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Algunos políticos españoles juegan al golf

16 de febrero de 2016 9 comentarios

Hace tiempo escribí sobre los presidentes de Estados Unidos y su insaciable y sana afición al golf. En mi post acusaba a nuestros políticos de no seguir tan sano ejemplo. Error mío, porque no es cierto que nuestros políticos más relevantes hayan dado la espalda a este deporte.

Por ejemplo: el primer presidente de nuestra democracia, Adolfo Suarez llegó a tener handicap 21 (aunque aprendió después de dimitir de su cargo) y solía practicar el golf en su casa de Son Vida, en Mallorca, donde pasó largas temporadas. Solía jugar en Santa Ponsa y en Arabella Golf (Son Vida y Son Muntaner).

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José María Aznar y su familia recibieron 203 horas de clase de golf en el Club de Campo Villa de Madrid, inicialmente cortesía del club pero, tras el escándalo, pagadas por la familia. Hoy la familia disfruta de una residencia en Marbella muy cerca de un campo de golf.

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Esperanza Aguirre exhibe un magnífico handicap 5,9. Y además, cuando gobernó, impulsó sin complejos este deporte, con la promoción del extraordinario campo del Encín (de hecho he coincidido con ella en este campo, y me aseguró que la instalación se hizo sin un euro de dinero público) y la candidatura de Madrid a la Ryder Cup.

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No se puede decir lo mismo de nuestro más longevo golfista político. Francisco Franco, en sus 40 años de gobernante en España, practicó asiduamente el golf, pero hizo bastante poco por él. Sus biógrafos cuentan que dio su primer swing de golf en 1932. En 1936 Franco fue destinado a la jefatura militar de las islas Canarias como Capitán General, donde disfrutó de un puesto relativamente tranquilo que le permitió disponer de prácticamente todas las tardes libres. Franco las dedicó a disfrutar su nueva afición. El golf le relajaba, le ponía en buen ánimo e incluso pensó en pasar sus vacaciones en Escocia. Sin embargo los acontecimientos le llevaron a otros bunkers diferentes de los escoceses.

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Incluso el día del alzamiento nacional el gobierno de la república intentó ponerse en contacto con él. La respuesta del ayudante fue: «El general está jugando al golf en este momento. No hay nada que temer. Todo está tranquilo». Esto fue a las 7.30. A las ocho y media, una hora más tarde, Franco dejaba sus palos de golf y salía de Canarias camino de Africa.

franco swingDespués de la guerra Franco retomó su afición al golf y solía jugar los fines de semana en su campo de golf particular del palacio del Pardo, un recorrido cuyos biógrafos hablan que tenía 9 hoyos. Solía dar bolas con frecuencia pero cuando tenía más tiempo le gustaba disfrutar de 18 hoyos. Después de su muerte, el campo dejó de utilizarse. En 1994 el diario El País publicó que los funcionarios de Patrimonio Nacional seguían cuidándolo, más bien como un jardín que como campo de golf.

Estuve hace poco visitando el Palacio Real de El Pardo, ansioso por conocer este misterioso recorrido. ¿En qué estado estará este recorrido fantasma? ¿Sería cierto que El Pardo alberga un campo de golf de 9 hoyos, aún mantenido en memoria del dictador? El recorrido del arquitecto Diego Méndez ¿tendrá algún valor golfístico?

«De nueve hoyos, nada», me aseguró un veterano guarda. «Aquí nunca ha habido un campo largo. Había dos hoyos de golf, y Franco se escapaba para pasear un rato a la hora de la siesta.» El guarda me indicó su localización aproximada, a la izquierda de la Pista del Cristo de El Pardo y lo que encontré desde luego que no es un campo de golf cuidado.

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También en sus veranos en el Pazo de Meirás Franco disfrutaba del golf en el campo de la Zapateira, un campo que hoy omite este dato en su historia (ya se sabe que hay que borrar a Franco hasta de lo más trivial). Incluso los medios nos informan que en verano de 1975 jugó al golf con el entonces príncipe Juan Carlos en el campo, documentado con una fotografía histórica. No parece que hicieran partido: en primer lugar el príncipe no viste como para jugar al golf. En segundo lugar, Franco, aunque espartano y amante de la disciplina estricta y las reglas, supongo que sería un jugador que se creería mejor de lo que era; a ver quien era el guapo que le ganaba. La foto resulta bastante chocante considerando su edad, lo avanzado de su Parkinson y su inefable planta de golfista.

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K-Club Palmer Ryder Cup Course, Irlanda

27 de octubre de 2015 5 comentarios

A menos de una hora de Dublín y en medio de una idílica campiña del condado de Kildare se enclava el resort más lujoso de Irlanda. Hay que preparar la cartera para poder disfrutar de una ronda en cualquiera de los dos campos del Kildare Hotel, Spa & Country Club, o como se le conoce el K-Club. Uno de los recorridos luce el nombre de su promotor, Smurfit, el millonario más rico de la isla. El otro, el Palmer Course, que comento aquí en este post, fue diseñado para albergar la Ryder Cup del 2006. Y obviamente está firmado por el rey, Arnold Palmer.

