Vuelve Tiger. Por Nike Golf
¿Nos tocarán las bolas?
Por fin los que mandan en el mundo del golf se han despertado, han saltado las alarmas ante el evidente declive del golf y van a afrontar el cambio más necesario en este deporte: bolas diferentes para distintos niveles de juego. Así lo asegura Brian Costa, en este artículo.
Ya lo avisaba el doctor Alister MacKenzie en 1934 en su libro The Spirit of St Andrews. Y lo recordaba de manera magistral Pablo Martín en este grandioso artículo «El suicidio del golf». El problema es evidente: para albergar hoy un campo competitivo para los profesionales necesitas una cantidad enorme de terreno, lo que encarece los campos, tanto en construcción como mantenimiento. El juego se ralentiza. El golf como deporte se encarece. Y al final el golfista se quedan en casa. Hasta el propio Tiger Woods lo admitía hace algunas semanas en este podcast.
Cuando Tiger empezó en 1996, ningún jugador del PGA Tour hacía 300 yardas (274 metros) de media con el driver. Esta temporada han habido 43 jugadores con una media superior a estas 300 yardas. El US Open de 1896 se jugó en Shinnecok Hills, un campo cerca de Nueva York cuyo recorrido medía 4.044 metros. El Open vuelve a Shinnecok Hills en 2018, y el campo (no sé si se puede decir que es el mismo recorrido) tendrá 6.802 metros. Hoy cualquier campo del PGA Tour tiene que medir más de 6.600 metros. Si esto sigue así, ¿veremos campos de 7.000 metros?
Mike Davis, el Director Ejecutivo de la USGA, lanzó la idea en un simposio en marzo de 2017 de que hay que cambiar la bola «acorde con el nivel de juego». Esto significaría bolas diferentes para los profesionales. Y en seguida se pusieron a trabajar con el Royal & Ancient para estudiar como bolas de menor distancia pueden afectar al golf. El R&A piensa que no es tan necesario. En los links, los campos se protegen bien con otras cosas que la distancia. Pero en breve veremos a alguien bajar de 60 en el Old Course. Y la realidad es que otros desportes han restringido los materiales sin mucho drama: el tenis, el beisball o el atletismo por ejemplo. Las jabalinas tuvieron que ser rediseñadas varias veces cuando los atletas se salían del campo. Y no pasa nada.
Hay mucha gente en contra de este cambio tan necesario. «No nos toquen las bolas», dicen. De entrada, los rectores de Augusta, que van por libre, no quieren oir hablar de cambios, aunque Augusta sea ya irreconocible. Los fabricantes, los menos interesados en estos cambios, aunque el CEO de Bridgestone aboga por que todos jueguen la misma bola en torneos (naturalmente una suya). No entiendo porqué, todos los jugadores podrían jugar ProV1s si esto fuese diferencial. Otros sugieren limitar a los pros los palos que pueden emplear por vuelta, a los 6 -7 palos. Otros dicen que se cambia la bola para todos, amateurs y profesionales (cosa que a mi me parece evidente). Otras soluciones son todavía más ridículas: calles más estrechas, roughs más duros, más bunkers. Otros abogan por prohibir los drivers de titanio. Racismo metalúrgico: encontrarán otro material que conseguirá más distancias.
Para mi el cáncer del golf siempre ha sido el juego lento, las rondas de más de 4 horas y media. Es posible que bolas más cortas reduzcan el tiempo de búsqueda de bolas, o quizá el juego se ralentice. No lo tengo claro. Pero sí, para los pros, sin duda y por el bien de los campos hay que hacer algo para evitar distancias tan salvajes. Y si en lugar de pegar 220 metros pegamos 200, pues bienvenidos sean.
Nike y Adidas dejan el golf
Hace tiempo comenté en esta entrada el declive del golf: los millenials prefieren cazar Pokemons y el deporte no es popular en mercados emergentes como China o India. El mejor indicador es el de las ventas de la industria del golf: El mercado no crece, la rentabilidad es negativa y dos de las principales marcas deportivas han decidido abandonar el golf.
