Arnold Palmer, un diseñador prolífico
Hace algunos días fallecía a los 87 años Arnold Palmer, el Rey, uno de los grandes iconos del golf, caballero del golf, un héroe americano, el hombre que introdujo el golf en las pantallas de TV americanas.
Arnold Palmer ha sido también un muy activo diseñador de campos. Más de 300 diseños en más de 25 países. Entre los más destacados están dos campos que comenté en este blog: Tralee, en Irlanda, posiblemente sea su obra maestra. Y el Palmer Course del K-Club, sede de la Ryder del 2006, otra maravilla. También tuve la suerte de conocer un campo que nunca sale en los rankings de sus mejores campos, aunque también me encantó: el Cherokee Run Golf Club de Georgia. En la foto el hoyo 15 del Newport Dunes, en Texas.
La realidad es que Palmer no está en la cima de los grandes diseñadores de golf: ningún campo de Arnie está en el Top 100 de campos de golf del mundo. Y que Arnold nunca tuvo muchos conocimientos de topografía o ingeniería de paisaje. Sabía de golf y tenía una imagen tan inmaculada que su nombre daba un glamour enorme al campo. Lo cierto es que supo rodearse de buenos profesionales y supervisar todos sus proyectos. Aquí vemos a Arnold Palmer en su diseño de Península Papagayo en Costa Rica.
Su conexión con el golf proviene de su padre, greenkeeper y profesional del campo de golf de Latrobe Country Club en Pennsylvania. Durante sus años de juventud ayudó a su padre a mover máquinas, cortadoras de césped y otras tareas ligadas con el mantenimiento de campos. Posteriormente, en sus años universitarios Arnold y sus compañeros crearon un campo de golf cerca del campus para practicar. Posteriormente se alistó en la Guardia Costera en Cape May, New Jersey, donde también construyó un campo de 9 hoyos junto a la base. Un trazado rudimentario y complejo que hizo prácticamente con un rastrillo, una pala y una cortadora de césped.
Durante su carrera profesional fue el primer golfista en dedicar tiempo a las tareas de diseño de campos. En 1972 se asoción a Ed Seay para crear Palmer Course Design Company, con sede en Ponte Vedra Beach, donde está la sede del PGA Tour. Hoy su compañía emplea a los arquitectos Thad Layton y Brandon Johnson.
Palmer admiró siempre los campos clásicos, donde la longitud de los hoyos no fuera el factor determinante de su dificultad. De hecho abogaba por una reducción obligatoria de la velocidad de la bola de golf para evitar tener que construir campos tan largos como se juegan hoy. Le gustaban los campos estratégicos, en los que no es lo mismo ir a un lado u otro de la calle para acceder al green. Esta foto ilustra uno de sus diseños en China, el Pure Scene de Kumming.
En cuanto a su estilo, le gustaba decir que no tenía un sello propio y fácil de diferenciar: le gustaba hacer campos diferentes en estilo y estructura y probar elementos nuevos que añadieran tiros de golf diferente: en definitiva hacer campos más divertidos.
Arnold Palmer recibió el ASGCA Donald Ross Award en 1999, la más alta distinción que otorgan los arquitectos americanos a sus colegas.
K-Club Palmer Ryder Cup Course, Irlanda
A menos de una hora de Dublín y en medio de una idílica campiña del condado de Kildare se enclava el resort más lujoso de Irlanda. Hay que preparar la cartera para poder disfrutar de una ronda en cualquiera de los dos campos del Kildare Hotel, Spa & Country Club, o como se le conoce el K-Club. Uno de los recorridos luce el nombre de su promotor, Smurfit, el millonario más rico de la isla. El otro, el Palmer Course, que comento aquí en este post, fue diseñado para albergar la Ryder Cup del 2006. Y obviamente está firmado por el rey, Arnold Palmer.
Y como buen campo diseñado para albergar un match play, el recorrido ofrece una serie completa de hoyos extraordinarios, difíciles, retadores, golf de muchos quilates, donde la posibilidad de liarse es más que real en cada hoyo. Mucha agua por todo el recorrido. No hay un hoyo débil o de transición: estamos en un parkland soberbio, precioso, con un recorrido muy estratégico. Hay que elegir bien las barras, porque desde profesionales el campo es muy largo y muy difícil.
Los primeros hoyos son realmente buenos. No hay hoyos iniciales de calentamiento: el festival empieza desde el hoyo 1. No es nada fácil empezar así, pero en un Ryder no se regala nada. Estamos ante un dogleg hacia la izquierda estupendo, con un green ciego y muy expuesto. Hay que intentar ir por la parte derecha para tener el mejor approach al green semioculto.
El hoyo 2, un par 4 recto y ascendente, es un tubo estrecho natural que cada vez se estrecha más. Y además es largo por lo que no queda otro remedio que ir recto como una vela.
El campo tuvo muchos problemas de drenaje en sus inicios, aunque cuando jugamos no era el barrizal que esperaba. Este es el tiro a green.
El hoyo 3 es un par 3 a un green metido en una vaguada. Greenes también interesantes y que cuentan con caídas importantes. Supongo que cortados rápidos serían un festival.
Un precioso par 5 continúa, el que lleva la firma del creador. La salida es semiciega, obstruida por un conjunto de bunkers que marcan la línea de tiro. El hoyo exige un estudio concienzudo del plano del mismo.
Desde lo alto de una escalera se puede bien el hoyo completo. Hay que sobrevolar los bunkers para aterrizar en una calle descendente y tener buen ángulo a green. Hay agua aunque no debe entrar en juego.
