porque no entran en juego. Es lo que llaman «bunkes del aire». Otros bunkers de verdad sí que se despliegan a la entrada del green. Desde el tee no notaremos la tramontana en contra, pero si hay viento, sopla fuerte por arriba.
Seguimos hacia el hoyo 12, un par 4 largo precioso, aplatanado, que va girando buscando el hoyo hacia la derecha y que por tanto admite tiros con mucho riesgo para llegar bien a green. Lo aconsejable es no buscar aventuras y pasear tranquilamente por la calle. La salida es franca, aunque parezca estrecha.
Los dos siguientes hoyos son hoyos rectos, pares 4 y 5, y sin demasiados problemas. El green del 14 tiene una doble plataforma, por lo que hay que ver donde está la bandera para ajustar con el tiro. El 14 es un par 5 de casi 500 metros.
El 15 es un par tres con el tee en alto a un green amplio y bien protegido por bunkers. El 16, un nuevo par 5 interesante porque la salida está en dogleg hacia la derecha. La salida es enormemente ancha y estaremos en la zona menos arbolada del campo, por lo que es un hoyo bueno para pegadores.
El hoyo 17 es un difícil par 4, dogleg hacia la izquierda y una salida protegida por dos enormes bunkers de calle. El green cuenta con más bunkers de protección en su parte derecha.
El recorrido termina con otro par 5, aunque recto, estrecho y complicado. Fácil liarse fuera de calle, donde el bosque amenaza. El green es muy largo y algo estrecho.
También muy recomendable el hoyo 19, en un buen restaurante y una terraza muy agradable. Mientras escribía estas líneas, he encontrado un comentario reciente de Enrique Soto en Crónica Golf, que adjunto aquí.
El putt más cruel del 2013
Metafórico resumen de la carrera de Phil Mickelson (y de lo que es este deporte) en este putt para conseguir un 59 en la jornada de ayer del Waste Management Phoenix Open, el torneo más ruidoso del mundo. Un momento espectacular. Un 60 siempre sabe a medalla de plata…
La Ryder 2012, el mejor evento deportivo del siglo XXI
Existen pocas dudas de que la Ryder Cup 2012 ha sido el acontecimiento deportivo más apasionante de lo que llevamos de siglo. La Ryder Cup es una competición donde se juega algo tan importante como el honor de dos continentes. No hay dinero para el ganador. No hay publicidad en las camisetas ni en las gorras. Una batalla golfística y honorable, donde dos equipos luchan hasta la extenuación y, al final, un equipo derrotado felicita al ganador con un amistoso apretón de manos. En un juego tan técnico como el golf es un espectáculo inigualable ver luchar a veinticuatro deportistas de élite por el honor de la victoria, con un arsenal de fe, garra y corazón.
La increíble remontada del equipo europeo liderado por José María Olazábal nos mantuvo pegados al televisor muchas horas, jugó con nuestra tensión y arrancó gritos y lágrimas con el putt decisivo de Martin Kaymer. Fue un evento único y raro de los que se dan cada 100 años, uno de esos momentos deportivos que desafían la lógica y donde lo imposible se hace real.
Hay muchos instantes memorables para gozar de este Medinahzo:
La remontada brutal de Ian Poulter, con 5 birdies en los cinco hoyos finales de la jornada del sábado, y con la mirada de Poulter, una mirada que arruga hasta el acero. Poulter, durante una semana cada dos años, es el número 1 del mundo.
La vuelta impresionante del debutante Nicola Colsaerts del viernes, con 8 birdies y un eagle contra dos huesos como Tiger Woods y Steve Striker, y con Lee Westwood de privilegiado acompañante.
El paseo militar de Paul Lawrie, Chippie, que masacró a Brant Snedeker, quizá el americano más en forma en Medinah, como quien da un paseo. En la foto, el chip que embocó y que fue considerado mejor golpe de la jornada.
El partidazo de un criticado Luke Donald ante Bubba Watson, un primer punto que nos empujó a todos a creer más en la victoria.
El alucinante putt de Justin Rose en el 17 para batir a un durísimo Phil Mickelson, el mejor Mickelson que se ha visto jamás en una Ryder. Rose venía de embocar otro putt estratosférico.
Los desgraciados dos hoyos finales de Jim Furyk, al que se le aparecieron de nuevo los fantasmas del US Open y del Firestone y que vio cómo su partido ganado frente a Sergio García se tornaba en una amarga derrota con dos bogeys seguidos. Otro veterano ilustre que se marchó a casa con un rosco fue Steve Striker.
El putt de Martin Kaymer, que restituía el honor de los alemanes en la Ryder, haciendo olvidar por fin el putt de Langer en 1999.