En Agosto de 2016 Nike acaba de anunciar que deja de vender palos, bolsas y bolas de golf, quedándose sólo con el negocio de ropa. Sus ventas fueron las peores en los resultados del año pasado, alcanzando 706 millones de dólares, un 16% menos que el año pasado.
El declive del golf en Estados Unidos, su principal mercado, coincide con la historia reciente de su estrella Tiger Woods, como explicaba este artículo de Bloomberg en el que se incluye este gráfico.
En mayo de 2016 Adidas también anunció sus planes para vender su unidad de golf, formada por TaylorMade, Adams y Ashworth, quedándose con el negocio que vende zapatos y ropa con marca Adidas. Los analistas estimaban que la falta de rentabilidad del negocio llevó a unidad de golf de adidas a unas pérdidas cercanas a los 100 millones de euros.
El caso Phil Mickelson y sus asombrosas consecuencias
Desde el 2014 el golfista americano Phil Mickelson está siendo investigado por un caso de información privilegiada en la compra venta de acciones. El caso criminal se ha anunciado esta semana con resultados alucinantes.
En realidad el imputado es su amigo Billy Walters, el más famoso apostante en deportes de Estados Unidos, un tipo que gana 15 millones de dólares al año en apuestas deportivas. Walters, según la SEC (la autoridad bursátil americana) había estado comprando y vendiendo acciones durante varios años con información privilegiada proporcionada por un ex banquero de inversión, Thomas C. Davis, que era presidente del consejo de administración de Dean Foods. Por ejemplo, Davis le enseño hasta 6 estados financieros de la empresa antes de ser publicados. Davis se ha declarado culpable y está colaborando con el gobierno, supongo que a cambio de una pena más reducida. Al parecer Davis le debía un dineral a Walters por sus apuestas.
Durante la primera parte del 2012 el consejo de administración de Dean Foods había estado en conversaciones para vender su división de comida orgánica, WhiteWave, una venta que reclamaban varios analistas de Wall Street. Davis se lo iba contando a su amigo Walters, y éste invertía fuertemente en la empresa.
En esa época Mickelson le debía a Walters dinero por apuestas deportivas. Mickelson, al que le gusta apostar, no suele invertir mucho en el mercado financiero (tenía sólo 250,000 dólares). Parece mucho, pero Mickelson ha ganado en su carrera más de 500 millones de dólares. Los días 30 y 31 de julio de 2012 Mickelson, después de hablar por teléfono y de varios mensajes cruzados con Walters, compró 2,4 millones de dólares en acciones de Dean Foods, en parte con dinero prestado.
Una semana después Dean Foods anunció la venta de su división. La acción subió un 40% con el anuncio.(Por lo que se ve en el gráfico de la acción, recuperando una caída similar en días anteriores). Al día siguiente, Mickelson vendió sus acciones, consiguiendo un beneficio de 931,000 dólares.
Para mi sorpresa, Mickelson, por ahora, evitará cualquier responsabilidad penal, simplemente aceptando devolver el dinero que ganó más intereses (1,03 millones de dólares). No está claro que el caso esté cerrado.
¿Por qué un comportamiento tan obviamente criminal puede salirle gratis? No soy experto en derecho americano, pero por lo que he leído, para que te encierren por información privilegiada, el que te aporta la información tiene que haber recibido un beneficio personal por ofrecerte esta información. Además la persona que recibe esta información tiene que saber que este beneficio existe.
Mickelson empleó las ganancias para pagar las deudas de juego con Walters. Pero Mickelson no sabía si Davis iba a recibir un beneficio por ofrecer esta información. Y como no lo sabía, es inocente.
Varias cosas me sorprenden de este caso:
- Cómo una persona que se embolsa entre 30 y 50 millones de dólares al año en patrocinios, más sus ganancias en el circuito, tenga que pedir un préstamo para comprar unas acciones.
- Que alguien que tenga deudas de juego tenga que realizar una operación bursátil fraudulenta para poder pagarlas.
- Que un golfista profesional realice apuestas de juego. ¿Apostaría contra sí mismo? ¿Las Mickelsonadas son fallos suyos a propósito?
- Que el PGA Tour, con un código ético interno, no haya actuado contra el zurdo de California.
