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Posts Tagged ‘Old Tom Morris’

Erin Hills: el sueño de Bob Lang

15 de junio de 2017 Deja un comentario

Semana de US Open. Por primera vez el torneo más sádico del circuito se juega en Wisconsin, un estado interior rural, muy frío en invierno y con escaso pedigree golfístico. (No es el primer major: Whisting Straits ha acogido 3 torneos del PGA; es ese campo tan salvaje donde Dustin Johnson perdió un PGA ante Martin Kaymer en 2010.)

La historia más curiosa que he leído estos días es sobre un individuo llamado Bob Lang. Un empresario local dueño de una empresa de calendarios (relativamente pequeña, llego a facturar 65 millones al año) y con una cartera de propiedades inmobiliarias que se enamoró de una finca rural en Wisconsin y soñó con transformarla en un campo de golf sede del US Open.

Atraer el US Open no es tarea sencilla. Muchos millonarios han comprado y gestionado campos de golf sin conseguirlo, entre ellos un tal Donald Trump. Pero la USGA prefiere campos públicos clásicos con historia, tipo Pebble Beach o Pinehurst. Se requieren campos con capacidad para acoger una infraestructura fuerte: tiendas, hospitalidad…

Lang compró la mayor parte del terreno en 2001 por 2,7 millones de dólares. En 2004 le mostró el terreno a Mike Davis, director del US Open. Davis se maravilló con la finca y le transmitió su entusiasmo. Y Lang pidió un préstamo de 11 millones de dólares para comenzar las obras. En 2006 se abrió al público, con greenfees a 150 dólares. Se gastó 5 millones adicionales en comprar fincas adyacentes, para que nadie construyera en los límites y estropeara las vistas.

En 2008 la USGA le premió con el US Amateur. Lang decidió gastar 2 millones adicionales para construir nuevos bunkers.

Después de gastarse 26 millones de dólares en su campo, Lang se arruinó: tuvo que venderlo todo para pagar sus deudas, incluso el propio campo en 2009, a un tal Andy Ziegler, por 10 millones. Lang hoy vive de la Seguridad Social y de la generosidad de Ziegler, que le empleó como «consultor del campo».

Los arquitectos de Erin Hills, por cierto, son Michael Hurdzan, Dana Fry y Ron Whitten. Hurdzan es el quinto arquitecto de la historia, con Jack Nicklaus, Arnold Palmer, Byron Nelson y Robert Trent Jones, Sr. en haber ganado el «gran slam» de los diseñadores de campos: el Donald Ross Award (otorgado por la Asociación Americana de Arquitectos de campos de golf), el Old Tom Morris Award (de la Asociación de Superintendentes Americana) y el Don A. Rossi Award (de los Constructores americanos). Dana Fry trabajó con Tom Fazio antes de establecerse por su cuenta, y ha trabajado mucho en Estados Unidos sobre todo. Ron Whitten ha sido editor de Golf Digest desde 1985.

El Apple Watch para el golf

19 de julio de 2015 3 comentarios

Este bloguero celebró recientemente su cumpleaños (un día especial: el mismo día que Phil Mickelson y Old Tom Morris). Mi mujer me regaló el esperado Apple Watch. Concretamente, el más económico de los tres modelos, el Apple Watch Sport (aunque de económico no tiene nada).

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Por poner un símil golfístico, creo que Apple es el Masters de Augusta de las marcas tecnológicas. Un icono cultural. Una marca con el aura de la perfección en el diseño inmaculado y sin fallos. El amor por el detalle, incluso por lo que no se ve. La consistencia en el diseño. La uniformidad. La calidad. La comunicación excelente, como era el app del Master, la mejor de los majors. También un coto cerrado, exclusivo, opaco.

Por ello es posible que la legión de fieles a Apple van a comprar cualquier cosa que haga la marca: va a ser bello, estar bien diseñado, ser última tecnología. Si Apple decide vender un retrete, venderá millones.

Veamos el reloj: El envoltorio, extraordinario. El reloj es precioso. Un montón de «faces». Es una ventana al iPhone. Sustituye a las pulseras de medición de actividad física tipo JawboneWithings, Fitbit o Nike Fuelband. Pero, después de la novedad, ¿qué queda para el golfista? Por ahora el veredicto es que el aparato es muy decepcionante, y tiene errores garrafales increíbles que, sospecho, provocarían los míticos exabruptos de Steve Jobs.

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De entre todas las apps que hay para el reloj y el golf, he estado probando una que se llama Hole19. (Otras:GolfshotGolfNow, Arccos Golf). Durante la ronda trabaja como GPS ofreciendo distancias al green (con el iPhone en la bolsa). Y también sirve para ir apuntando el resultado de la ronda. El funcionamiento en el campo es correcto, aunque a veces las distancias no sean muy ajustadas. Abajo, dos pantallazos de lo que vemos en el reloj. Conviene cargar los campos de casa, eso sí, porque si no puedes estas un par de hoyos sin poder emplear el app porque se está cargando el recorrido. Las apps ofrecen las estadísticas más típicas de la ronda y permiten comparar tarjetas y medir la evolución en el juego.

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No he encontrado apps que aprovechen los acelerómetros para medir velocidad de swing (tipo Zepp Golf). Espero que lleguen.