Un diario deportivo catalán, Sport, recogía en portada el resultado de la Ryder con un titular que sobrepasa el ridículo para adentrarse en el terreno de la estulticia. Acompañado de una fotografía del ex-entrenador con sus tres hijos, la noticia es: Guardiola vibró en la Ryder.
Carnoustie Championship Course, Escocia
Carnoustie tiene varios apodos. Lo llaman «El Poderoso», «La Bestia», o «Car-nasty», ya que es un links absurdamente difícil sobre todo con viento. Dicen que es uno de los campos más duros del mundo. El campo más difícil de la rotación del Open Championship.
Su fama está avalada por el colapso épico de Van de Velde en el Open del 99. En esa edición, con 19 años Sergio García firmó un 89 en su primera vuelta, y un 83 en la segunda, y acabó llorando amargamente sobre el hombro de su madre. Ese mismo año quedó segundo en el PGA (le ganó Tiger); recuerdo el famoso golpe desde el árbol. Pero lo que todo el mundo recuerda en Carnoustie sucedió el domingo, el hundimiento de Jean van de Velde, la mayor tragedia deportiva en la historia de un Major (con permiso de Roberto de Vicenzo o de Mickelson). Le hacía falta un doble-bogey para ganar el torneo y el francés se cascó un triple bogey tras una sucesión de absurdas decisiones y de visitar el Barry Burn. Aquí tenéis un video dramático de lo ocurrido.
En el playoff Paul Lawrie aprovechó el regalo y se hizo con la jarra de clarete, con dos birdies en los cuatro hoyos de playoff. Por cierto que el campeón hizo 290 golpes, seis sobre par. Claramente se les fue la mano con el rough. Cuando el Open volvió a Carnoustie en el 2007, el campo estaba más benigno. Todavía duele recordar el putt que tuvo Sergio para ganar… al final se lo llevó Harrington con un total de -7.
Jugué el campo en junio de 2010. El primer reto fue encontrarlo, porque los Carnoustiesianos lo tienen bien escondido. Otro inconveniente es que no tiene campo de prácticas. Hay que salir a pelo. El complejo tiene dos campos, aunque aqui siempre hablamos del Championship Course.
Mi caddie me fue contando historias del campo mientras jugábamos. En el 12 me señaló un bunker de calle que se conoce como el «Jack’s Bunker». Al parecer Jack Nicklaus, en uno de los Opens, deslizó un comentario sobre este hoyo diciendo que le parecía una salida cómoda. Cuando regresó al siguiente Open en Carnoustie unos años más tarde, mandó sus cuatro salidas a este nuevo bunker que construyeron «en su honor».
También tuve la oportunidad de jugar el famoso Hogan’s Alley. Una salida estrecha en el hoyo 6 con un bunker en el centro de la calle y un fuera de limites a la izquierda. Todo el mundo jugaba por la derecha hasta que llegó Ben Hogan, en el unico Open que jugo (y ganó) que jugó sus cuatro salidas con precisión de cirujano y puso la pelota por el pasillo entre el bunker y el fuera de limites. Luego leí que hay como 4 diferentes Hogan’s Alley en diferentes campos de golf del mundo, incluyendo el campo de Riviera. En 2006 añadieron un bunker adicional para que el Hogan’s Alley entrara en juego de nuevo: los pros se volaban los bunkers de calle con facilidad.
Era nuestro primer campo en nuestro periplo por Escocia. Mi primer drive fue un rabazo horripilante que visitó el arroyo serpenteante que lo cruza en varios hoyos. Mis compañeros de partido guardaron un respetuoso silencio, aunque las risas iban por dentro. La maldición del hoyo 1. Terminé con un cuádruple bogey. El hoyo dos fue algo mejor: triple bogey y primer tripateo. En el hoyo 3 me hice 9 golpes después de coger calle, tres de ellos desde la arena. Etcétera. Terminé la primera vuelta con un vergonzante 61.
A partir de aquí pensé que si jugaba de zurdas lo haría mejor. Me relajé un poco más. La segunda vuelta fue más aceptable y cumplí mi handicap: hice 44 golpes (+8), con tres pares a los hoyos 12, 14 y 15, y cuatro bogeys a los hoyos 11, 13, 16 y 18. Me acordé de Van de Velde con mi bogey al 18. En total 105 golpes, +11 con mi handicap.
Este año vuelvo a visitar Carnoustie en junio. Ya contaré más cosas del campo. A ver si consigo bajar de 100.
ACTUALIZACION. Jugué el campo por segunda vez en Junio de 2012. Un día infernal: lluvia intensa, viento, frío. Los zapatos encharcados desde el hoyo 3. Hice 104 golpes en unas condiciones durísimas. Y me pareció un campo sencillamente maravilloso. No tiene hoyo malo. Un primera división, de los mejores campos del mundo. ¡Espero poder volver!