- Que alguien con este juego corto no sea algo más inteligente a la hora de gestionar su patrimonio y su imagen.
- Que ninguno de sus patrocinadores haya abandonado a este personaje; máxime cuando muchos patrocinadores se pusieron de perfil cuando otro golfista americano famoso, Tiger Woods, engañó a su mujer.
Estatuas de golf
A veces ir a un campo de golf es como ir a un museo. Y no me refiero a los venerados links. Una de las cosas que más solera da a un campo es vestirlo con una placa conmemorativa, un cartel o incluso una estatua; en esta generación selfie, donde todo el mundo tiene un móvil en el bolsillo, las estatuas son mucho más fotogénicas que un prado verde con una bandera al fondo. Así que, señores responsables de campos, pongan una estatua junto al green del 18.
Por ejemplo, en Tralee, un gran links irlandés, ¿Quiere usted que se sepa bien claro que Arnold Palmer ha diseñado el campo de golf? Nada mejor que una estatua en tamaño real, para dar la oportunidad del selfie de turno.
En Ballybunion, otro links de los mejores, se recuerda la partida de un gran jugador, un caballero dentro y fuera del campo y que falleció trágicamente y se convirtió en una leyenda.
Waterville, un campo links muy activo en esto del marketing, es un festival de placas y estatuas. ¿Se muere usted por comunicar que en su campo también jugaba regularmente Payne Stewart? Una placa sería poca cosa: estatua al canto.
La más famosa estatua de Payne Stewart, recreando la celebración de un putt, es la que preside la entrada en el campo de Pinehurst, que fue donde ganó su US Open en 1999.
Sigamos en Waterville: ¿Y que pasa con el diseñador del campo? ¿Acaso no merece otra estatua? Pues se pone otra y punto.
¿Cómo se puede hacer recordar al jugador que pisa un terreno sagrado? Explicando la historia del hoyo más famoso del campo. La historia es estremecedora.
¿Hay proezas que deben ser recordadas? No hay problema: otra placa más.
Y otra placa más recordando el punto más escénico del campo.
En Killeen Castle hay una estatua icónica del diseñador del campo haciendo un swing.
Aunque el gesto más recordado de Jack Nicklaus lo podemos ver inmortalizado en el Salón de la Fama de Georgia.
O en Muirfield, Ohio, el campo del Oso Dorado, enseñando a un niño.
O en Valhalla, en Louisville, Kentucky, como diseñador, con Dwight Gahm, el fundador del campo.
La estatua más fea que he visto nunca es la de Pete Dye en la entrada del Teeth of the Dog, en República Dominicana. La verdad es que él nunca fue un adonis.
En España, obviamente rendimos homenaje a Seve Ballesteros con dos estatuas: Una en Santa Marina que recrea su swing.
Y otra en Pedreña donde se recrea, quizá con menor fortuna, su triunfo en el Open Championship.
Añado la estatua más fea, extravagante y ridícula que he visto nunca. Está en el campo de golf de Las Matas (el Nuevo Club de Campo). Un tipo sin ropa haciendo un swing.
Un amigo me envía una placa del Glen Abbey Golf Club, en Ontario, Canada, con la hazaña del jugador más ilustre que ha pisado sus calles.
Lo curioso de la placa es que no recree el golpe con el que ganó el torneo, uno de los más famosos de su carrera, golpe del año en el PGA Tour del 2000; desde un bunker de calle Tiger dispara un hierro 6 de 195 metros.
La pésima vuelta de Tiger Woods en la tercera jornada del Memorial
Cuando Tiger Woods parecía estar encarrilando su juego, en la tercera jornada del Memorial (el torneo de Jack Nicklaus) hizo su peor vuelta como jugador profesional. En un campo donde Kevin Streelman, Dustin Johnson y Keegan Bradley firmaron 65 golpes, Tiger perpetró 85 golpes con un cuádruple bogey para terminar. Ahora mismo marcha último en la tabla a 27 golpes de Justin Rose, el líder.
Aquí vemos como lo hizo.