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La batería del reloj sufre demasiado. Ayer tras una vuelta de golf de 18 hoyos y empleando un app para distancias y puntuación el reloj no llegó a las 9 de noche vivo. Y eso que por la tarde casi ni lo usé. El resto de días (sin tanta actividad) ha aguantado perfectamente, pero es el iPhone el que sufre: tanta conexión por bluetooth con el reloj acaba secando su vida útil antes de que llegue la noche. No señor Cook, no es verdad:

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Con todo, el error fundamental es la ausencia del GPS interno: para cualquier app deportiva el reloj obliga a tener un iPhone cerca para funcionar con mapas. No tener GPS, ¡qué error! Seguramente puede funcionar como un podómetro inteligente, pero apps como Strava o Runkeeper son mucho más atractivas cuando funcionan los mapas. Cualquier Garmin con GPS le da mil vueltas pues a este modelo para las aplicaciones deportivas: para correr, andar en bici, nadar o jugar al golf. No sé alguien haría una media maratón con un Apple Watch, francamente.

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El reloj lleva incorporado un medidor de pulsaciones (útil para deportistas sin duda) pero no comparte estos datos con ningún app externa. Ignoro la razón, pero es un gran error porque hay un montón de apps deportivas que llevan ya tiempo siendo usadas por los usuarios. Y casi todas son mejores que la de Apple, Workout.

Aunque sea un regalo, el reloj es muy caro. Vendido con dos tamaños (38mm y 42mm; hablo aquí del grande; el de 38mm para mi es demasiado pequeño) el Apple Watch Sport es el más barato de la gama (469 euros nada menos). El Apple Watch sube a 719 euros. Con un par de correas, la factura puede superar los 1.000 euros. Luego hay uno de oro por 18.400 euros. ¿Habrá comprado alguien ese modelo?

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En definitiva, y a la espera de mejoras o modelos futuros, el Apple Watch es un producto poco recomendable. (Si alguien ha encontrado apps mejores o trucos para sacarle partido, dejadme comentarios al post).

ACTUALIZACION: Apple ha anunciado su Apple Watch 2, con GPS incorporado. Tarde para los que nos hemos pasado a Garmin / Bushnell…

Hoyos clásicos: El hoyo Alps

21 de May de 2014 4 comentarios

Empiezo hoy una serie sobre hoyos clásicos, hoyos famosos, admirados e imitados. Los mejores hoyos de golf del mundo.

El hoyo original Alps es actualmente el hoyo 17 del campo escocés de Prestwick, aunque originalmente era el hoyo 2 del campo donde se jugó el primer Open Championship en 1860. He hablado de Prestwick cuando escribí sobre el mítico Old Tom Morris. Fue en Prestwick también donde se descubrió una técnica vital para que las bolas se deslicen por los greenes como si fueran moquetas, como conté en este post.

Estamos ante un par 4 con un segundo tiro ciego a un green que se oculta detrás de una duna gigante llamada Alps. La calle es estrecha y recta, y requiere un gran tiro para atacar al green de dos y así evitar un bunker frontal, el famoso bunker Sahara, cuyo nombre da idea de su tamaño. Un tiro que puede que sea contra el viento contra un green ciego y frente a un bunker que también es ciego, ya que queda tapado por la loma. Y sin embargo este hoyo es uno de los más renombrados del mundo. Normalmente hay que ver la posición de la bandera desde el tee de salida. El green tiene un montón de caídas, por lo que resulta sumamente interesante para golpes de approach.

Desde Google Maps se ve muy bien la tipología del hoyo y la posición del bunker, aunque no se aprecia la pendiente que tiene el acceso a esta duna.

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Otras fotos dan fe del tamaño del bunker Sahara. Por ejemplo, ésta de un interesante bloguero escocés:

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De los otros hoyos Alps famosos que se pueden encontrar por el mundo, el más famoso es el hoyo 3 del National Golf Links of America. Diseñado por el gran arquitecto clásico Charles Blair MacDonald y su colega Seth Raynor, este es un campo privado abierto en 1908 y ubicado en el estado de Nueva York, que recoge muchos de los clásicos hoyos-tipo británicos. Este hoyo, para muchos, supera al original. Cuenta con una calle que recibe en diagonal y obliga a un approach ciego a un green tremendamente movido, ubicado en línea del bunker de la loma. Este artículo cuenta muchas cosas de este hoyo.

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Otros Alps:

  • El hoyo 13 (en el Open, normalmente se juega como hoyo 11) de Royal Liverpool Golf Club Hoylake, sede del Open Championship 2014. En este caso el hoyo es un par 3 a un green semiciego, el par 3 más difícil de la vuelta, ya que el viento puede azotar de lo lindo y son casi 200 yardas.

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  • El hoyo 2 del campo sur de Magnolia Creek Golf Links, en Texas. Una especie de links irlandés diseñado por Thomas E. Clark.
  • El hoyo 6 del Tamarack Country Club, en Connecticut, diseño de Charles Banks de 1929, un arquitecto que trabajó con el referido C. B. MacDonald.
  • El hoyo 6 de Black Creek, en Tennessee, un diseño moderno de 1999, firmado por Brian Silva, que es un homenaje declarado a los grandes arquitectos clásicos de la edad de oro (McDonald, Raynor…). En este caso el hoyo es un par 5.

¿Alguien conoce más ejemplos?

Royal County Down (Championship Links), Irlanda del Norte

5 de julio de 2013 5 comentarios

En mi último viaje de golf por Irlanda he podido conocer dos campos excepcionales: Royal Portrush y Royal County Down. Ríos de tinta derramados y miles de pintas de cerveza testigos de cómo miles de golfistas debaten hasta la extenuación y durante décadas una cuestión golfística fundamental: cuál es mejor de los dos. Para muchos, incluido Golf Digest, Royal County Down es el mejor campo del mundo fuera de Estados Unidos. Un links salvaje, la mejor combinación de belleza estética y brutalidad golfística. No es casualidad ver la misma firma en ambos campos: Old Tom Morris y Harry Colt.