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Y como buen campo diseñado para albergar un match play, el recorrido ofrece una serie completa de hoyos extraordinarios, difíciles, retadores, golf de muchos quilates, donde la posibilidad de liarse es más que real en cada hoyo. Mucha agua por todo el recorrido. No hay un hoyo débil o de transición: estamos en un parkland soberbio, precioso, con un recorrido muy estratégico. Hay que elegir bien las barras, porque desde profesionales el campo es muy largo y muy difícil.

Los primeros hoyos son realmente buenos. No hay hoyos iniciales de calentamiento: el festival empieza desde el hoyo 1. No es nada fácil empezar así, pero en un Ryder no se regala nada. Estamos ante un dogleg hacia la izquierda estupendo, con un green ciego y muy expuesto. Hay que intentar ir por la parte derecha para tener el mejor approach al green semioculto.

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El hoyo 2, un par 4 recto y ascendente, es un tubo estrecho natural que cada vez se estrecha más. Y además es largo por lo que no queda otro remedio que ir recto como una vela.

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El campo tuvo muchos problemas de drenaje en sus inicios, aunque cuando jugamos no era el barrizal que esperaba. Este es el tiro a green.

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El hoyo 3 es un par 3 a un green metido en una vaguada. Greenes también interesantes y que cuentan con caídas importantes. Supongo que cortados rápidos serían un festival.

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Un precioso par 5 continúa, el que lleva la firma del creador. La salida es semiciega, obstruida por un conjunto de bunkers que marcan la línea de tiro. El hoyo exige un estudio concienzudo del plano del mismo.

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Desde lo alto de una escalera se puede bien el hoyo completo. Hay que sobrevolar los bunkers para aterrizar en una calle descendente y tener buen ángulo a green. Hay agua aunque no debe entrar en juego.

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El siguiente par 4 es largo y ascendente, y requiere un drive potente para poder tener opciones de tener tiro claro al green.

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Todo el campo es un auténtico jardín botánico que irá mejorando con el paso del tiempo.

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El hoyo 6 nos enfrenta a un par 4 elevado, y la dificultad, además del viento, están en la pendiente de la calle que recibe la bola.

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El hoyo 7, quizá de los más notables del campo, es un hueso no apto para novatos. Desde el tee sólo vemos una calle estrecha y rodeada por agua, que va girando hacia el green. Hay que jugar fuerte porque si no no tendremos tiro a un green en isla. No es lo mismo enfrentarte a un sello de correos rodeado de agua desde 170 metros que desde 120 metros. Sacar el par o mejor es una delicia.

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Un par 3 corto continúa. El green bien protegido por bunkers cuenta con un piano espectacular que cae de derecha a izquierda.

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Para terminar la primera vuelta, un par 4 en dogleg. Para tener tiro en el segundo golpe hay que ir por la izquierda de la calle hacia el árbol en medio de la calle.

 

 

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La segunda vuelta comienza con un par 5 relativamente asequible, aunque como siempre hay que coger calle desde el tee. La entrada del green está bien protegida por bunkers y desnivel.

 

 

 

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La segunda vuelta también destaca por la abundancia de hoyos con agua. El 11 te enfrenta de nuevo a un tiro donde ser agresivo puede compensar, aunque con riesgo de irse al agua: un dogleg hacia la izquierda con agua por este lado. No es un hoyo excesivamente largo así que se puede jugar conservador.

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El siguiente hoyo 12 es un par 3 con agua, aunque realmente no entra en juego. Un green con mucha caída hacia el agua es la máxima dificultad.

 

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El hoyo 13 vuelve a ser una preciosidad. Después de una salida semiciega, tenemos un tiro a un green protegido por agua por la parte derecha y en una vaguada.

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El hoyo 14 es un par 3 relativamente largo y enmarcado en una escénica cascada. El green es un espectáculo: cuenta con caídas importantes en todas las direcciones.

 

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El hoyo 15 tiene la particularidad de contar con un green muy escondido en una loma, y protegido por bunkers.

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Este es el clásico bunker que juega con el novato: parece que rodea al green pero desde su pared al green hay todavía mucho rough que salvar.

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Otro hoyo milagroso es el hoyo 16, un enorme par 5: desde el tee de salida sólo hay una inmensa calle que recibe hasta el drive más dudoso. El segundo tiro, ligeramente por la derecha, debe acercarse lo más posible a la zona del green, que es donde se esconden las emociones fuertes.

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No se aprecia bien en la foto, pero el green está literalmente separado de la zona de la calle, en la parte izquierda, por un canal de agua. Hay que sacar escuadra y cartabón y apuntar con precisión milimétrica. Al fondo, la señorial casa que enclava al hotel de superlujo.