Tiger y Rory en un nuevo spot de Nike
El declive del golf
El último número doble de la revista The Economist analiza en este artículo el lento declive del golf en el mundo occidental, y sus intentos por reinventarse para unas nuevas generaciones nacidas bajo el influjo de los juegos de ordenador. Como siempre en esta revista el artículo está fundamentado en datos y bien argumentado. Y como es habitual también, esta cuajado de medias verdades, generalizaciones categóricas e importantes majaderías. Lo resumo y lo comento:
El año pasado 25 millones de personas jugaron al golf en Estados Unidos, un 18% menos que en 2006, aunque la población ha crecido un 6% en este periodo. El golf, sentencia The Economist, no atrae a los jóvenes y a las minorías. Y mucha gente lo ha abandonado. Esto hace que hoy haya demasiados campos en Estados Unidos: 14,600 de los cuales 160 cerraron el año pasado. Un experto señala que hacen falta 10 años duros para adecuar la oferta a la demanda actual. Ser diseñador de campos de golf es hoy una profesión poco rentable.
Se juegan menos vueltas de golf y esto hace que se venda menos material de golf. Quizá por ello, mi impresión es que los fabricantes se vean obligados a sacar material nuevo (¡más distancia!) con mas frecuencia. Difícil rentabilizar tanto lanzamiento: las marcas se embarcan en una carrera frenética hacia su abismo financiero. Las audiencias en TV también han sufrido un importante declive, pero creo que esto se debe a que falta Tiger Woods.
Fuera de USA el golf sí que crece en algunos sitios. Por ejemplo, en China, aunque se ralentiza ahora el ritmo de construcción de campos. Pero en mercados maduros, como Australia, Japón, Inglaterra, Irlanda e incluso Escocia el número de jugadores desciende año a año.
¿Por qué el golf está en declive? El autor apunta varias razones:
- La naturaleza del juego, calmada y meditativa, no encaja con el frenético modelo de vida que tenemos en este siglo XXI digital. La gente, dice, no tiene hoy tiempo para nada. Y el golf requiere demasiado tiempo. (Aunque pueda tener parte de razón, creo que es precisamente este espíritu lo que hace atractivo al juego).
- El golf no es fácil. Uno no puede dejar de practicarlo para mejorar. Tiene un libro abarrotado de reglas. Para ilustrar que el golf no es un deporte fácil y calmado, y que estresa a mucha gente, The Economist subraya lo que dijo el marine que mató a Bin Laden: «es más estresante que el combate». Muchas gracias señor, pero por que usted no sea capaz de hacer un buen swing no hay que generalizar. Este deporte no es para todo el mundo.
- Otro argumento algo ridículo: como el nivel de juego aumenta con mejor material y mejores profesionales, los campos se hacen más difíciles, y esto ahuyenta al jugador medio. El que escribe el artículo debe suponer que esto sucede en todos los campos. Además, tenemos el handicap. ¿En qué deporte puedes ganar al número 1 del mundo con un día inspirado?
- La razón más relevante para explicar el declive es la economía. Los clubs elitistas y resorts de lujo van bien; un 45% de los jugadores de golf en USA pertenecen a la franja salarial de los que ganan más de 100.000 dólares al año. Pero los «baratos» sufren mucho la caída de la economía y cierran.
- También la crisis, dice el artículo, conlleva otros efectos: se dejan de construir campos municipales para dedicar recursos públicos a otras necesidades. (Me parece perfecto, así no compiten de forma desleal con los privados.)
- El golf socialmente está mal visto. Los padres que juegan dejan a sus hijos a su mujer para poder jugar. Para aliviar su culpa, les apuntan a clases. Pero hoy los niños hacen muchos deportes, y no se acaban enganchando. Además, como hay más divorcios, los padres suelen preferir tener los fines de semana libres para poder estar con los niños.
- Atraer a la generación de los «millenials» es muy difícil. Una generación pegada a un smartphone, siempre conectada, que exige una gratificación instantánea. El golf no es para ellos. Además el golf parece más fácil si se juega en la PlayStation de lo que es: al parecer los jóvenes acostumbrados a jugar en una pantalla luego sufren y se frustran cuando salen a jugarlo. Y hoy hay más ofertas de ocio que compiten por la atención de cualquiera.