Leo que el primer trazado de 18 hoyos lo realizó Old Tom Morris (1890), aunque el campo es prácticamente obra del capitán del campo George Combe (a principios de siglo) y posteriormente por Harry Vardon (en dos visitas, 1908 y 1919) y por Harry Colt (1925). La huella de Colt es reconocible en los pares 3 del recorrido. Donald Steel hizo algunos cambios a los hoyos 16 y 18 en 1997. Pese a la intervención de los diseñadores, la sensación predominante es que estamos en un links absolutamente natural, una reliquia victoriana perfecta. Quizá el links más salvaje que he jugado. El triunfo de la civilización sobre la selva. En un emplazamiento privilegiado, con vistas a las montañas de Mourne, el campo luce una orografía muy accidentada entre dunas, lo cual obliga a ir muy recto desde el tee de salida. Además muchos tiros son ciegos, por lo que si no estamos finos podremos perder muchas bolas. Muy aconsejable jugar con caddie o con alguien que conozca el campo, o en su defecto con un stroke saver. Encontraremos en este paseo entre dunas muchos bunkers con barbas, infinidad de arbustos de todos los colores, vistas increíbles y unos greenes fantásticos, muy duros como es norma en links. Aunque para un campo con esta fama y con este precio, la velocidad de los greenes que jugamos fue muy lenta e impropia de su categoría. Esta es la vista desde la calle del 1, que está prácticamente pegada a la playa de la bahía de Dundrum.

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Los primeros nueve hoyos son caviar puro, 9 joyas durísimas. El hoyo 1 es un par 5 franco, recto y sin demasiados problemas atacando a un green alargado. Es básico empezar bien porque estamos en uno de los hoyos más sencillos del recorrido.

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El hoyo 2 discurre recto y paralelo a la playa. Primer drive ciego aunque a una calle ancha. La gracia está en que si no estamos en el centro de la calle no veremos el green, que queda tapado por dunas. Un enorme bunker también aterroriza al golfista pusilánime. La foto es mala porque en cada hoyo tuvimos una estación diferente: aquí pasamos del verano al otoño-invierno. Hay que tener mucha paciencia y ropa cómoda para todas las condiciones posibles.

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El green del 2, además de varios bunkers cercanos que lo escoltan, está bien elevado en un área con abundantes caídas y escapatorias. No me quiero imaginar lo que es este campo con greenes rápidos: una masacre.

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Esta maravilla es el grandioso hoyo 3, par 4 natural donde los haya, con al menos 10 bunkers totalmente naturales. Como siempre la calle es el sitio donde hay que estar. Es un hoyo fantástico porque tienes miles de formas para llegar al green, pero sólo con la bola larga en la izquierda uno tiene visión del green en su segundo tiro.

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Si hasta ahora hemos tenido el viento a favor, el hoyo 4 lo jugamos con viento en contra. Un espectacular par 3 de 180 metros, con el sello de Harry Colt, que sobrevuela desde un tee elevado un mar de jaras y arbustos y con las montañas al fondo.

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El green del 4 es largo y estrecho. Está escoltado por 9 bunkers en su parte frontal y derecha. El Stroke Saver dice que como todos los greenes en este campo, los putts que caen del frente hacia el fondo tienen a caer hacia el mar.

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El hoyo 5 nos enfrenta a otro drive ciego en el que hay que apuntar a una piedra blanca y rezar. Aquí el problema no es sólo que el tiro sea ciego, sino que la calle va en diagonal. Nuevamente la ondulada calle parece bombardeada de bunkers por todas partes.

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Otro par 4 sigue con salida semiciega. El green es quizá el más pequeño del campo. No hay que pasarse nunca del green porque la duna se tragará la bola.

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El hoyo 7 es el par 3 más corto del recorrido. El green está elevado por lo que el viento azotará bien. Hay que tirar la bola a la parte frontal del green por la derecha, porque si no se marchará por las escapatorias que tiene a la izquierda o al fondo y el par será muy complicado.

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Otro hoyazo sigue: el 8 es un par 4 ascendente muy largo, con bunkers protegiendo la salida tanto con viento a favor como en contra. Un green estrecho y elevado y con muchas caídas.

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Y para terminar, el hoyo quizá más famoso del campo, no por su salida que es ciega, sino por lo que se ve al llegar a la cima. Una salida muy curiosa, única; hoy no se diseñan hoyos así. Un poste marca la línea a seguir: hay que pegarle duro y por esa línea para tener esperanzas de llegar a la calle.

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Desde la cima se extiende la calle ligeramente hacia la izquierda. Podemos admirar la casa club enmarcada en las montañas. Dos bunkers y una duna protegen la entrada del green a unos 40 metros del mismo, aunque parezcan mucho más cercanos al green. Una primera vuelta gloriosa y que me castigó con dureza.

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Comento algunos hoyos de la segunda vuelta. El hoyo 11 es otra salida completamente ciega y donde un poste marca la línea para superar una duna y llegar a una calle que gira ligeramente a la derecha. Lo que no contamos es que las barras no estaban en su sitio teórico: 4 drives perfectos y 4 bolas a un rough denso y complicadísimo.

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Seguimos hacia el segundo par 5 del recorrido. La calle hay que visitarla para tener opciones. Desde el segundo tiro vemos el green y varios bunkers escalonados hacia el, recibiendo las bolas que no vayan muy rectas. Hay que pensárselo dos veces para atacar este green desde lejos.