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El hoyo 17 es un maravilloso par 4 con agua por toda la parte izquierda del hoyo. Muchos árboles por la derecha nos disuaden de seguir una ruta más conservadora. Hay que cerrar la bola bien, con control, para dejarse un pitch suave al green.

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Para terminar un par 5 muy escénico y que zizaguea a un green rodeado de gradas naturales y de un lago. El green es simplemente enorme.

 

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Seve, la película

12 de noviembre de 2014 Deja un comentario

La historia del campeón fallecido y elevado a la categoría de mito es una fórmula que funciona en cine: recuerdo un documental reciente sobre Ayrton Senna. Quizá por ello hay que aplaudir la astucia del productor británico Stephen Evans para haber realizado esta película, que acabo de ver (en iTunes UK). Digo película aunque más bien estamos ante un documental híbrido donde se combinan imágenes reales de las victorias de Seve en los Open Championships, en el Masters de Augusta (primer europeo que lo consiguió) y en la Ryder Cup, con un relato guionizado de la infancia y juventud de Seve en su Pedreña natal, y cómo aprendió a jugar en la playa con un hierro 3 fabricado por él mismo empleando piedras por bolas. Es un montaje muy bien hecho, emocionante,  y el propio Seve aporta, en voz en off y a través de muchas entrevistas, su visión sobre su vida, su familia, su determinación inquebrantables, su toque mágico, sus habilidades como club maker, sus eternas sesiones de práctica. Varias leyendas golfísticas agrandan su figura con sus recuerdos y opiniones, hablando del mago, del artista, del ganador y (en menor medida) de su faceta más polémica como agitador permanente y enfurruñado.

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La primera parte de la película, de una longitud algo excesiva, aporta una visión muy edulcorada y algo tramposa de su infancia. Rodada en español, se ve con interés porque está bendecida por vistosas imágenes de la costa cántabra, (tan escasa en campos de golf), del pueblo y del precioso campo de golf de Pedreña. Y sobre todo por la presencia del debutante José Luis Gutierrez, un chaval de extraordinario parecido físico con Seve, con el acento ideal y que además luce un swing poderoso y muy similar al del campeón. El niño transmite con acierto su enorme carisma y su ambición sin límites. Otros personajes reales que vemos en la ficción: su familia, su maestra, el doctor Santiago Ortiz de la Torre, con quien debuta como caddie con 9 años y hasta Jaime Botín, el hermano del recientemente fallecido Emilio Botín, ambos expresidentes del club de golf, en un famoso partido con Eduardo de la Riva al que Seve batió con 13 años. Quizá echo en falta a Ramón Sota, su tío, que fue quien probablemente le metió el virus del golf en el cuerpo.

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Pero lo realmente poderoso de la película llega al final. Es difícil no sentir un nudo en la garganta con una escena que, al menos yo, no había visto nunca en Canal Plus Golf. Ya con Seve retirado y enfermo, se muestra la entrega del BBC Life Achievement Award, con un auditorio (inglés, donde Seve era más popular y más querido) puesto en pie, y presentado con elegancia por José María Olazábal. Fuera de esa emisión oficial, la cinta muestra el minuto posterior a la entrega: ambos campeones se abrazan en un momento sincero y emocionante que es oro puro. Y para añadir fuego a la caldera, las imágenes del milagro de Medinah nos devuelven la magia infinita de esa tarde memorable en la historia del deporte mundial.

En definitiva, y a pesar de sus defectos, estas es una película que cualquier lector de este blog no debe perderse. Aquí un trailer.

 

 

Pete Dye, el diseñador diabólico

15 de febrero de 2013 12 comentarios

Pete Dye golf CoursesPete Dye es un diseñador de campos americano a quien conocemos, sobre todo, por sus brutales diseños. Tuve la fortuna de jugar uno de sus campos, Pound Ridge, en Nueva York. Se dice que los campos de Dye son «dye-bolicos», es decir, retos temibles para el jugador más experimentado. Campos donde los pros sufren de verdad. Dye ha firmado muchas joyas famosas: el Ocean Course de Kiawah Island (sede de una Ryder y del PGA 2012 que ganó McIlroy), Casa de Campo (el más famoso es el Teeth of the Dog, aunque luego diseñó más en este complejo de la República Dominicana), Harbour Town (inconfundible su faro, ver foto más abajo), Whistling Straits (donde Kaymer ganó su PGA), Mission Hills en China y por supuesto el TPC de Sawgrass, con quizá el par 3 más famoso del mundo. Este hoyo es portada del libro «Pete Dye Golf Courses» que acabo de leer.

Una frase resume bien su alma de sádico torturador: «El golfista apasionado jugaría en el monte Everest si alguien pusiera una bandera en su cima… el golf no es un deporte justo, así que por qué construir un campo justo».