El siguiente par 4 es largo y ascendente, y requiere un drive potente para poder tener opciones de tener tiro claro al green.
Todo el campo es un auténtico jardín botánico que irá mejorando con el paso del tiempo.
El hoyo 6 nos enfrenta a un par 4 elevado, y la dificultad, además del viento, están en la pendiente de la calle que recibe la bola.
El hoyo 7, quizá de los más notables del campo, es un hueso no apto para novatos. Desde el tee sólo vemos una calle estrecha y rodeada por agua, que va girando hacia el green. Hay que jugar fuerte porque si no no tendremos tiro a un green en isla. No es lo mismo enfrentarte a un sello de correos rodeado de agua desde 170 metros que desde 120 metros. Sacar el par o mejor es una delicia.
Un par 3 corto continúa. El green bien protegido por bunkers cuenta con un piano espectacular que cae de derecha a izquierda.
Para terminar la primera vuelta, un par 4 en dogleg. Para tener tiro en el segundo golpe hay que ir por la izquierda de la calle hacia el árbol en medio de la calle.
La segunda vuelta comienza con un par 5 relativamente asequible, aunque como siempre hay que coger calle desde el tee. La entrada del green está bien protegida por bunkers y desnivel.
La segunda vuelta también destaca por la abundancia de hoyos con agua. El 11 te enfrenta de nuevo a un tiro donde ser agresivo puede compensar, aunque con riesgo de irse al agua: un dogleg hacia la izquierda con agua por este lado. No es un hoyo excesivamente largo así que se puede jugar conservador.
El siguiente hoyo 12 es un par 3 con agua, aunque realmente no entra en juego. Un green con mucha caída hacia el agua es la máxima dificultad.
El hoyo 13 vuelve a ser una preciosidad. Después de una salida semiciega, tenemos un tiro a un green protegido por agua por la parte derecha y en una vaguada.
El hoyo 14 es un par 3 relativamente largo y enmarcado en una escénica cascada. El green es un espectáculo: cuenta con caídas importantes en todas las direcciones.
El hoyo 15 tiene la particularidad de contar con un green muy escondido en una loma, y protegido por bunkers.
Este es el clásico bunker que juega con el novato: parece que rodea al green pero desde su pared al green hay todavía mucho rough que salvar.
Otro hoyo milagroso es el hoyo 16, un enorme par 5: desde el tee de salida sólo hay una inmensa calle que recibe hasta el drive más dudoso. El segundo tiro, ligeramente por la derecha, debe acercarse lo más posible a la zona del green, que es donde se esconden las emociones fuertes.
No se aprecia bien en la foto, pero el green está literalmente separado de la zona de la calle, en la parte izquierda, por un canal de agua. Hay que sacar escuadra y cartabón y apuntar con precisión milimétrica. Al fondo, la señorial casa que enclava al hotel de superlujo.
El hoyo 17 es un maravilloso par 4 con agua por toda la parte izquierda del hoyo. Muchos árboles por la derecha nos disuaden de seguir una ruta más conservadora. Hay que cerrar la bola bien, con control, para dejarse un pitch suave al green.
Para terminar un par 5 muy escénico y que zizaguea a un green rodeado de gradas naturales y de un lago. El green es simplemente enorme.
Adare Manor Hotel and Golf Resort, Irlanda
Empezamos con una aclaración necesaria: hay dos campos que se llaman Adare: el de Adare Manor, municipal (en la foto, uno de sus tees de salida, con castillo en ruinas al fondo), y el Adare Golf Club, que es el que comentamos hoy. Ambos campos, de hecho, se tocan en un punto, en el hoyo 15.
Para entrar en el lujosísimo Adare Golf atravesamos una valla señorial custodiada por un guarda uniformado, accediendo a un jardín manicurado. Estamos en uno de esos castillos góticos y espectaculares propiedad de una familia inglesa milenaria y millonaria, y que cuenta con un vergel idílico que ha sido transformado, con la firma de Robert Trent Jones, en un campo de golf majestuoso, un jardín que representa el ideal de la perfección, el triunfo de la civilización sobre la naturaleza salvaje. El hotel y sus 700 acres han sido comprados recientemente por el millonario irlandés JP McManus por una cantidad cercana a los 30 millones de euros.
El campo es un parkland que destaca por su estética, precioso, muy ancho, abierto, perfectamente manicurado, y cuajado de elementos encantadores: unas ruinas medievales, un caudaloso río de truchas, unos árboles majestuosos, impresionantes; hasta un cementerio para mascotas. No es extraño que haya sido votado el mejor parkland de Irlanda por Golf Digest 7 años seguidos, superando a joyas como Druids Glen, Carton House, Kileen Castle o el mismísimo K-Club (para mi, el K-Club está en un nivel golfístico superior). En la foto, el green del hoyo 13, el más bonito del campo
Trent Jones, en lo que es su último gran campo, diseña un recorrido con mucho dogleg, calles muy anchas, y greenes muy grandes y movidos. Muchos tees de salida para endurecer el recorrido. Un campo relativamente plano y cómodo de caminar, precioso y que mejora hoyo a hoyo. La segunda vuelta es un espectáculo natural. El servicio es impecable, el starter, atento y amable, no dejará de aparecer para evitar juego lento.
El hoyo 1 es un par 4 franco, ancho, en ligero dogleg hacia la derecha. El driver tiene que ir por la izquierda para tener opción de alcanzar un green con mucha caída y protegido por un pequeño arroyo.