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Para mi, el hoyo 13 es el mejor del campo. Un dogleg de izquierda a derecha maravillosamente estratégico. Ante nosotros una calle ancha y alcanzable con madera. Podemos intentar ganar metros y visibilidad del green por la izquierda, pero si cerramos la bola en exceso nos espera un rough selvático. Si decidimos tirar por la derecha en dirección al bunker de calle, nos quedará un tiro ciego y muy largo al green.

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Desde la esquina del dolgeg avistamos el green, protegido por la izquierda por un bunker (hay otro en la derecha que no vemos). Podemos ver las barbas de los búnkers, que penalizan de verdad. Este green, metido en un anfieteatro de dunas, es diabólico y hacer tres putts es la norma. El arco iris apareció para enmarcar este prodigioso hoyo.

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Esta es la vista del hoyo 13 desde detrás del green, donde se puede ver lo amplia que es la zona derecha del green, y por la derecha elevada, la calle del hoyo 15.

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Después de un hoyo así uno se quedaría a jugarlo de nuevo, pero nos toca otro extraordinario par 3, desde un tee elevado. Un bosque de pinos encuadra el golpe de un green muy difícil de puttear (otra vez). Los tres hoyos finales retornan en dirección a las montañas. El hoyo 15 tiene un tiro precioso a una calle ascendente que luego gira hacia la derecha. Hay que hacer volar la bola y conseguir avanzar para tener oportunidad de llegar al green de dos golpes.

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El hoyo 16 es un par 4 corto y llegable por los muy pegadores (no es mi caso). Mucho ojo con los arbustos de la derecha o izquierda porque perdemos bola seguro.

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El hoyo 17 nos enfrenta a un par 4 ligeramente ascendente. Si pegamos la bola bien podemos acabar en un pequeño obstáculo de agua en medio de la calle (que no se ve desde el tee de salida).

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Para terminar, un par 5 exigente donde hemos de negociar desde el tee de salida 18 bunkers que acompañan a la calle. Curiosamente el green no necesita bunkers, le basta con las caídas tremendas que tiene y por un arbusto que lo protege en su parte izquierda. Un final duro para este gran campo de golf.

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Royal Portrush Golf Club (Dunluce Course), Irlanda del Norte

20 de junio de 2013 9 comentarios

El primer arquitecto cuya figura glosé en este blog fue Harry S. Colt, el patriarca de los arquitectos. Su obra maestra, el campo del que se sentía más orgulloso, es el Dunluce Course del Royal Portrush Golf Club. No le faltaban motivos: Colt construyó su Capilla Sixtina, un campo que debería ser Patrimonio de la Humanidad. Colt rediseñó en la década de los 20-30 el trazado original de Old Tom Morris. Ya la llegada en coche por la carretera de la costa te presenta el campo junto a unos acantilados en una ubicación privilegiada. En las dos fotos siguientes, la vista desde el green del hoyo 5.

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El links discurre por una amplia área ondulada de dunas alucinantes. El genio de Colt no sólo es admirable por un trazado lleno de doglegs, subidas, tiros en alto, tiros ciegos o maravillosos pares 3. La excelencia está en en unos greenes elevados fantásticos, muchos de ellos continuación de las calles y con aterradoras escapatorias hacia unos bunkers retadores, contorneados de forma deliciosa y tremendamente penalizadores. Incluso los dos hoyos finales, fuera de la zona de dunas, aún de carácter diferente, tienen ese algo especial que los haría imprescindibles en cualquier campo.

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Normalmente los primeros hoyos suelen ser amables, para permitir una entrada simpática al jugador en el campo. El de Portrush es posiblemente el mejor primer hoyo que recuerdo en un campo de golf. El tee, elevado, permite admirar una calle ancha donde tirar nuestro primer drive (aunque el libro de yardas hable de hierro, frente al viento nos tocó jugar un par 4 larguísimo). Colt diseñó una calle ancha pero hoy la parte derecha es un fuera de límites. (Esto hace que el búnker de green de la izquierda no entre tanto en juego). El segundo tiro ya pone a prueba nuestros nervios con un tiro, contra viento, a un green elevado, que cuenta con amplio piano y un desnivel tremendo hacia la calle.

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Aunque el peligro no es este, sino un búnker estrecho y terrorífico en la parte izquierda de la calle que causa auténtico pavor. Si la bandera está al fondo del green tendremos una salida de 40 metros francamente interesante, por no decir otra cosa. Y ojo porque detrás del green hay un bosque temible. Salir del hoyo con un par es un enorme éxito.

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El hoyo 2 es un par 5 en dogleg de derecha a izquierda, con una calle con más montículos y pianos que una montaña rusa. También tendremos bunkers con contornos de ombligo y un green que quita el hipo. Si uno es pegador, los bunkers de calle a 50 metros de green entran en juego. Aún así los efectos ópticos hacen parecer que los bunkers están más cerca del green de lo que están. Los campos de Colt siempre son campos estratégicos.

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El hoyo 3 es un par tres corto, con una enorme escapatoria en la parte izquierda del green. Estamos en el punto más alto del campo y más expuesto al viento. Si no ponemos la bola en el lugar preciso tendremos un approach que huele a bogey.

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Después jugaremos un hoyo 4 estratosférico, un par 4,5. El green está protegido por dos enormes dunas que hacen que la bandera pueda estar totalmente oculta. Una entrada de green fantástica.