Para dar una idea de su dureza, la primera vez que se jugó el The Players en 1982, el TPC de Sawgrass acogió un plantel espectacular de jugadores, entre ellos 6 ganadores de grandes: Jack Nicklaus, Arnold Palmer, Lee Trevino, Johnny Miller, Lanny Wadkins y Hal Sutton sumaban 35 majors. Ninguno pasó el corte del torneo. La opinión de los jugadores tras el torneo no tiene desperdicio: «Nunca fui bueno parando un hierro 5 en el capó de un coche», dijo Nicklaus. JC Snead remató: «Este campo es un 90% estiércol de caballo y un 10% de suerte». A raíz de esta debacle, Dye suavizó el recorrido. Lo primero que hizo el ganador de aquella edición, Jerry Pate, fue tirarle al agua junto con el comisionado del PGA Tour Deane Beman. En la icónica foto, el momento en que Jerry se tira al agua.

Beman Dye Pate

Una breve reseña biográfica: nacido en 1925, lo primero que hay que decir es que Pete Dye se llama Paul D. Dye. Pero para diferenciarlo de su padre, se le llamó PD, que luego fue Pede y al final Pete. Fue un jugador amateur notable, y esto le permitió jugar el Old Course de St Andrews un British Amateur de 1963 (con 38 años). Su primera impresión del campo fue que era «un prado de cabras». Sin embargo fue progresando en el torneo y después de 7 vueltas empezó a entender la grandeza del campo. Desde ahí visitó todos los grandes campos clásicos escoceses, de donde copió muchas de sus ideas: los pot bunkers, por ejemplo, o el uso de traviesas de ferrocarril para limitar bunkers. (Pete Dye escribió un libro titulado: «Enterradme en un pot bunker«). En realidad Dye ponía bunkers de todos los colores y tamaños.

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Pete Dye empezó su carrera profesional en el mundo del seguro, pero dejó la misma para hacerse diseñador de campos, junto a su inseparable mujer Alice (que colabora con él en todos sus diseños). Su primer campo data de 1961 (Dye tenía 37 años). Su método de trabajo es siempre el mismo: sin contratos, planos, maquetas en 3D o dibujos por ordenador. Dye trabaja con un apretón de manos y andando la finca durante innumerables días hasta que el campo se va formando en su mente. Es un artista meticuloso, con enorme atención al detalle, y que siempre presta una enorme atención a la estrategia de juego y a la estética del campo. Sus campos son un puzzle para el jugador: exigen rigor en el juego y precisión en cada golpe. Cada hoyo debe ser memorable.

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Su primer gran éxito fue Harbour Town, uno de los campos más respetados de Estados Unidos. Dye se enfrentó a una finca plana y algo sosa y diseñó un campo memorable. Utilizó las encinas para bloquear entradas al green. En una época donde el gran Robert Trent Jones diseñaba campos con tees, bunkers y greenes enormes, Dye trazó greenes pequeños y pot bunkers (aunque en el 13 el bunker abraza casi completamente al al green).

Harbour Town Golf

Desde los 60 Dye ha diseñado más de 100 campos, casi todos en Estados Unidos.

La filosofía de diseño de Dye está explicada en su web. Transcribo sus ideas.

  • Los campos deben ser jugables por todo tipo de jugadores, desde principiantes a profesionales. Hay que introducir jugadores nuevos y hay que retar a los que saben. Para ello Dye suele emplear hasta 5 tees de salida. Aunque hay que adaptarse al cliente: si el promotor quiere un campo difícil, Dye afilará el lápiz de diseño para crear un campo de pesadilla.

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  • La experiencia de golf debe ser memorable. El jugador debe ser capaz de recordar los 18 hoyos al terminar la vuelta. Hay que evitar hoyos vulgares o repetidos.

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  • Las calles deben de ser anchas. Un famoso arquitecto dijo: «Calles estrechas y hierba alta son los malos remedios a un diseño pobre». Dye sobre todo piensa en campos públicos, donde el juego lento es un problema. No basta con coger calles: hay que tirar el drive a una zona determinada de la calle para ir a por birdies.
  • El golf se juega más agradable cuando es cuesta abajo. Da una mejor perspectiva del golpe.
  • Dye también es acreditado por rediseñar de nuevo pares 4 cortos.
  • Los greenes grandes reducen el stress sobre los mismos cuando hay mucho jugador. Eso al final favorece un uso reducido de fertilizantes y pesticidas, lo que redunda en un daño menor al medio natural.

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  • Dye también dice que trabaja de cerca con  los greenkeepers y responsables de mantenimiento para que éste sea mínimo (en realidad todos los arquitectos dicen esto). Las caras de los bunkers deben poder favorecer la entrada de máquinas.
  • También Dye deja amplias áreas nativas que no exijan mantenimiento. Son muy típicas sus «waste areas».

En el año 2008 Pete Dye ingresó en el Salón de la Fama de golf.