- El golf está chapado a la antigua, tiene demasiadas reglas de etiqueta y algunas no pasan el filtro de lo políticamente correcto. Esto, dice el redactor de The Economist, tiene su encanto pero también daña su atractivo. Para mi éste es un argumento necio: si hay un deporte noble, caballeroso con el rival, que exija paciencia y construya humildad, es éste.
- El golf realmente no es un deporte. Los campos son tan largos, dice, que la gente va en buggie: deja de ser atractivo (aquí coincido con el articulista: al golf se debería jugar andando).
- Hay demasiados órganos de gobierno en el golf que no se ponen de acuerdo. Un cambio de reglas lleva demasiado tiempo. Esto hacer que el deporte no avance.
Aunque exista un poso de verdad en todo lo anterior, las ideas que propone el artículo me parecen en muchos aspectos caducas, poco serias o directamente disparatadas:
- Los americanos hacen campañas para que la gente juegue más 9 hoyos. Impresionante descubrimiento.
- Los japoneses han inventado «lonely golf», donde uno aparece en el campo y juega con el que le toque. Vaya novedad.
- Los coreanos (ya comenté lo locos que están por el golf) juegan mucho «screen golf», es decir, golf en simuladores urbanos. Y están creciendo en USA. Pues no, no es golf.
- Los americanos también proponen el footgolf, una especie de híbrido entre golf y fútbol. A pesar de las pintas de los jugadores, esto tampoco es golf.
- Algún iluminado dice que hay que agrandar el agujero del hoyo para hacerlo más fácil. Quizá ayude más a los malos putteadores que a los buenos jugadores.
Termina el artículo hablando de la oportunidad que ofrece el golf olímpico: mucha gente lo va a ver en TV por primera vez. Si a estas alturas todavía ni tenemos campo. Triste consuelo…
Aversión al riesgo en el golf
Las personas somos productos de la evolución, y aunque nuestro cerebro racional pueda resolver problemas complejos, seguimos actuando con los mismos prejuicios y sesgos mentales que nos hacen humanos. Hace poco leí un libro (The Little Book of Behavioural Investing: How Not to be your worst enemy) donde se repasan todos estos sesgos mentales. Uno de ellos, muy destacado, es el de la aversión a la pérdida. La gente odia las pérdidas entre dos y dos veces y media más que lo que disfruta ganancias equivalentes. Nuestro cerebro está mejor equipado para evitar perder que para ganar.
Durante mucho tiempo se asumió que el entrenamiento, la práctica y la competición podían hacer menguar estos defectos y convertir a las personas en máquinas. Hasta que dos investigadores echaron una mirada al mundo del golf. ¿Puede el entrenamiento, la experiencia, el jugar múltiples torneos bajo presión hacer que un jugador de golf pueda templar sus nervios y evitar la aversión a la pérdida que nos define como humanos? Si fuera así, los porcentajes de conversión de putts para birdie serían los mismos que para putt.
Los investigadores americanos Devin Pope y Maurice Schweitzer analizaron más de 2,5 millones de putts en los torneos profesionales del PGA Tour. Sus conclusiones son sorprendentes: Sin excepciones por ranking mundial o tipo de torneo los profesionales y amateurs enfocan mejor sus energías cuando intentan salvar un par que cuando quieren conseguir un birdie. El estudio se llama «¿Es Tiger Woods averso a perder? Sesgo persistente en un contexto de experiencia, competencia y con mucho en juego» y es de 2011. En este artículo hay un buen resumen en español. Cuando los golfistas tiran para birdie o para eagle son significativamente peores que cuando intentan putts similares (de la misma distancia) pero para par. Por ejemplo, de todos los putts menores de 60 centímetros, los golfistas profesionales embocaron un 86% de los putts para par pero sólo un 82% de los putts para birdie. Según el estudio, este sesgo le cuesta al jugador de golf profesional un golpe de media en un torneo de 72 hoyos.
Así que cuando falles ese putt para birdie por ser poco agresivo, consuélate pensando que esto le pasa hasta a los mejores.