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Tanto hoyo bueno va llenando el alma del golfista hasta que llega al hoyo 5, un par 4 absolutamente sensacional. El tiro, a favor de viento, negocia un enorme dogleg hasta un green en la parte derecha. Una piedra blanca marca la línea a seguir, y si se superan los montículos la bola reposará en una calle muy movida a escasos metros del green.

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La forma del green hace que se recorte la bandera con el mar, y el fuera de límites del fondo pueda entrar en juego con viento a favor. Un green con una depresión brutal en su entrada y con la playa al fondo no hacen sencillo el tiro a bandera. Una vez embocada la bola nos deleitamos con la vista de la playa y acantilados. Hoyazo.

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El hoyo 6 lleva el nombre del arquitecto Harry Colt: cómo no un par 3 excelente. 150 metros hacia un green elevado contra el viento. La madera puede trabajar. El hoyo es tan bueno que luce ausente de bunkers.

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Sigue un par 4 en subida, muy largo, con una salida peligrosa que hay que tirar hacia una torre de comunicaciones que se ve en la lejanía. El segundo tiro es precioso a un green protegido por bunkers en la parte frontal y por árboles al fondo.

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El hoyo 8 es una salida ciega donde una piedra blanca marca la línea a seguir. La calle discurre en un valle entre dunas (el hoyo se llama Himalayas) y gira en dogleg hacia la derecha a un green alargado, elevado entre dunas. Los contornos del green son admirables.

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Para terminar esta estratosférica primera vuelta un par 5 en dogleg. Un buen drive pone a tiro el green elevado. Sólo un bunker en la parte izquierda del green.

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El hoyo 10 es otro par 5 similar pero de diferente carácter. Aquí sí que hay bunkers de calle que pueden arruinarnos en la parte derecha de la calle. Y un matorral de jaras que acabó conmigo.

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El hoyo 11 es un par tres en descenso a un green rodeado de bunkers. Al fondo, la calle y el green del 15, con un poste indicador de tiro.

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El hoyo 12 es un par 4 más o menos recto y con dos bunkers de calle en la parte derecha. Hay que evitar, sea como sea, el bunker de la izquierda del green. Cualquier bola errante por la parte izquierda caerá al green. Eso hace que todos nos fuimos a un montículo de rough en la parte derecha.

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Sigue un par 13 con salida completamente ciega. El mejor drive por la parte derecha de la calle para obtener un tiro franco a green. Otra vez un green excelente, lleno de caídas y de peligros.

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El hoyo 14 es el hoyo más famoso de este campo. Su nombre presagia el destino de muchas vueltas que hundieron su suerte en sus fauces: Calamity. Un tiro que debe volar, con viento cruzado en contra, 180 metros para llegar a un green elevado. Hay que apuntar a la parte izquierda del green para no visitar el barranco.

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El hoyo 15 es un par 4 donde desde el tee no vemos más que un poste blanco y negro que marca la posición del green. El green, que cuenta con dos pot bunkers en sus lados.

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El hoyo 16 vuelve a jugar con la posición de los bunkers para engañar al jugador. Un dogleg hacia la derecha, con varios bunkers de calle que despistan. Otro hoyo muy movido, con abundantes montañitas, valles y con una calle muy estrecha entre dunas.

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El 17 sale de la zona de dunas dejándonos una vista espectacular desde el tee de «Big Nellie», la madre de todos los bunkers. Mi drive se abrió y Big Nellie se tragó mi bola. Tuve que ejecutar la salida de bunker más insólita que he jugado: ante ti se eleva un intimidante muro de varios metros de arena.

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El último hoyo quizá sea el menos especial del recorrido, por estar en una zona plana. Para dar un final digno, Colt crea un par 4 de 460 yardas, que se juega contra el viento y donde hay que negociar 11 bunkers en calle y green. Un hoyo duro para terminar un campo soberbio.

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El honor de Tom Morris

24 de septiembre de 2012 7 comentarios

Es una de las imágenes más icónicas del golf. La fotografía de un anciano, vestido con un basto traje de franela, con gorra de tweed, que agarra un palo como si fuera un azadón, en un bunker pero con los zapatos impecablemente lustrados. El viejo luce una barba blanca densa. Mira a la cámara con un gesto de infinita tristeza. Es el viejo Tom Morris.

Old Tom fue el primer profesional de club del mundo. Fue greenkeeper de los links de St Andrews durante 39 años. En esos años transformó el Old Course en un campo perfecto. Diseñó más de 60 campos, cobrando siempre lo mismo: una libra por día de trabajo (a menudo necesitaba sólo un día para diseñar un recorrido de 18 hoyos). Su firma aparece en los links clásicos más renombrados: Carnoustie, Royal County Down, Royal Dornoch, Macrihanish, Muirfield… Fue un jugador notabilísimo, ganador de 4 Open Championships y de miles de torneos amateurs. Fue padre de Tom Morris, el primer profesional, es decir, el primer golfista dedicado en exclusiva a su profesión. Entre padre e hijo ganaron 8 de los primeros 12 Open Championships. Sus vidas aparecen descritas en un libro estupendo, «Tommy’s Honor«. Su autor, Kevin Cook, transforma una conocida fotografía en blanco y negro en un relato apasionante de dos vidas increíbles, y con ello nos cuenta cómo empezó todo en el mundo del golf.

Old Tom empezó su carrera como aprendiz en el taller de Allan Robertson, fabricando «featheries», las primeras bolas de golf de cuero relleno de plumas. Un trabajo artesanal: un buen artesano podía fabricar tres bolas al día. También fue un jugador notable. El golf en aquella época era un deporte de apuestas, y Old Tom ganó mucho dinero en partidos con caballeros, es decir, con la alta sociedad cuya ocupación principal era divertirse. El libro explica las diferencias de clase y la enorme influencia que tenían en sus vidas. Los Morris no eran unos caballeros; fueron unos sirvientes. De hecho Old Tom jamás pudo entrar en la sede del R&A.