El efecto Ryder: el Alfred Dunhill Links Championship 2012

6 de octubre de 2012 1 comentario

Esta semana se está jugando el Alfred Dunhill Links Championship, un torneo con formato pro Am donde famosos, millonarios y gente con suerte juegan en los tres mejores campos cerca de St Andrews: Carnoustie, Kingsbarns y el Old Course de St Andrews.

Quizá por el efecto Ryder, en esta edición ya se han visto tres fenómenos sobrenaturales:

Una vuelta estratosférica de Brendan Grace en Kingsbarns, récord del campo; 60 golpes, con 10 birdies y un eagle. Grace sigue líder del torneo.

Otro récord del campo nada menos que en el Old Course, protagonizado por Victor Dubuisson, un francés 145 del mundo. Dubuisson se hizo 11 birdies y un bogey para firmar 62 golpes.

Y ayer Michael Phelps hizo esto en Kingsbarns.

La Ryder 2012, el mejor evento deportivo del siglo XXI

1 de octubre de 2012 5 comentarios

Existen pocas dudas de que la Ryder Cup 2012 ha sido el acontecimiento deportivo más apasionante de lo que llevamos de siglo. La Ryder Cup es una competición donde se juega algo tan importante como el honor de dos continentes. No hay dinero para el ganador. No hay publicidad en las camisetas ni en las gorras. Una batalla golfística y honorable, donde dos equipos luchan hasta la extenuación y, al final, un equipo derrotado felicita al ganador con un amistoso apretón de manos. En un juego tan técnico como el golf es un espectáculo inigualable ver luchar a veinticuatro deportistas de élite por el honor de la victoria, con un arsenal de fe, garra y corazón.

La increíble remontada del equipo europeo liderado por José María Olazábal nos mantuvo pegados al televisor muchas horas, jugó con nuestra tensión y arrancó gritos y lágrimas con el putt decisivo de Martin Kaymer. Fue un evento único y raro de los que se dan cada 100 años, uno de esos momentos deportivos que desafían la lógica y donde lo imposible se hace real.

Hay muchos instantes memorables para gozar de este Medinahzo:

La remontada brutal de Ian Poulter, con 5 birdies en los cinco hoyos finales de la jornada del sábado, y con la mirada de Poulter, una mirada que arruga hasta el acero. Poulter, durante una semana cada dos años, es el número 1 del mundo.

La vuelta impresionante del debutante Nicola Colsaerts del viernes, con 8 birdies y un eagle contra dos huesos como Tiger Woods y Steve Striker, y con Lee Westwood de privilegiado acompañante.

El paseo militar de Paul Lawrie, Chippie, que masacró a Brant Snedeker, quizá el americano más en forma en Medinah, como quien da un paseo. En la foto, el chip que embocó y que fue considerado mejor golpe de la jornada.

El partidazo de un criticado Luke Donald ante Bubba Watson, un primer punto que nos empujó a todos a creer más en la victoria.

El alucinante putt de Justin Rose en el 17 para batir a un durísimo Phil Mickelson, el mejor Mickelson que se ha visto jamás en una Ryder. Rose venía de embocar otro putt estratosférico.

Los desgraciados dos hoyos finales de Jim Furyk, al que se le aparecieron de nuevo los fantasmas del US Open y del Firestone y que vio cómo su partido ganado frente a Sergio García se tornaba en una amarga derrota con dos bogeys seguidos. Otro veterano ilustre que se marchó a casa con un rosco fue Steve Striker.

El putt de Martin Kaymer, que restituía el honor de los alemanes en la Ryder, haciendo olvidar por fin el putt de Langer en 1999.

Un diario deportivo catalán, Sport, recogía en portada el resultado de la Ryder con un titular que sobrepasa el ridículo para adentrarse en el terreno de la estulticia. Acompañado de una fotografía del ex-entrenador con sus tres hijos, la noticia es: Guardiola vibró en la Ryder.

Drumoig Golf, Fife, Escocia

2 de julio de 2012 2 comentarios

La primera vez que estuve en St. Andrews me quedé en uno de los muchos Bed & Breakfasts que hay en la zona, un sitio muy recomendable: Castlemount, en frente del castillo de St Andrews. En mi úktimo viaje nos quedamos en un hotel situado a 10 km de St. Andrews hacia el interior, entre St. Andrews y Carnoustie: Drumoig Hotel.

El hotel es un 3 estrellas y cuenta con una casa central donde está la recepción, el bar y el restaurante, y luego varias casas con habitaciones. Nos dieron una con 8 habitaciones para los 8 golfistas. Las habitaciones no son de lujo pero están limpias, son amplias y cómodas.

Además cuenta con un campo de golf de 18 hoyos. Inaugurado en 1996, es obra del insigne diseñador Dave Thomas, autor, entre otros, de los tres campos de The Belfry (Brabazon, Derby y PGA National), sede de 4 Ryder Cups, Terre Blanche (Chatoux Course) en Cannes, Abama, San Roque o Alcaidesa (el campo Heathland). Fue sede de la Scottish Golf Union, pero ahora esta entidad está en The Duke’s.  Jugar 9 hoyos nos costó 15 libras. Las vistas desde la habitación son espectaculares.

El campo discurre al lado de una granja de cerdos, por lo que a veces los efluvios que circulan por el mismo no son muy agradables. Es un campo notable, cuyo pecado es estar al lado de las grandes leyendas del golf escocés, aunque mucho más caras. Lo jugamos para entrenar y nos sorprendió: largo, relativamente ancho, greenes bien mantenidos, y con algunos hoyos realmente buenos.

Cuenta con dos hoyos realmente notables. El hoyo 5 es un par 5 en subida relativamente recto en el que el green está escondido, en lo alto de una colina, y protegido por una pared de piedra. Un green en una cantera. Una maravilla.

El hoyo 9 es un par 4 con salida en alto y donde la calle reposa entre dos lagos. El tiro a green ambicioso también va por encima del agua.

Es el ejemplo perfecto de la cultura de golf que se respira en Escocia: durante el fin de semana, el hotel se llenó de golfistas locales buscando un buen partido de golf económico, y las correspondientes pintas de cerveza posteriores. Ahí juega al golf todo el mundo. Un plan perfecto.

Karsten Solheim, el inventor del palo de golf moderno

24 de May de 2012 Deja un comentario

Hablar de Karsten Solheim (1911-2000) es hablar de Ping y de la Solheim Cup, la Ryder Cup femenina. Un torneo que proyectó y patrocinó desde 1990. Pero Solheim, miembro del Salón de la Fama de Golf, llegó hasta ahí porque fue un inventor y emprendedor absolutamente decisivo en la historia de los palos de golf. Le debemos todos muchos birdies. Leí sobre él en un libro de David Owen, «My Usual Game». Su historia es fascinante.

En esta foto vemos a Karsten Solheim en su almacén de putters de oro. Cada vez que un jugador gana un torneo profesional importante con un putt de Ping, se fabrican dos putters bañados en oro: uno se lo mandan al jugador y otro lo guardan en este almacén. Si uno gana un major con un Ping, los putters son de oro macizo.  Llama la atención su barba de chivo: ha sido llamada la «octava maravilla de Arizona». Solheim se la puso en los 70 despues de un accidente de trafico en India y ya se convirtió en su seña de identidad.

Solheim era noruego aunque su familia emigró a Estados Unidos cuando Karsten tenía 2 años, en 1913. Empezó trabajando como zapatero en el taller de su padre. Después de graduarse como ingeniero, consiguió un empleo como vendedor de bobinas de aluminio. Luego trabajó en una fábrica naval y en Ryan Aeronautica, donde colaboró en el diseño del primer jet. También pasó por General Electric donde participó en el diseño de los primeros televisores portables. Y no tocó un palo de golf hasta que tenía 42 años.

En 1954 unos amigos suyos de General Electric le propusieron jugar al golf, y se enganchó en seguida. Solheim jugaba de manera aceptable pero siempre estaba muy frustrado porque no metía un putt. Como buen ingeniero, se dio cuenta de que los putters de aquella época tenían el peso totalmente repartido sobre la superficie del putter y eso tendía a complicar su estabilidad. Decía que patear así era como jugar al tenis con una raqueta de ping pong. En lugar de quejarse, se embarcó en el diseño de un putter diferente.

Solheim añadió unos pesos a su putter en las puntas y pronto empezó a enchufar muchos más putts. Jugando un partido en su club con un pro, éste le sugirió que explotara su idea y sacara al mercado un nuevo putter. Esa misma noche trazó el diseño de un putter y lo llevó a un soldador, que le fabricó el primer putter más o menos serio de su vida. Cuando puso una bola en el green y pateó, escuchó un sonido agudo, nítido y diferente: PING. El putter ya tenía nombre. Mucho más comercial que «Karsten Manufacturing». Lo llamó «Ping Anser»; él quería «Answer» pero no cabía en el putt así que su mujer le quitó una W.

El primer putter que desarrolló fue en 1959. Durante los primeros ocho años de su vida como empresa, la sede de la empresa fue el garaje de su casa de Phoenix, Arizona. No tuvo mucho éxito comercial hasta que Julius Boros lo metió en su bolsa y gano el Phoenix Open en 1967. Otros profesionales como Gary Player o Jack Nicklaus empezaron a usar putters de Ping y a ganar torneos. Ping history

Solheim diseñó en 1961 su primera línea de hierros y en 1969 empezo a fabricarlos. Eran palos feos y caros pero tiraban la bola mas recta y con mejor control. En tres años capturó un 40% de cuota de mercado. Sus ideas y su perseverancia le llevaron desde un garaje a convertirse en una de las marcas más vendidas del circuito.

Se habla mucho de los emprendedores de Sillicon Valley y sus garajes. Pues también en el golf tenemos emprendedores de éxito: genios que desde un garaje han revolucionado una industria y han construido un imperio a base de curiosidad, innovación, trabajo y mucha persistencia.