Old Tom jugaba el campo cada día. Odiaba las vueltas de más de dos horas de duración. Jugaba de forma notable pero tenía yips con los putts cortos. Paradójicamente fue mejorando a medida que se hacía viejo.

Cuando aparecieron las primeras bolas de resina, las gutta percha, Allan Robertson debió sentirse como el CEO de Kodak cuando aparecieron las cámaras digitales. Se opuso frontalmente a ellas. Prohibió a Old Tom su uso. En un partido en el que se quedó sin bolas, Old Tom utilizó durante algunos hoyos una bola de gutta percha. Esto le costó el despido.

Old Tom se marchó a vivir a Prestwick, un links de 12 hoyos al oeste de Escocia, para construir y mantener el campo. Allí descubrió el método para tratar los greenes (relato ya contado en este post sobre top-dressing). Años más tarde regresó a St Andrews y convirtió al Old Course en el campo más famoso del mundo. El libro cuenta cómo transformó el campo: el nuevo green del 18, dejando la depresión del Valle del Pecado; los tees de salida, el tamaño de los greenes, incluso la creación de una barrera para impedir inundaciones con la colocación de los cascos de varios barcos y su hundimiento en arena.

El título del libro gira en torno a las circunstancias terribles que envolvieron el súbito fallecimiento de de Tom Morris Jr. en 1875, con sólo 24 años. Tom Morris Jr. fue el segundo de sus hijos (el primero murió siendo un bebé). Creció en St Andrews y jugó al golf de manera desconocida hasta entonces, inventando golpes jamás vistos. Un jugador sensacional.

Una lectura muy recomendable.

New Course, St Andrews (Escocia)

3 de agosto de 2012 5 comentarios

Comento hoy uno de los campos legendarios de St Andrews Links, que pude jugar en junio: el New Course. El nombre fue muy imaginativo, y seguramente proviene de que está al lado del Old Course. El campo es nuevo, claro, o lo fue cuando fue inaugurado en 1895. Diseñado por Old Tom Morris. Está bien considerado en el mundo del golf porque es un links venerable, ubicado en un lugar excepcional para los golfistas y de un carácter clásico genuino. Pero siempre será la hermana fea de la estrella: al yacer tumbado al lado de su hermano el Old Course, siempre sufre por la comparación. Y con razón. Es un campo inferior al Old Course.

Es más o menos el el mismo tipo de campo, vegetación, terreno, hierba y rough que en el Old Course. Un links puro.  Algunos pot bunkers son muy similares, aunque en el New hay muchos menos. La misma calle ondulada, llena de montañitas, valles, y arrugas. El mismo viento del mar del norte. Y los famosos tojos amarillos (en inglés gorse) que se alimentan de bolas.

Al igual que el Old Course, el New Course tiene la misma disposición en ida y vuelta que los links clásicos. Y un green compartido, el del 3 y el 15. En muchos hoyos de la ida, las bolas cerradas pueden aterrizar en las calles del Old Course. Pero la sensación que tuve, tras jugar el Old Course, es de estar en un campo más anodino, con menos carácter, y con mucho más rough (lo que da la sensación de que el campo está peor mantenido). Es un campo más estrecho y más difícil que el Old.

El New Course es más económico que el Old, cuesta 70 libras en verano. En el starter de salida te regalan un fundamental libro de distancias, porque realmente es difícil orientarse. Después de una gran comida en la casa club con vistas al Himalayas (el maravilloso campo par 3), salimos a jugar.

En este campo el tiro desde el tee te lo marcan los bunkers y el tiro a green te lo marcan los bunkers. Y tu bola siempre estará en una montañita: o cuesta arriba o cuesta abajo. Los greenes son amplios y movidos. Algunos son muy parecidos a los del Old Course, con enormes vaguadas, desniveles extraños y formas grandes.

Recuerdo especialmente varias cosas notables del campo: tras un hoyo 1 corto (par 4 corto, de 310 metros) donde lo único interesante es el bunker enorme a la entrada de green, el hoyo 3 es un par 5 notable con una calle salpicada de bunkers. El 5 es un par 3 curioso por el movimiento del green, que tiene literalmente un ombligo. También destacaría el hoyo 8, un par 5 donde el green está protegido por dos bunkers terroríficos. Y el hoyo 9, el mejor del campo, un par 3 difícil y muy escénico. Son 200 metros de tiro contra el viento, con el estuario Edén a la izquierda. El green está más bajo que los alrededores, y no hay bunkers.

A partir del hoy 10 volvemos hacia St Andrews. El 10 es de las pocas salidas en alto hacia una calle estrecha y protegida por rough; un buen test de golf. Esta es otra de las escasas fotos de que dispongo del campo. Honestamente me es imposible determinar de qué hoyo se trata, dado lo escasamente memorables que son.

En resumen, un links que palidece ante la leyenda de su hermano el Old Course.

El feliz accidente de Old Tom Morris

16 de julio de 2012 2 comentarios

Muchos descubrimientos importantes se han producido por azar a lo largo de la historia. Colón no tenía previsto encontrar un continente nuevo en su ruta hacia las Indias. El ejemplo más afortunado (para la humanidad) es el del escocés Alexander Fleming que, en 1928, descubrió la penicilina por accidente mientras investigaba la gripe.