Aloha, Marbella

21 de marzo de 2012 8 comentarios

Aloha siempre ha sido mi campo preferido de Marbella. Por eso la semana pasada cuando me avisaron que gracias a Ocho Golf y a la OMCat podría disputar el ProAm del Open de Andalucía, no tuve muchas dudas. Además me tocó el ProAm con un jugadorazo como Alejandro Cañizares. Muy simpático, siempre amable y ayudando con la lectura de greenes. Y haciendo birdies sin despeinarse. Gracias al partido tuve la oportunidad de conocer y conversar con su padre, José María Cañizares, jugador de 4 Ryders nada menos.

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Diseño póstumo de Javier Arana (al que contribuyó Enrique Canales) el campo es una maravilla: su estado es siempre perfecto (obviamente en el Proam estaba impecable, con un rough que me costó varios golpes), es un recorrido precioso, con subidas y bajadas pero sin los barrancos habituales en Marbella, con un arbolado espectacular, vistas magníficas, la anchura de las calles necesaria, los greenes y sobre todo por el diseño espectacular. El campo está enclavado entre urbanizaciones, pero realmente no estorban ni entran en juego. En la foto el green del 10, y al fondo la montaña de la Concha.

Prácticamente todas las calles son en dogleg; raras veces se ve el green desde la salida (salvo los pares 3, claro). Siempre tienes que pensar por qué lado de la calle mejor para el segundo tiro. Hay muchas opciones para llegar al hoyo, pero el camino más corto siempre tiene bunkers, árboles u otros obstáculos para penalizar el mal tiro. Si fallas el golpe no sueles perder bola, las calles son anchas y hay espacio para rough (salvo que te mojes en los lagos que adornan el campo). Aquí vemos a Michael Campbell a punto de salir por el 10:

El recorrido abre con pares 5 en hoyos 1 y 10, me parece buena estrategia para acelerar la salida de jugadores. Para mi no es un campo corto; yo saco el drive en prácticamente cada tee, pero al ver a los pros, que juegan otro campo, entiendes mejor el diseño: sin ser corto, pocas veces usan el drive desde el tee. Vi muchas salidas con madera 3, híbrido e incluso hierro largo.

 

Sin ser un campo largo para los pros, los pares 3 son extraordinariamente duros: el hoyo 4 tiene 185 metros desde amarillas aunque goza de un green amplio (la foto es de aquí)

El 8 es un tiro de 160 metros desde una posición más alta a un green criminal, donde si te pasas de bandera te esperan tres putts. El 13 es un hoyo brutal, 190 metros en subida a un green protegido por un bunker a la izquierda. Firmar un 3 es un grandísimo resultado.

Y el 17 es otro par 3 tenso, 181 metros a un green en diagonal. Se llama Obelix, nada menos. Supongo que por la magnitud del reto.

La salida del hoyo 1 me recordó al hoyo 1 del Club de Campo, también de Arana. Desde lo alto, drive a una calle en diagonal, en dogleg hacia la izquierda, un par 5 precioso, con un bosque y luego un arroyo guardando la parte izquierda de la calle. Hay varias salidas en alto en este campo, pero esta es estéticamente la más lograda, y en la que un buen drive dibuja una mejor sonrisa sobre tu rostro. El hoyo 2 es una obra maestra, una maravilla de diseño donde otra salida en alto saluda al golpe excesivamente abierto con un precioso lago. El 3 es un hoyo a una calle en caída de izquierda a derecha. Cuanto más apuremos la calle por la izquierda, peor stance tendremos. Sigue el campo con varios hoyos en dogleg, siempre sorteando casas, árboles y bunkers. Llegamos al hoyo 7, un par 4 curioso donde desde la calle tiras a un green situado al menos 20 metros por debajo de tu posición. Un palo menos aconsejable.

El hoyo 10 es un par 5 que lleva de nombre Javier Arana. Los pros llegan de 2 si la ponen en calle (o si no también, como hizo Rafael Cabrera-Bello desde el rough bajo la mirada de Pablo Larrazábal, en la foto). La calle se bifurca en dos antes de green, forzando (al amateur) a elegir la ruta ideal. El green tiene tres plataformas, por lo que algunos putts pueden ser realmente divertidos. Un hoyazo.

Esta es la entrada del green del 10 donde se pueden ver las dos rutas a elegir. La bandera fácil del jueves.

El hoyo 12 es un par 4 en bajada, donde la calle tiene un arbol en medio. Desde ahí se tira a un green protegido por agua. Otro hoyo precioso. Si aprietas la salida te acercas mucho al hoyo y tienes un approach más fácil, pero corres el riesgo de perder bola si no vas recto. Si juegas conservador te espera un bunker a la derecha de la calle.

El hoyo 18 es espectacular, una salida donde puedes jugártela a ganar metros (y ver tu bola bañarse en el lago) o ser conservador, y después jugar un tiro de 180 metros en subida a un green con piano. Un final aterrador como se demostró en el torneo profesional.

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Esta es la vista del hoyo desde la casa club. El green que se ve abajo es un mini campo de pares 3.

Empordà Links, Gerona

11 de marzo de 2012 8 comentarios

Segunda prueba de la OMCat en el campo del Empordà Links, día de sol y algo de viento en uno de los mejores campos de España. ¿Un links en Gerona? Pues recuerda mucho, aunque es un tanto especial: tiene el mismo feel de calles onduladas y duras y greenes firmes y movidos que si estuvieras en Dublín, la tramontana cuando sopla añade el grado de sadismo necesario. Pero no es un links: el campo no está cerca del mar; hay agua en forma de 6 lagos que entran mucho en juego, y además no encontrarás pot bunkers, sino grandes bunkers ondulados. Esta es una foto del campo de prácticas y el links desde la habitación de hotel (cortesía de @DBDStaff)

El campo es obra de un artista americano fallecido en 2010, Robert von Hagge. Un diseñador de prestigio que ha firmado más de 250 campos por el mundo: los más cercanos son la RSHECC y el Albatross Course del Golf National de París, sede del Open de Francia y que acogerá la Ryder Cup en 2018. El complejo tiene también un hotel firmado por otro arquitecto prestigioso, Carles Ferrater, que también proyectó la espectacular casa club del Real Club de Golf El Prat.

Las vistas desde prácticamente todos los hoyos están enmarcadas por el Montgrí, el bisbe adormit. En esta foto se puede ver el hotel y al fondo la montaña, desde el green del hoyo 1. También se admiran las montañas nevadas del Pirineo. Una gozada, pero no hay que despistarse con las vistas: el campo es un reto complejo. Casi todos los hoyos son buenos, algunos buenísimos y unos cuantos verdaderas obras maestras.

Es difícil añadir algo a la magnífica crónica de Fu, que leí en su día pero olvidé imprimir. (Así me fue: el campo es duro y me costó una forrada considerable). Sufrí mucho con el drive, en los greenes y sobre todo en los bunkers: en ocasiones densas playas arenosas, en otras son superficies duras sin apenas arena. Añado algunas fotos tomadas con mi teléfono y algunas notas:

Los primeros 9 hoyos son muy variados y duros. Las calles onduladas pueden convertir un buen drive en una mala salida. Si tu bola no va recta y engancha el viento, es imposible encontrarla en el rough. Los greenes son como rocas, no reciben nada y obligan a jugar bolas rodadas que reposen cerca del hoyo.

En el hoyo 2 ya tenemos agua esperando el tiro. Nuestra bola tiene oportunidad doble de bañarse, ya que este lago encierra el green del 4. Para los conservadores del fade, ojo con el rough de la derecha… cuesta un golpe (doy fe).

Destacaría el hoyo 8 (el par 5 handicap 1, sensacional, con una salida tensa para pegadores donde entra en juego el agua, y un recorrido salpicado por bunkers). El hoyo 9 es un par 4 espectacular, con agua rodeando un green muy lejano. El green tiene el mayor piano que recuerdo haber visto en años, un green de dos pisos. La foto no hace justicia al desnivel brutal del piano.

El hoyo 12 es un par cinco maravilloso, bombardeado por bunkers y con un green movidísimo. Una gozada.

Lo que me dejó sin respiración es el green del hoyo 13. Un dog leg ligero a la izquierda y hay que atacar un green en forma de flan que sobresale como una montaña redonda en medio del campo. Sadismo puro. Un tiro complicadísimo, que ejecuté con maestría a bandera, y mi bola acabó 20 metros por detrás fuera de green. Cayó un bogey con sonrisa de oreja a oreja.

El hoyo 14 también cuenta con diversión a raudales: un dogleg a la izquierda y un tiro a un green movidísmo que cae hacia el lago. Si juegas a la izquierda, te espera una recuperación tremenda. Grandísimo hoyo.

El 15 es un poco una boutade de diseñador, un par 3 con un bunker gigante en forma de ameba. Tiene su gracia el dibujo.

El 16 es un hoyo sin sentido en este campo, y que sirve como tarjeta de visita para el campo del Forest. Es como si nos hubiéramos colado en otro campo. Un green rodeado de pinos, y uno de ellos dando la bienvenida en medio de la calle. Un green alargadísmo donde hay mucha música y muchos pianos. Me encantaría ver la bandera al fondo. Creo que desentona enormemente en este campazo.

Después de un par 4 fantástico, con un green en alto bien protegido, te espera un hoyo 18 par 5 buenísimo, con mucha agua y donde el riesgo es recompensado con muchos metros  o agua. El green compartido con el 18 del Forest, es una media luna enorme, enmarcada por multitud de bunkers y los apartamentos del complejo.

En definitiva: campazo.