Hay otro descubrimiento azaroso de importancia capital en la historia del golf. En 1851, mientras construía el green del 10 del campo de Prestwick, el escocés Tom Morris, sufrió un accidente que cambiaría para siempre la superficie de los greenes.

(La foto corresponde a Tom Morris en el primer Open Championship en Prestwick, en 1860).

El green estaba en una pésima condición y Old Tom decidió moverlo unos metros hacia atrás, un trabajo manual que realizó él sólo durante semanas. En pleno trabajo, un día se le derramó por el nuevo green un barril lleno de arena. Old Tom seguramente maldijo su torpeza. Pero cuando llegó la primavera, descubrió con asombro cientos de brotes de hierba en la parte más arenosa del green, mientras que el resto permanecía desnudo de brotes.

Rápidamente empezó a coger puñados de arena de un bunker y cubrió todas las zonas libres de arena. Los socios protestaron: ¿Era esto un green o un bunker con hoyo? Pero Tom Morris no se inmutó. Sabía que estaba detrás de algo grande. Y cuando llegó el verano, el green parecía el tapete de una mesa de billar.

Old Tom había descubierto el recebo de greenes (top-dressing), una técnica de cuidado de greenes que se emplea hoy.

Su frase favorita se convirtió en un lema: «¡Más arena!».

Y cuando los jugadores protestaban, él siempre decía que «la arena es la vida de un green, igual que la carne para un hombre».

La meteorología en Escocia, el Old Course y el Royal & Ancient

14 de julio de 2012 2 comentarios

Esta es la historia de cómo pude jugar el Old Course de St Andrews  y visitar el edificio del Royal & Ancient (R&A) gracias al mal tiempo escocés.

Era mi segundo viaje de golf a Escocia. Si se organiza un viaje a la cuna del golf con 6 meses de antelación, es muy improbable encontrar hueco para dos partidos en el Old Course. Por ello nuestro plan incluía 5 campos extraordinarios de la zona de St Andrews, pero excluía el Old Course. (Este es el famoso plano del Doctor Alistair Mackenzie del campo).

El día anterior mis amigos y yo jugamos en Carnoustie en las peores condiciones posibles, no ya para jugar al golf sino para estar en la calle. Lluvia intensa, racheada, horizontal, casi granizo desde el hoyo 1 al 18. Los pantalones encharcados desde el tee de salida. Los zapatos, balsas de agua desde el hoyo 2. Puede hacer mucho frío en junio en Escocia. Una ronda heroica y además en un campo como Carnoustie, famoso por su dificultad extrema. Sin embargo, por alguna extraña razón, disfruté enormemente, mucho más que la primera vez que jugué el campo (y conseguí hacer menos golpes). Carnoustie es un campo espectacular, lleno de trampas visuales. Palabras mayores.

Durante la cena, consultamos la previsión meteorológica para el día siguiente: las mismas condiciones dantescas por la mañana, mejora por la tarde. Teníamos contratado un doblete: Jubilee (7.20) y New Course (15.30). Con prudencia, mis 7 compañeros de viaje decidieron dormir y atacar el New Course en el turno de tarde.

Yo quería jugar, y en vista de la espantada, decidí saltarme el guión. Como ya comenté en este post sobre cómo jugar el Old Course, sabía que es posible aparecer en el starter y buscar un hueco. Llovió intensamente toda la noche. Me planté a las 7.10, en ese momento deja de llover. Había gente ya esperando, algunos desde las 4 de la mañana. El starter, todo amabilidad, me comentó que con el tiempo que hacía era muy posible que pudiese entrar. Empieza a llover con fuerza. A partir de las 8 de la mañana empiezan los tee times reservados a jugadores locales. A las 8.15, el starter pronunció mi nombre. Rápidamente pagué mi ronda (150 libras), contraté un caddie (45 libras más propina), cerré mi paraguas y avancé hacia el tee del 1. En ese momento, dejó de llover, y así permaneció hasta el 18, donde incluso nos recibió el sol.

Me emparejaron con una familia inglesa: un matrimonio y su hija adolescente. Los tres, jugadores notables. Conocían bien el campo. Una vuelta agradable y rápida. Jugando el hoyo 12, el hombre, llamado Kevin, me comentó que era miembro del Royal & Ancient Golf Club of St Andrews. Y que me invitaba a una cerveza en la sede del R&A. Acepté, casi levitando.

El edificio parece más pequeño desde fuera de lo que es. Tras firmar en el libro de visitantes, el hall de entrada te recibe con la jarra de clarete del ganador del Open Championship. En la misma vitrina luce el cinturón de ganador del Open que existía previo a esta jarra, cuando el Open se jugó en Prestwick, y cuya propiedad ganó Tom Morris (hijo).

Pasamos a un salón con vistas al tee del 1. En seguida reconocí a Allan Robertson, a Old Tom Morris, a otros miembros del R&A que adornan las paredes, junto con cuadros y planos del Old Course. Pura historia del golf. En las vitrinas, pude admirar palos de varilla de hickory, bolas de pluma (featheries) firmadas por Allan Robertson, bolas de gutta-percha firmadas por el mismísimo Old Tom Morris. (La foto es de aquí; no se permite hacer fotos dentro del club, tal y como me recordó Kevin.)

En seguida nos trajeron una cerveza bien fría en jarra de plata. Kevin me estuvo contando experiencias y anécdotas, casi todas ligadas al gran Seve Ballesteros. Me describió con veneración un golpe que recordaba del Open del 84. A Seve se le recuerda con viveza, con un enorme respeto en esta sede, en la cuna del golf.

Un gran día, y todo gracias al mal tiempo escocés.

Prince Charles

Old Course, St Andrews (Escocia)

10 de julio de 2012 15 comentarios

Es difícil hablar de un campo tan famoso como el Old Course. En este parque público de St Andrews se juega al golf desde hace cinco siglos. Estamos en la histórica cuna del golf. Los campos tienen 18 hoyos porque el Old Course los tenía. El campo que más Open Championships ha acogido. El campo preferido de miles de profesionales. La referencia absoluta en cuanto a diseño de campos, pese a que está diseñado por la naturaleza. Un lugar de peregrinaje obligado para todos los que amamos este juego. Es difícil, digo, hablar del campo eliminando las capas de historia, mística y respeto que uno siente cuando camina por esas calles. Lo intento.

El campo es muy raro y muy especial. Desde el hoyo 1, cada hoyo tiene algo que lo hace singular. Muchos elementos que no dejan de sorprenderte: la absoluta ausencia de horizontalidad en las calles, que son un festival de valles, arrugas, contornos, hoyuelos, vaguadas, plataformas, montañitas; como la piel de un sarpei arrugado. Una montaña rusa continua y sorprendente. Incluso hay salidas desde el tee que son completamente ciegas, como la del hoyo 7. Todo carece del más mínimo orden o simetría, es aleatorio e ilógico, como la naturaleza. Un campo así no puede ser obra de ninguna mente racional.

St-Andrews-Old-Course-2nd-Linksland.com-1

Por ejemplo, el hoyo 7, al que hice birdie, tiene antes del green una vaguada inmensa de unos 15 metros de diámetro, en la cual te metes y no te ven los partidos de atrás.

Este desorden también está presente en los greenes, quizá de los más salvajes que recuerdo. El Old Course no es un campo difícil para un jugador más o menos recto. Cogí todas las calles en regulación menos la del 17. Pero eso sí, es un test brutal de putt. El hoyo 2, por ejemplo, tiene putts complicadísimos. En el 16, el green tiene un flan en medio donde está la bandera, y si pateas desde lejos, es realmente difícil hacerse dos putts. Cometí la infame cifra de 6 tripateos.

Esto obliga a pensar mucho cada golpe de acercamiento al green. Donde apuntar, donde botar, donde va a ir la bola. A veces puedes puttear desde más de 80 metros, o tirar por alto, o chipear. Te deja muchas alternativas. Esto es lo que hace de este campo un parque de atracciones, pura diversión. No me extraña el cliché de que «si tengo que jugar sólo en un campo, este será St. Andrews» que me contó mi compañero de partido. Me confesó que llevaba más de 50 rondas en el Old Course «y todavía no lo conozco muy bien». Es otra idea conocida: todo el mundo habla de la extraordinaria importancia estratégica de dónde jugar cada golpe para evitar tiros de approach duros.

Hay un montón de greenes dobles, enormes. De hecho el campo no ocupa mucho espacio. Mi caddy me contó que una vez al año se juega al revés, es decir, el tee del 1 al green del 18, el tee del 18 al green del 17, etc. A los locales les encanta porque es otro campo diferente, y muchos bunkers nuevos entran en juego.

Luego están los bunkers. El campo está literalmente bombardeado (he leído luego que el campo tiene 112 bunkers). Mi compañero de partido me contó como un socio del R&A, jugando con 73 años, cayó en un bunker cuya existencia desconocía ¡después de haber jugado 50 años en los links! Al parecer todos entran en juego… cuando hay viento. Están por todas partes, y los hay de todos los tamaños y formas. Pequeñitos como un tonel. Grandes. Enormes. Y monstruosos. El bunker del hoyo 8, por ejemplo, el «Shell Bunker», es un gigante que te saluda desde la distancia y que parece un zenote inmenso en el campo. (Esta foto la he encontrado aquí. )

El más famoso de calle, «Hell’s Bunker», es un monstruo en forma de U en el par 5 hoyo 14, donde Jack Nicklaus cayó en el Open de 1995 y necesitó de 4 golpes para salir del bunker. Terminó apuntándose un 10 en el hoyo. Y el más famoso quizá del mundo, el del hoyo 17, el «Road Hole Bunker». Un bunker aparentemente inicuo pero cuyas fauces destruirán las mejores vueltas.

Se habla de los campos americanos manicurados y de los links salvajes , pero este campo está en unas condiciones impecables. Las calles y los greenes son alfombras perfectas de hierba segada al ras, casi resulta difícil diferenciarlas.

El único obstáculo de agua es el Swilcan Burn, que cruza la calle del 1 y del 18. En realidad sólo entra en juego en el 1, si uno intenta apurar demasiado el tiro, o si es agarrotado por el «miedo escénico»: Yo caí en esta segunda categoría, y mi primera bola fue directa a parar al río con un hierro 8 en las manos. Por cierto que el tee de salida del 1 es de los golpes más tensos que he dado en mi vida, y eso que la calle mide casi 100 metros de anchura. Sientes la mirada escrutadora en la nuca de los socios del R&A, de Old Tom Morris, de Allan Robertson y de todo el golf mundial.

(C) Wantes Golf

Tuve un día relativamente benigno en cuanto a viento se refiere. Caminando por el hoyo 8, se levantó un niebla densa, que duró dos hoyos, y desde nuestra posición veíamos apenas las figuras fantasmagóricas de los jugadores de delante. Fue un instante mágico, memorable. Un momento privilegiado en un campo único que debería jugar todo golfista alguna vez.